Tras el diagnóstico de autismo en la edad adulta, hay todo un proceso de comprensión y reajuste de las dinámicas en cuanto a relaciones. Ya sea la pareja o un familiar autista es esencial un trabajo de psicoeducación sobre las características de esta neurodivergencia que pueden influir en la interacción diaria.

Los principales aspectos que suelen ser desconocidos de los familiares y la pareja son:

  • Rigidez con sus rutinas:  puede ser necesario para la persona autista realizar las actividades que tiene planificadas en un determinado orden o de una determinada manera, lo que le traporta control y sensación de tranquilidad, considerando todos los retos y la falta de control que enfrenta en su día a día.
  • Funciones ejecutivas (FE): la condición autista abarca casi siempre dificultades en el procesamiento de la información y en las habilidades de organización, planificación y atención. Esto tiene implicaciones que van más allá del ámbito académico o laboral (necesitando más tiempo; procrastinando: postergando el inicio de las tareas). Actividades rutinarias que se pueden realizar sin problemas si no hay un comprometimiento en las FE como cocinar, ducharse, conducir, pueden representar retos reales para las personas autistas. La comprensión familiar es esencial para no tomar estas conductas como pereza por parte de la persona autista. Una evaluación de la disfunción ejecutiva (TDAH) que puede coexistir en la condición autista y el apropiado tratamiento es fundamental y suele ser parte de un diagnóstico diferencial completo.
  • Infodumping: Es compartir excesiva información sobre sus intereses intensos (sus pasiones). Aunque en una mirada neurotípica pueda parecer una dificultad en detectar el aburrimiento del otro, suele ser una demostración de afecto, una manera de vincularse en las relaciones por parte de la persona autista. Sería algo así como su “lenguaje del amor”.
  • Aspectos sensoriales: Hay conductas que pueden pasar totalmente incomprendidas a ojos de los familiares: que se ponga capucha, gafas, cascos, que rechace el contacto físico y muchas texturas y tipos de comidas, que note todo tipo de olores, que sea selectivo con la ropa, las cremas, que se le olvide beber agua, que no note la sensación de hambre o la saciedad, que tenga un umbral alto para el dolor o el frío, que se balancee cuando está nervioso o aburrido. El día a día les presenta un bombardeo de estímulos sensoriales (luces, sonidos, texturas), que muchas veces lo toleran sin compartir con sus familiares lo que realmente representan cada una de estas experiencias para ellos.
  • Meltdown y shutdown: son crisis o desbordes que suelen ser mal interpretados como pataletas, groserías, aislamiento. Suelen ser desencadenados por un exceso de información sensorial (y también social o cognitiva). El cerebro de la persona ya no puede gestionar tanta estimulación y esta puede explotar en la forma de meltdown: gritando, insultando, siendo agresivo hacia los demás, o en forma de shutdown (hacia adentro-como un pagón): la persona puede quedarse paralizada, sin poder hablar ni reaccionar; puede aislarse para pasarlo sola. No tienen la intención de llamar la atención, son involuntarios y suelen causar malestar y arrepentimiento después.
  • Comorbilidades: adaptarse a la vida diaria durante muchos años sin la comprensión y los apoyos que necesitaba, puede aumentar la probabilidad de que la persona autista sufra de trastornos emocionales que frecuentemente ocurren juntamente a la condición autista: ansiedad, depresión, TDAH, trastorno obsesivo compulsivo (TOC), trastornos de la conducta alimentaria (TCA), dislexia. Una vez más, la persona autista puede vivir todas estas preocupaciones y sufrimientos en silencio.
  • Burnout: muchos adultos autistas, tras todo el estrés continuado al que han estado expuestos, viven episodios repetidos de depresión o una fatiga crónica, lo que incluso conlleva a una disminución de su adaptación funcional (dejar de poder realizar actividades rutinarias o trabajar).
  • Masking: el enmascaramiento o camuflaje es una conducta que puede ocurrir sin que la persona se de cuenta y consiste en adaptar su conducta a las normas sociales, ya sea suprimiendo conductas repetitivas (como movimientos de manos o del cuerpo), no hablar de sus intereses, obligarse a socializar más de lo que le gustaría, forzarse a mirar a los ojos, tolerar estimulación sensorial intensa, etc. Todo ello supone un esfuerzo muy grande y continuado, lo que puede contribuir al burnout autista. Además, es una estrategia tan interiorizada, que muchas veces se pone en marcha de manera automática, aunque la persona quiera dejar de usarla y mostrarse de manera más auténtica a su entorno. En otros casos, cuando el adulto autista deja de enmascarar y actuar de manera más genuina, puede escuchar de su entorno que ha empeorado desde el diagnóstico y que ahora es “más autista que nunca”.
  • Dificultades en la empatía: es un gran mito que las personas autistas no sientan empatía. Muchos aspectos pueden contribuir a que no expresen empatía como lo esperaríamos: pueden fallar en notar los gestos, expresiones faciales y el lenguaje que no sean muy claros e impliquen inferencias. Si estás enfadado o triste, no esperes que la persona autista lo deduzca de tus gestos o no envíe mensajes contradictorios, como contestar que no estás enfadado si te lo pregunta. Las dificultades en las habilidades sociales e incluso las dificultades sensoriales relacionadas al contacto físico, pueden dejarles sin saber cómo consolar a alguien o qué se espera que haga. Además, el pensamiento lógico en la condición autista puede llevar a un procesamiento emocional distinto frente a un problema: la persona autista puede no entender esta etapa de queja o de necesidad de acogimiento emocional y puede intentar saltarse a la fase de resolución del problema.
  • Pensamiento dicotómico: los familiares pueden ver a la persona autista como muy radical en sus puntos de vista, viendo la vida de manera polarizada: blanco o negro. Esto se puede aplicar a temas generales e incluso a personas, afectando su sentido de amistad, por ejemplo.
  • Necesidad distinta de socialización: reuniones sociales típicas como un almuerzo entre compañeros de trabajo, una reunión de muchos amigos en un restaurante lleno o encuentros familiares como las Navidades pueden ser muy difíciles para las personas autistas.  Ya sea por estar con demasiadas personas, en entornos ruidosos, en programaciones sin una finalidad, contexto o duración estipuladas, con conversaciones superficiales. Algunos adultos autistas pueden preferir socializar en grupos pequeños o de uno a uno, con tareas o finalidades como contexto (juego de rol, ir al museu, tocar con los amigos, etc.) y si es posible, relacionadas con sus intereses. También puede haber una necesidad por parte de la persona autista de pasar tiempo a solas para regularse y dedicarse a sus pasiones, lo que se refleja en una necesidad disminuida de socializar, comparada con los patrones de socialización neurotípica. Pero estos espacios y tiempos de disfrute y regulación en solitario son muy importantes para su bienestar.

Estas son apenas algunas orientaciones generales, que tienen que ajustarse a cada persona autista, que por supuesto, es única.

Parte importante del tratamiento de un adulto con diagnóstico tardío es poder vivir de manera más auténtica y cómoda en su casa, su trabajo y en sociedad.
Así que la concienciación que se necesita para que puedan vivir plenamente pasa por una educación, comprensión y convivencia plena en todos los entornos: familiar, laboral en comunidad.

Seamos un entorno acogedor para la diversidad humana. 

Naiara Minto de Sousa es psicóloga en Red Cenit

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