Un anciano indio nativo americano está enseñando a su nieto cosas sobre la vida “ Se está desarrollando una lucha dentro de mí. Es una pelea terrible entre dos lobos. Uno es el enfado, la envidia, el rencor, el dolor, la avaricia, la arrogancia, el resentimiento, la autocompasión y el falso orgullo. El otro es la alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, verdad y compasión. Es una lucha terrible. La misma lucha tiene lugar dentro de ti – y dentro de cada persona también.” El nieto piensa sobre esto un momento y después le pregunta a su abuelo, ¿Qué lobo ganará? El anciano simplemente contesta, “ El que alimentes.”
El enfado es una respuesta amplia de la especie que emerge de nuestra historia filogenética. Es parte de nuestra útil reacción evolutiva de lucha-evitación que se desarrolló durante miles de años. Cuando los recursos alimentarios, los miembros familiares, las oportunidades de crianza, eran amenazados, era importante para nuestros antepasados pasar a la acción.
Los cambios neuroquímicos cuando nos enfadamos y los refuerzos como especie (ej, se enfrentaban a los intrusos y los expulsaban), nos llevaron a manifestar el enfado como parte de nuestra reacción natural a amenazas reales o percibidas. Estas son las razones que nos impulsan a enfadarnos hoy en día y hay que recordar nuestro objetivo es el manejo del enfado, no su eliminación.
El enfado está considerado una emoción básica y cuando es intenso, frecuente, y duradero debe ser conceptualizado como un problema emocional en sí mismo.
El Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo aparece descrito por primera vez en la nueva edición del Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSMV, en el 2013. Los síntomas de este trastorno se puede diagnosticar en los niños o adolescentes de hasta 19 años de edad, y se caracteriza por:
Accesos de cólera graves y recurrentes, que pueden manifestarse de forma verbal o comportamental y que se consideran completamente desproporcionados respecto a la causa que los provoca. Son comunes las rabietas y/o la agresión, ya sea a las personas o a la propiedad.
Los accesos de cólera no se corresponden con la edad de desarrollo, lo cual significa que en su base existe una incapacidad para poner en práctica los mecanismos de control del comportamiento que se espera el niño haya desarrollado al alcanzar determinado nivel de madurez. De hecho, este diagnóstico es improcedente en niños de menos de 6 años de edad.
Los accesos de cólera son frecuentes y se producen, como media, tres o más veces a la semana. Entre acceso y acceso, el niño mantiene un estado de ánimo irritable e irascible, que puede ser notado por las personas que le rodean. En lo que respecta al tiempo, para realizar el diagnóstico del trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, es necesario que estos síntomas se hayan manifestado durante más de un año, periodo a lo largo del cual, ese estado de ánimo debe haberse mantenido al menos durante tres meses consecutivos. Además, los síntomas se deben manifestar en diferentes contextos, como en la casa, la escuela y con los compañeros.
No son solo rabietas. No confundamos la normalidad con la patología. Las rabietas infantiles son propias de los niños pequeños. Empiezan sobre los 18-24 meses y suelen desaparecer paulatinamente sobre los 5-6 años. A esta edad el niño ya ha adquirido un lenguaje comprensivo y expresivo suficientemente bueno como para poder expresar su malestar, enfado, rabia y frustración de otro modo por lo que no suele recurrir a las rabietas o berrinches.
Raquel Herrero psicóloga y terapeuta en Red Cenit.