Con la llegada de Halloween, una festividad cargada de imágenes aterradoras, resulta natural reflexionar sobre una de las emociones más primitivas y universales: el miedo. Aunque durante estas fechas solemos reírnos del miedo y disfrutar de sustos ficticios, para muchas personas el miedo es una emoción frecuente que interfiere en su bienestar. Pero, ¿qué es el miedo? ¿Por qué sentimos esa emoción? ¿Cómo cambia a lo largo del ciclo vital? ¿Puede algo dejar de darnos miedo?
El origen biológico del miedo
El miedo tiene una base biológica que es clave para la supervivencia.
Cuando detectamos una amenaza, en nuestro cerebro se activa una estructura llamada “amígdala”, que envía señales a otras áreas cerebrales desencadenando una serie de respuestas fisiológicas que preparan a la persona para huir o luchar: aumenta el ritmo cardiaco, se dilatan las pupilas, los músculos se tensan, etc. Este mecanismo de “lucha o huida” es fundamental para protegernos de peligros reales, como un animal salvaje o una situación de emergencia; no obstante, el cuerpo humano reacciona igual ante estos peligros que ante amenazas irracionales, como el miedo a los payasos o a la oscuridad.
Tipos de miedo según la etapa vital
Miedo en la infancia
En la infancia es común que los niños y niñas tengan miedos basados en lo desconocido, como el miedo a la oscuridad, a los monstruos o a quedarse solos en casa. Estos miedos son parte de su desarrollo emocional, pues están aprendiendo a distinguir entre lo real e imaginario.
Miedo en la adolescencia
En la adolescencia los miedos se vuelven más sociales y se relacionan con la construcción de la identidad personal. El miedo al rechazo es uno de los más comunes durante esta etapa, ya que los adolescentes buscan la aprobación de sus pares y luchan por destacar dentro de la sociedad. También surgen miedos relacionados con el futuro, como el miedo al fracaso académico o profesional, que refleja la presión de empezar a tomar decisiones que influirán en la vida adulta. Estos miedos forman parte del proceso de desarrollo de la confianza en uno mismo y la autonomía.
Miedo en la adultez
En la edad adulta, los miedos comienzan a ser más complejos y giran en torno a la responsabilidad y la estabilidad. A medida que las personas asumen roles más definidos en la sociedad, como trabajadores, padres, parejas…, surgen preocupaciones relacionadas con la pérdida de empleo, la seguridad económica, no poder mantener una familia, etc. También aparece el miedo a la enfermedad y a la soledad, ya que la salud se comienza a valorar más, se le da importancia al mantenimiento de fuertes vínculos y se comienzan a tener más pérdidas de personas alrededor.
Miedo a la vejez
En la vejez, los miedos están más vinculados con la muerte o la pérdida de autonomía como consecuencia del deterioro físico y/o cognitivo.
Estrategias para afrontar el miedo
- Identificar y aceptar el miedo: es fundamental para manejarlo reconocer el miedo. Muchas veces tratamos de evitar pensar en aquellas cosas que nos dan miedo, pero enfrentarnos a él nos permite entender de dónde viene.
- Respiración y relajación: practicando técnicas de respiración profunda podemos reducir las respuestas fisiológicas del miedo.
- Exposición gradual: para los miedos irracionales o fobias resulta efectivo enfrentarse poco a poco a aquello a lo que se teme, permitiendo que el cerebro aprenda que no hay un peligro real.
- Reestructuración cognitiva: esta técnica, propia de la terapia cognitivo-conductual, permite cambiar los pensamientos negativos e irracionales que general el miedo, sustituyéndolos por pensamientos positivos y realistas.
- Búsqueda de apoyo: hablar con otras personas o con un profesional sobre nuestros miedos alivia la carga emocional.
En conclusión, el miedo es una emoción que ha evolucionado para protegernos a lo largo de todo el ciclo vital, pero puede volverse complicada si no sabemos cómo gestionarla. Con las estrategias adecuadas es posible hacer frente a los miedos y vivir plenamente.
Celia Fernández Jávega , es psicóloga en Red Cenit
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