De pronto, la pequeña mano de mi hija, que aún no había cumplido dos años, golpeó con rabia mi teléfono. No recuerdo si tecleaba un e-mail de trabajo o un tuit irrelevante, pero no noté que se acercaba con sus pasos inseguros hasta que le dio un manotazo al móvil, mirándolo con furia. Había hecho una torre con piezas de madera y ese cacharro se interponía entre su creación y el aplauso de su padre. En ese instante me atravesó un sentimiento de culpa, de bochorno. ¿Cómo he sido capaz? ¿En qué momento he perdido el norte? Desde entonces, me propuse hacer dieta de smartphone estando en familia, una dieta que he observado con el rigor que imaginan. Seguramente, casi cualquiera de los 2.000 millones de usuarios de móviles que hay en el planeta puede contar una anécdota similar, donde la víctima de la falta de atención sea uno mismo o su pareja, un padre, los colegas de clase o hasta el jefe.  Javier Salas. El País.

Que nuestros hijos sean nativos digitales no los condena a una vida de adicción al móvil. Está en nosotros gestionar su uso para evitar que sean abducidos por esta tecnología. Pero como en todo lo que respecta a la educación de los hijos, lo principal es el ejemplo que les damos, por eso si quieres evitar que tus hijos sean adictos al móvil, edúcales con el ejemplo.

The New York Times publicó un revelador artículo de Sherry Turkle, investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT): “El más inquietante para mí es el estudio que mostraba una caída del 40% en la empatía entre los estudiantes universitarios en los últimos 20 años, medida con pruebas psicológicas estándar; una disminución que sus autores atribuían a que tienen menos contacto directo cara a cara los unos con los otros”, escribe Turkle. En el libro se plantea la importancia de ese contacto entre los humanos para desarrollarnos en plenitud, algo esencial en el crecimiento de los menores. En sus trabajos, la investigadora del MIT descubre que los chavales que más tiempo dedican a sus móviles han perdido capacidad de empatizar porque no reconocen los matices en la cara de una persona: los sentimientos nos hacen mostrar en el rostro una riqueza de expresiones que algunos adolescentes ya no saben descifrar. La buena noticia es que estos mismos jóvenes recuperan esa capacidad innata después de un campamento sin móviles. Ya sabemos lo malo que es para el desarrollo de los niños crecer sin que se les hable a la cara, sin escuchar permanentemente voces que les apelan, que les llenan el cerebro de expresiones faciales y orales.

Lo que tus hijos vean que haces, lo harán. Si tienen padres enganchados al móvil lo verán como algo natural, y obviamente, lo imitarán. Luego no puedes exigirles que suelten el móvil, cuando tú mismo no puedes vivir sin él. Es incoherente y estamos dando un mal ejemplo.

Es evidente que la tecnología forma parte de nuestro día a día, pero al centrar nuestra atención en ella durante tanto tiempo estamos perdiendo instantes de interacción social con los más pequeños, propiciando que los más pequeños se conviertan en adictos a ella. Al no prestarles la atención que se merecen, empujamos a nuestros hijos a que acaben enganchados a móviles y tablets, y al no regular su uso, a que además se vuelvan adictos a ellos.

Las nuevas tecnologías nos permiten acceso ilimitado a la información y en muchas ocasiones el uso de smarphones está ligado al desempeño laboral y social; no obstante, es necesario desarrollar una serie de actitudes y pautas para que eso no afecte a la relación con nuestros hijos. Si nuestros hijos se sienten ignorados, esto puede afectar nuestra comunicación con ellos. Por tanto, desengánchate del móvil y engánchate a tus hijos. Algunos ejemplos para llevar a cabo esta tarea pueden ser:

  • Si lo tienes a mano, lo usas. Así que como se hace en algunos restaurantes, dejar el móvil en una cestita o en una mesa al entrar a casa puede ser una buena opción.
  • No uses el móvil cuando salgas con tus hijos.
  • Silencia las notificaciones cuando estés con ellos, así evitarás la tentación de cogerlo.
  • Ponte horarios para usarlo: busca momentos en los que no estés con tus hijos.

Lara Beltrán, logopeda en Red Cenit Castellón