Tal vez ahora los juegos de mesa en familia, se usan menos que antes ya que están siendo reemplazados por juegos más virtuales,de pantallas, que padres e hijos utilizan juntos  frente a la televisión. Pero por un momento, pensemos qué se están perdiendo antes esta situación: en un juego virtual se disipan muchos detalles, porque cada uno juega por su lado y nada tiene que ver con el juego alrededor de una mesa, donde miras, observas, y escuchas a los otros de manera más directa. Esto es mucho más importantes de lo que parece.

Nunca se puede sustituir y reemplazar la magia de los juegos de mesa en familia. Durante este podemos ver aspectos de nuestros hijos que tal vez en otras situaciones no notamos. Muchas cosas salen a la luz e incluso pueden surgir charlas que de otra manera no se hubieran dado. Nos ofrecen la oportunidad no solo de compartir un momento de juego junto a nuestros hijos, sino de conocerlos más, y afianzar lazos de unión y complicidad entre todos los miembros. Los adultos podemos descubrir las preocupaciones y los intereses de los niños, ya que suelen expresarlo a través del juego, y así se pueden gestionar estas preocupaciones directamente y de una forma sutil pero muy efectiva.

Además, a los abuelos, tíos y a los papas les sirven para distraerse y mantener activa la mente, reírnos y ¿qué mejor que hacerlo con nuestros hijos? Compartir tiempo de juego y momentos de diversión nos hace sentirnos más felices y podemos contrarrestan las situaciones menos agradables del día.

Estudios pedagógicos y psicológicos recientes relacionados con el Observatorio del Juego Infantil de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), nos dicen que “bastan 10 ó 15 minutos diarios de juego familiar para que los niños empiecen a conseguir todos los beneficios que este proporciona.  Y por otro lado, señalan que son muy pocos los padres que dedican tiempo suficiente a esta actividad.

Si nos preguntamos a qué edad podemos empezar con estos juegos de mesa en familia, la respuesta es que no hay una edad estipulada para incorporarlos, pero sí que hay una edad sugerida:  los 3 o 4 años. Esto tiene su explicación ya que se relaciona con la etapa de desarrollo del niño. En estas edades, por lo general, los niños van dejando progresivamente el egocentrismo que les caracteriza los primeros momentos del desarrollo, para comenzar a reconocerse como uno más entre el resto. Ya tiene la posibilidad de compartir con el otro y de utilizar los tiempos de espera del turno, ya pueden seguir una serie de reglas sencillas.

Con el fin de fomentar más los juegos de mesa en familia, comparto esta lista de  beneficios esenciales que pueden aportar:

  • Estimula la formación de valores, ya que es una buena oportunidad para sembrar semillas cuyos frutos pueden cosechar en el futuro, la mayoría de ellas imperceptibles a simple vista, pero decisivas en la educación. El sentimiento de pertenencia y de unión se hace mucho más fuerte, ya que compartir tiempo de diversión es una situación de apego y seguridad que tranquiliza a los niños y que refuerza su confianza.  Se transfieren costumbres y se transmiten valores a la vez que se crean patrones de conducta que guiarán a esos niños a lo largo de la vida, aportándoles los valores necesarios en la vida del adulto, tales como el respeto, la comprensión, la colaboración, la tolerancia, la paciencia y la serenidad, la unidad familiar etc.
  • Se práctica la inteligencia emocional: jugar es poner al descubierto las emociones y esto nos ayuda a reconocerlas cuando ganamos y cuando perdemos, y es más fácil aprender a gestionarlas durante el transcurso del propio juego. Por eso, es una oportunidad de conocer aún más a nuestro hijo, sus reacciones, sus sentimientos, donde se ve circular el afecto y el cariño en la relación, pero también afloran sentimientos adversos como las emociones de la frustración, la competencia, las derrotas. Por todo ello, los juegos de mesa en familia son un medio más para encaminar dichas emociones, aprender a controlarlas, a reconocer las señales afectivas y las emociones ajenas. Es aquí cuando el adulto tiene la obligación de fomentar la madurez emocional, dejando en el pequeño una enseñanza, ayudándole a conocerse mejor, a conocer sus fortalezas y sus debilidades.
  • Maximiza las habilidades sociales: es a través del juego que aprenden a relacionarse mejor con la gente y a aceptar las mismas reglas para todos los del grupo donde la participación de cada miembro es importante. Además de permitirle también a aprender a competir, a ganar o a perder o a influir en el otro, estimula una actitud crítica ya que requiere la posibilidad de ponerse en el lugar del otro. Colabora en la construcción de la norma, dado que tiene reglas: “esto se puede/ esto no se puede”. Enseña a esperar su turno.
  • Se potencia el desarrollo cognitivo, donde se estimula el pensamiento y las habilidades cognitivas de los pequeños, se ejercita la memoria, deducción, razonamiento, capacidad de asociación y agilidad mental, la capacidad espacial, además de que promueve la capacidad de concentración y atención entre los pequeños.
  • Se ejercita la coordinación sensorial: colocar nuestra ficha, objeto, carta o peón y moverla de sitio a otra casilla o a otro montón ejercita la motricidad fina y coordinación, y a la vez sirve para reconocer, por ejemplo, las cartas o figuras del otro, viendo desde todos los ángulos el tablero, así se ejercita el sentido de la vista.
  • Se aprende a tomar decisiones y resolver problemas: cuando toca el turno, tienes que hacer algo. Conlleva tomar una buena decisión o no tan buena, pero al tomar una opción, se aprende a ser responsable de esta. A saber resolver los obstáculos que se presentan, creando soluciones. A ponerse en situación de negociar con el otro, o de justificar alguna regla de juego y conocer las diferentes maneras de ser del otro que se tiene enfrente. Igualmente sirven para desarrollar la lógica y aprender a planificar el cómo jugar.
  • Se aprende de los errores y vuelta a empezar: se comentan las acciones erróneas y las acertadas de cada uno por lo que conlleva un aprendizaje.

Los juegos de mesa en familia son una gran herramienta educativa, que va a servir para fomentar características positivas en el niño. Permite pasar de la pasividad a la actividad, convierte las experiencias sociales pasivas en situaciones activas y placenteras. Donde lo bueno no es el resultado final, ganar o perder, sino todo el proceso, y el tiempo que se ha compartido. No olvidemos compartir en familia, ver al otro reír, bromear, sentir que el corazón late fuerte cada vez que, cada uno de los miembro está a punto de ser sorprendido, todo esto no tiene precio.

Pilar Espinosa, psicóloga de Red Cenit Valencia