¿Cuál es la fórmula mágica indicada para educar a niños autónomos y responsables con sus acciones y decisiones? Lo cierto es que no existe ninguna fórmula mágica que logre este resultado a golpe de varita. Educar en estos valores implica enseñar, de forma gradual y ajustada a cada etapa del desarrollo, habilidades que permitirán que nuestros hijos aprendan a valerse por sí mismos, a ser perseverantes y autoexigentes, a adquirir compromisos y seguridad en sí mismos, a desarrollar su autonomía e independencia personal, así como su capacidad para tomar decisiones y para asumir y afrontar las consecuencias de éstas.
Este proceso se debe ir adquiriendo e interiorizando de forma progresiva desde la más tierna infancia. Sin embargo, tendemos a pensar que un niño o niña es demasiado pequeño para comenzar a tener responsabilidades.
Los queremos, y en ocasiones, terminamos haciendo por ellos, tareas que podrían hacer por sí mismos, a veces, porque somos demasiado protectores y los mimamos demasiado, y otras por las prisas, la falta de paciencia o la desconfianza, sin darnos cuenta que de esta manera, no hacemos más que frenar su crecimiento personal, pues cuanto más tarde comencemos a otorgar responsabilidades, más difícil será para el niño o niña asumirlas en armonía.
¿Os suenen de algo estas expresiones?
- “Me deja toda la ropa tirada por ahí”
- “En el colegio lo hace pero en casa no”
- “Siempre me deja los juguetes tirados por la casa”
- “No te compro nada más porque lo rompes todo”
- “No hay día que no se te olvide algo”
- “Es que si no estoy encima de él, no lo hace”
Es posible que estas expresiones no sean más que un ejemplo de las diferentes situaciones que se pueden presentar cuando no se ha favorecido un aprendizaje gradual y ajustado de actitudes responsables.
Imaginaros a una madre que siempre va recogiendo tras su hijo las cosas qué este va dejando y que al haber llegado a determinada edad, de repente se le exige que mantenga todo recogido y que sea responsable con sus cosas bajo pena de castigo. Probablemente este niño estará castigado mucho tiempo, lo más probable es que se acabe acostumbrando a los castigos, que se sienta inseguro, o incluso incapaz. La madre, probablemente acabará cansada de repetir una y otra vez las mismas cosas sin obtener resultados.
Es por esto, que debemos dejar cuanto antes que nuestros hijos comiencen a desarrollar actitudes de responsabilidad e independencia.
En el momento en que un niño o niña va tomando conciencia de sí mismo y de su entorno y posee la capacidad de atender a instrucciones sencillas, es el momento idóneo para que comience a adquirir conductas responsables. Sólo debemos saber adecuar el tipo y grado de responsabilidades que pueden asumir los niños o niñas, ajustándonos a su edad y características, y facilitándoles experiencias de aprendizaje.
Los padres y/o educadores, deben potenciar el aprendizaje para que sean niños autónomos y responsables animándoles a asumir responsabilidades, dejando de hacer lo que podrían hacer por ellos mismos, otorgándoles libertad y haciéndoles sentir más seguros. Con la presencia de unos límites y normas firmes que les permitan aprender a asumir las consecuencias de sus acciones y decisiones y a autorregular su conducta.
Aunque a veces nos es difícil confiar, y nos cueste no estar siempre pendientes y recordándoles todo el rato lo que deben hacer, debemos permitir y favorecer que desarrollen seguridad en sí mismos “Vamos cariño, se que tú lo harás genial” o “No pasa nada, seguro que mañana sí te acuerdas”… teniendo paciencia, confiando y teniendo en cuenta que, aunque en ocasiones cuesta aprender a hacer las cosas bien, tener errores es parte del aprendizaje. De esta forma, conseguiremos que asuman responsabilidades sin depender de los demás, les ayudaremos a avanzar y a crecer, ayudándoles a conocer su potencial así como sus limitaciones.
Pero, ¿cuándo empezar?
Es en torno al año y medio en la mayoría de los casos, cuando podremos comenzar a estimular el desarrollo de su autonomía y responsabilidad personal, potenciando actividades como tirar el pañal sucio a la basura; ayudar al adulto a recoger sus juguetes tras terminar o a llevar la ropa sucia al cesto; colaborar, con la ayuda de la indicación verbal, a preparar la mochila para ir a la escoleta; colaborar en el vestido, asumiendo poco a poco un papel más protagonista, por ejemplo, quitándose y poniéndose prendas de ropa sencillas; o iniciarse en la autonomía en el aseo comenzando a realizar por sí mismo tareas de higiene personal, al principio con indicaciones verbales y luego retirando esa ayuda gradualmente.
A medida que el niño o niña vaya desarrollando capacidad de acción, de comprensión y de decisión, se debe ir aumentando de forma progresiva el grado de exigencia; no olvidando reforzar las conductas positivas y los logros, y potenciando su capacidad para ganarse las cosas con su esfuerzo. De esta forma conseguiremos que nuestros hijos se sientan más seguros, motivados y orgullosos de cumplir con sus responsabilidades en lugar de hacerlo como una imposición.
Más orientaciones y consejos:
- Establezca límites claros y consensuados entre todos los miembros de la familia. Debe existir una coherencia firme entre los miembros a la hora de establecer las consecuencias de una acción, o ante la ausencia de una respuesta adecuada. Por eso, es necesario señalar límites adecuados y concretos a las acciones que no deseas que se repitan.
- Exprésele de manera clara y directa las expectativas que tenemos depositadas y concretar cuáles son las consecuencias si se actúa en consonancia o no con esas expectativas.
- Evite ser arbitrario. Es decir a una determinada conducta debe conllevar siempre una determinada consecuencia. Haz que asuma las consecuencias de los olvidos.
- Antes de establecer una consecuencia ante una determinada acción, debemos pararnos a pensar si ésta es adecuada o proporcionada.
- Evitar a toda costa: actitudes de sobreprotección (hacer por él cosas que ya debería hacer por sí mismo) o de excesiva exigencia (exigirle cosas que están por encima de su nivel de respuesta), y realizar comentarios negativos, menospreciando o infravalorando “Deja, ya lo hago yo, porque para que lo hagas mal” o “¿a esto lo llamas tu ordenado?”
- Hay que dedicar tiempo para explicar el por qué de las cosas y de las situaciones.
- Fomenta la toma de decisiones. Cuando se elige, hay un compromiso (tomar una elección y cumplir con esta decisión hasta el final) y un riesgo (equivocarse). De este modo, el niño/a aprende a asumir las consecuencias de sus decisiones.
- Destaque los logros del niño, no solo sus fallos.
- Refuerza siempre los intentos, los esfuerzos, pues el reconocimiento social ayuda a consolidar lo aprendido y motiva para intentarlo de nuevo. En el caso de que la tarea no se haya finalizado o no está bien hecha, ante todo, es conveniente valorar su actitud, destacando lo positivo y explicándole qué puede hacer para hacerlo mejor la próxima vez.
- Y recordar, es verdaderamente difícil que un niño llegue a adquirir el valor de la responsabilidad si sus padres no le ofrecen un ejemplo adecuado de conducta.
María Vivó, es especialista en audición y lenguaje, y terapeuta en Red Cenit Valencia