La familia es el primer lugar en que el niño/a se mueve y desarrolla. Es aquí donde va a ir adquiriendo los hábitos y reacciones típicas de su comportamiento y donde va a estar sometido a los primeros modelos de conducta. Ese ambiente familiar es el que irá conformando su conducta y el desarrollo de la personalidad.

Para entender el papel de los padres en la educación de los hijos, vamos a imaginarnos a un niño/a como si fuera un extraterrestre que llega de otro planeta y desconoce por completo las normas de la Tierra. Su mente es una mente totalmente en blanco, y por consiguiente se siente desorientado/a, necesita a su lado a alguien que le dirija, que le inspire seguridad y confianza, que le deje claro lo que puede hacer y lo que no puede hacer. De esta manera se sentirá capaz de avanzar de forma segura en un mundo nuevo para él/ella. Ese alguien son los padres/madres.

Intentemos, una vez más, ponernos en la piel de ese niño/a que acaba de llegar a nuestro mundo. Imaginando el primer día de trabajo en una gran empresa en la que tan solo os han enseñado vuestro lugar de trabajo, una mesa, pero no os han concretado horarios, qué tenéis que hacer y qué no podéis hacer. Mientras esperáis en vuestro despacho a que alguien os oriente y os informe de las normas de funcionamiento de la empresa y de lo que, exactamente esperan de vosotros, os sentiréis perdidos, confusos, desorientados, deseando que venga alguien que os deje claro vuestro papel. Ese alguien para los niños/as son sus padres/madres. Los niños/as, al igual que los adultos si nadie les dice lo que está permitido y lo que no, actuarán de forma impulsiva ya que se rigen por sus propios intereses. Los adultos, actuaríamos en función de lo que creemos que esperan de nosotros, pero aun así podemos ser felicitados o castigados.

Volviendo a la escena del despacho. Imaginaos que viene alguien con “cierta autoridad” y al ver lo que habéis intentado hacer sin que nadie os dijera nada, por ejemplo, ordenar unas facturas según vuestro criterio, simplemente se limita a fijarse en lo que habéis hecho mal, sin explicaros cómo tenéis que hacerlo, ni reconoceros que ciertas cosas las habéis hecho bien, o simplemente que habéis tenido iniciativa y habéis intentado aprovechar el tiempo.

¿Cómo os sentiríais?

Frustrados, perdidos, enfadados… ¡Qué fácil hubiera sido si desde el primer momento nos hubieran dejado claras las reglas del juego! ¿Verdad? Este mismo sentimiento es el que puede experimentar un niño/a, a cualquier edad, si no le dejamos claro qué esperamos de ellos.

Las familias juegan un papel fundamental en el desarrollo de la personalidad de los niños/as; ellas son las encargadas de enseñarles lo que pueden y no pueden hacer. Los pequeños tienen que aprender que las normas existen.
Hay normas en la escuela, en el cine, en el supermercado, para pasear por la calle, etc. Si desde casa, los familiares no les enseñan que las normas existen, no podemos esperar que se adapten a las mismas, sin dificultades.

La interacción entre los padres/madres y los hijos/as es continua y gracias a eso se convierten en los principales maestros/as de estos, siendo sus figuras primordiales. Son quienes les orientan y a quienes el menor utiliza para orientarse. Los observan, se interesan por lo que hacen y por la forma en que lo hacen; por lo que dicen y la manera en que lo dicen; y muy especialmente por los sentimientos que expresan. A partir de esta información, el niño/a construye ideas acerca de quién es, cómo debe ser; y atribuye significados a las experiencias y situaciones que vive. Las relaciones que se establecen con los padres/madres son de un inmenso valor. Podemos llamarlas relaciones primordiales porque a través de ellas los menores construyen su identidad.

Se puede afirmar que las figuras parentales siempre están presentes en nuestras vidas, directa o indirectamente, en un sentido u otro. La pregunta que surge, entonces, es: ¿en que lugar quedan los padres en el tratamiento con niños/as?

El entrenamiento o asesoramiento a padres/madres parte de la idea central de que su figura y presencia tienen una gran influencia en el comportamiento de sus hijos/as y que este es aprendido y puede modificarse. Se considera que con el conocimiento y puesta en marcha de los principios y métodos que lo definen, los tutores estarán en condiciones de influir positivamente en la conducta de los pequeños y, por tanto, en el desarrollo de la personalidad. El asesoramiento dedica una especial atención al refuerzo de las conductas infantiles y considera importante que los adultos aprendan a identificar qué conductas están reforzando y cuáles no, y si estas son las adecuadas. Si los padres/madres solo prestan atención a las acciones del niño/a cuando llora, pega, moja la cama o da la lata, estarán reforzando esas conductas; pues con ellas el niño/a estará consiguiendo que le presten esa atención que reclama. Por el contrario, si cuando el niño/a realiza conductas adecuadas y mantiene un comportamiento correcto, los padres/madres no le prestan atención, porque consideran que lo que hace es lo natural o lo que debe hacer, no reforzarán esas conductas. Entonces, estarán contribuyendo a que el niño/a deje de hacerlas, debido a que con esas acciones no consigue ningún tipo de atención o refuerzo de sus padres/madres.

El entrenamiento a padres/madres tiene una finalidad tanto terapéutica como preventiva. Este pretende mostrar cómo los niños/as aprenden a comportarse de una determinada manera y a formarlos en las técnicas conductuales adecuadas para instaurar o incrementar los comportamientos adecuados con el fin de disminuir o eliminar los inadecuados.

A continuación, exponemos los objetivos generales de un programa de asesoramiento o entrenamiento a padres/madres tal cual los padres describen lo que les aporta.

  • Entender por qué mi hijo/a se comporta de una determinada manera y si ese comportamiento es normal para su edad o me tengo que preocupar.
  • Aprender a potenciar los comportamientos positivos de mi hijo/a.
  • Conocer cómo tengo que reaccionar frente a los comportamientos que me preocupan para evitar o minimizar problemas conductuales y/o emocionales en el futuro.

Con frecuencia, cuando hablamos de asesoramiento a padres/madres, viene a nuestra mente la imagen de un profesional que orienta y forma a los padres/madres respecto a cómo responder frente al comportamiento desobediente y oposicionista de su hijo/a. La agresividad, la desobediencia, las actitudes oposicionistas de los niños/as y los adolescentes son objeto de intervención de los programas en técnicas de modificación de conducta; junto con los comportamientos o dificultades del niño y/o preocupaciones de los padres/madres, como:

  • Agresividad, desobediencia y actitudes oposicionistas
  • Hábitos de autonomía
  • Hábitos de estudio
  • Miedos
  • Autoestima
  • Respuestas frente a comportamientos propios de determinadas patologías (déficit de atención, impulsividad, llanto, retraimiento, etc.).
  • Separación y divorcio
  • Muerte de una persona querida
  • Problemas relacionados con la comida
  • Problemas relacionados con el sueño

Es indudable que los padres/madres ejercen una presencia continua en el horizonte del trabajo terapéutico, no sólo porque constituyen la unidad originaria a partir de la cual el niño existe, sino, también, porque la relación con ellos es actual e imprescindible.

Marina Roy, Psicóloga en Red Cenit Castellón