Socialmente existe la idea de la Navidad como una época de luz, alegría y amor. Las calles se iluminan con luces y decoraciones, los establecimientos emiten música festiva y las redes sociales se inundan de fotos de mesas familiares, reencuentros y regalos. Pero, ¿qué pasa cuando esa “luz” no alcanza a todos? ¿Qué pasa cuando la presión social por sentirse feliz en Navidad oscurece aún más los días de una persona?
La Navidad puede ser también una época difícil para muchas personas que, además, tienen que enfrentarse a la paradoja de sentirse rodeadas de luces y alegría mientras ellas luchan con una oscuridad interior que se hace más difícil de gestionar.
La Navidad suele asociarse con una época de unión, de reuniones familiares y sociales. Sin embargo, para las personas que no tienen familia o que están lejos de ella, estas fechas pueden acentuar la soledad. Las personas que han emigrado, por ejemplo, puede que sientan desconexión al no poder compartir con los más cercanos las tradiciones que les dan sentido a estas celebraciones. También puede ser duro para aquellos que hayan perdido a alguien importante durante el año o en época navideña, pues se suele sentir la ausencia con más intensidad en estas fechas.
Por el contrario, para otras personas pasar más tiempo en casa durante las vacaciones de Navidad no significa felicidad. El hogar puede ser un refugio o una prisión, por ejemplo, si tienes que pasar más tiempo con tu maltratador. La violencia doméstica no toma vacaciones y la falta de rutina laboral o escolar puede dejar a las víctimas encerradas en situaciones de abuso.
Además, como cualquier período vacacional, el cese temporal del trabajo o la escuela puede representar un desafío para algunos. Las personas que dependen de la estructura que proporciona la rutina pueden sentirse abrumadas por el tiempo libre y la desorganización en sus días. Así como aquellos que tienen que conciliar la vida familiar y laboral durante las vacaciones pueden experimentar también esta abrumación. Los padres y madres trabajadores pueden sentirse agotados por tener que entretener y cuidar a sus hijos mientras mantienen responsabilidades laborales. Para los cuidadores de personas mayores o enfermas, las fiestas pueden significar más carga emocional y física, con poco tiempo para descansar.
A parte de la presión social por estar alegres en Navidad, también hay una presión económica por regalar y cuando la persona no puede permitírselo, especialmente si tienen niños pequeños, la frustración y la culpa pueden ser devastadoras.
Si te sientes identificado con alguna de estas situaciones o podrías añadir alguna propia, resulta pertinente que conozcas cómo poder aliviar esta presión. Para ello, lo primero de todo es reconocer y aceptar que la Navidad no tiene que ser perfecta ni ajustarse a lo que se cree que el resto espera.
Es importante fomentar la empatía y la inclusión, ser conscientes de que no todos vivimos la Navidad de la misma manera. Un simple mensaje de apoyo puede marcar la diferencia para aquellos que se sienten más desconectados de esta festividad o que la pasan luchando contra algo. También es importante que nosotros mismos nos tratemos con amabilidad, aceptando que no siempre podemos controlar todo y que en ocasiones tenemos que pedir ayuda.
Gestionar las emociones negativas durante Navidad puede resultar desafiante, pero no tiene que hacerse en soledad. La ayuda psicológica es un recurso para aquellos que experimentan síntomas de ansiedad, estrés, tristeza…, y carecen de herramientas para manejarlos. Además, la terapia ofrece un espacio seguro para aprender a afrontar situaciones complejas.
Recordemos que la verdadera “luz” de la Navidad no está en las decoraciones ni en los regalos, sino en la compasión que podemos mostrar hacia nosotros mismos y hacia los demás, y que pedir ayuda nunca es un signo de debilidad, sino un acto de valentía, autocuidado y fortaleza.
Celia Fernández Jávega , es psicóloga en Red Cenit
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