La inteligencia artificial (IA), que hasta hace poco parecía una promesa del futuro, se ha integrado ya en nuestras vidas de manera muy cotidiana. Actualmente, gran parte de la población hace uso de ella para escribir, informarse, aprender, trabajar, incluso hablar sobre aspectos personales. La incorporación de la IA plantea oportunidades, pero también grandes desafíos y problemas, sobre todo en el ámbito del desarrollo emocional y cognitivo de las personas.

Inteligencia Artificial y desarrollo cognitivo

Una de las ventajas de la IA es ofrecer herramientas que nos acercan más el conocimiento y nos permiten elaborar un aprendizaje más personalizado.

Cada vez son más las personas, sobre todo los estudiantes, que utilizan este recurso para hacer trabajos en los que tienen que hacer una búsqueda de información, redactar o incluso resolver problemas matemáticos. Si bien estas herramientas pueden servir como un complemento al razonamiento propio de la persona, cuando más que un complemento son un sustituto eliminan la necesidad de pensar, investigar, argumentar, hacer una crítica… En definitiva, eliminan el ejercicio intelectual.

Aprender no consiste en dar rápido con la respuesta correcta, si no en saber llevar a cabo el proceso para llegar a ella: realizarse preguntas a uno mismo, cometer errores y aprender de ellos, comparar entre distintas fuentes de información y elegir críticamente la mejor, tomar decisiones, etc. Cuando una persona deja que este proceso lo haga la IA, su desarrollo cognitivo se estanca, y pierde o no llega a desarrollar la habilidad de análisis crítico, no construye ideas propias ni aprende a cómo aplicar ese conocimiento.

Los sistemas de enseñanza deben adaptarse a la nueva realidad y en lugar de prohibir el uso de la IA, plantearla como una herramienta pedagógica. Para ello, se deben rediseñar las actividades que se le demandan a los estudiantes, de manera que tengan que hacer un juicio crítico, aunque sea con la IA como apoyo.

Inteligencia Artificial y desarrollo emocional

Además de cómo sustituto al razonamiento, otro fenómeno creciente y si cabe más preocupante, es el uso de la IA como sustituto emocional. Muchas personas están recurriendo a chats de IA (p.ej. ChatGPT) para expresar sus emociones, pedir consejos respecto a toma de decisiones vitales e incluso sentirse escuchados.

Se está creando una conexión emocional entre las personas y la IA que en realidad es una trampa. La IA no puede sentir, ni empatizar, además de ser incapaz de comprender el contexto que acompaña a cada persona. No tiene la sensibilidad necesaria para percibir matices emocionales o comportamientos no verbales del momento. Aunque sabe que debe poner para mostrar cercanía (p.ej. “entiendo por lo que estás pasando”; “es normal que te sientas así”, etc.) no puede llegar a ofrecer un mensaje con la carga emocional que es capaz de expresar una persona.

Esto no quiere decir que no pueda servir también como apoyo, por ejemplo, para clarificar los pensamientos de uno mismo o estructurarlos. Pero no debe reemplazar al diálogo humano o a la terapia psicológica, porque correríamos el riesgo de empobrecernos también emocional y socialmente.

La IA no es en sí misma buena o mala. Lo importante es hacer un uso responsable de ella, convivir con esta herramienta sin generar dependencia hacia la misma ni que reemplace al pensamiento crítico y a los vínculos humanos.

Necesitamos aprender a usar la tecnología, pero también a preguntarnos qué no puede hacer la tecnología por nosotros. Y si encontramos la respuesta encontraremos la verdadera esencia de las personas.  

Celia Fernández Jávega , es psicóloga en Red Cenit

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