Como ya sabemos, el TDAH se caracteriza por estar asociado a un déficit provocado por una disfunción ejecutiva. Los síntomas varían en intensidad de una persona a otra y las dificultades pueden predominar sobre un síntoma, en función de la habilidad cognitiva  con mayor afectación.

Así por ejemplo, cada día podemos observar como incluso aquellos estudiantes que no tienen problemas de aprendizaje,  a menudo pueden presentar dificultades con la lectura, la escritura y las matemáticas, debido a los problemas y consecuencias asociadas con el déficit de atención y de la memoria a corto plazo.

La  disfunción ejecutiva provoca una reducción significativa en la capacidad de aquellos que se encuentran afectados para realizar tareas escolares, resolver problemas o adaptarse a las exigencias del entorno y, esto es importante, con independencia de sus capacidades intelectuales. Esta disfunción ejecutiva supone para quien la padece una gran molestia, debido a que sus rendimientos requieren unos esfuerzos adicionales añadidos a la dificultad de aquello que estén realizando.

A menudo, los síntomas de índole intelectual no son reconocidos, o son tomados como mala voluntad o desidia, lo que hace aumentar el sufrimiento de quien lo padece.

Y ¿Cómo se traduce esto en el aula?

Veamos algunos ejemplos:

  • La falta de iniciativa, provocada por un déficit en la planificación de una estrategia, es a menudo confundida con la pereza o la falta de motivación.
    El alumno no comprende adecuadamente la instrucción dada por el profesor, y ante el planteamiento de un problema, no sabe cómo organizarse para resolverlo. En esta situación puede ocurrir que, al no poder resolver el problema, se distraiga y encuentre otra ocupación.
  • La limitación de la memoria de trabajo. Esta función cognitiva permite tener en cuenta los elementos que son clave de un enunciado y que por tanto deberemos recordar para usarlos. Por ejemplo, para hacer el resumen de un texto, es preciso tener en cuenta las ideas principales; para resolver un problema matemático debemos mantener en la memoria de trabajo un pequeño resumen de los datos esenciales del enunciado y a la vez combinar esta información con los pasos a seguir para encontrar la solución.
  • Los problemas con la flexibilidad cognitiva, a menudo son confundidos con terquedad. Esta disfunción ejecutiva puede presentarse en los cambios de rutinas, de actividades o problemas para cambiar de ideas y evitar la repetición de errores incluso después de ser advertidos de los mismos.
  • Déficit en el control de la inhibición. Esta falta de inhibición puede provocar la ejecución de conductas inapropiadas con independencia del contexto en el que la realizan. Les resulta complicado adaptarse fácilmente a las reglas de convivencia social, a las situaciones cambiantes en los juegos de equipo…, lo cual puede provocar su aislamiento.

Para las personas con TDAH que presentan un control inhibitorio deficitario, la impulsividad es uno de los síntomas más problemáticos a nivel cognitivo. La impulsividad conductual (dificultad para reprimir el comportamiento verbal o físico inadecuado), les lleva a tomar decisiones rápidas y a actuar de manera inapropiada en función del entorno en que se encuentren, sin pararse a pensar en las consecuencias antes de actuar.

Para las personas SIN TDAH, tal vez sea complicado comprender toda la variedad de manifestaciones sintomatológicas de este trastorno.  Del mismo modo en que a ellos les pedimos que aprendan a parar y pensar en las consecuencias de de sus actos, tanto verbales como físicos,  quizás no estaría mal que nosotros predicásemos con el ejemplo y, antes de dar por hecho la mala intención, la desidia, la vaguería o el pasotismo, nos parásemos a pensar en los motivos de dichos actos y en lugar de lanzar mensajes negativos e incluso hirientes, intentásemos comprenderlos para lanzar mensajes distintos y poder así ayudarlos.

Paqui Moreno. Psicóloga y Coordinadora de Funciones Cerebrales Superiores en Red Cenit Valencia


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