Espero que al leer este titular: «Las pantallas, el juguete por excelencia del siglo XXI», te hayas echado las manos a la cabeza, y si no ha sido así, aquí te dejo las razones por las que deberías hacerlo.
Primero vamos a aclarar qué entendemos por pantallas: dícese de la televisión y de otros dispositivos electrónicos como móviles o tablets.
La Organización Mundial de la Salud publicó por primera vez en el año 2019 una guía con recomendaciones para niños menores de 5 años, en la que indicaban los tiempos recomendados en los que los niños y las niñas deberían pasar viendo la televisión, jugando con un dispositivo electrónico, cuánto ejercicio físico han de hacer y cuántas horas deberían dormir.
Las primeras recomendaciones nos indican que los niños menores de dos años no deberían ver la televisión ni jugar con pantallas y recomiendan que entre los dos y los cinco años dicho uso sea como mucho de una hora al día, aunque indican que “si es menos, mejor”.
Pero ¿qué ocurre en el cerebro de un niño/a cuando está delante de una pantalla?
Según estudios recientes realizados por la Academia Estadounidense de Pediatría y publicados en la conocida revista científica JAMA Pediatrics, el tiempo que nuestros hijos/as pasan delante de una pantalla repercute en su cerebro, produce cambios en este y puede retrasar el desarrollo del lenguaje.
Este estudio asegura que los niños y niñas de entre 2 y 5 años que pasan más tiempo frente a dispositivos electrónicos disponen de menor cantidad de mielina, sustancia que se encarga de conducir la información entre las diversas zonas del cerebro.
¿Y por qué hablan de la mielina?
La cantidad de esta sustancia varía en función de la frecuencia con la que se emplea, es decir, a mayor nivel de mielina, mayores niveles de desarrollo en los niños. Concluyeron que los niños y niñas que pasaban mayor tiempo frente a las pantallas obtenían peores resultados en pruebas de velocidad de procesamiento de lenguaje, y, por ende, un pobre lenguaje expresivo. Además, el uso prolongado de las pantallas se vincula con un mayor riesgo de sufrir problemas de atención.
Se teme que se pueda afectar el desarrollo visual de los niños menores de dos años. Los niños y niñas durante su desarrollo deben aprender utilizando cosas que se mueven siguiendo las leyes de la naturaleza. Es por ello que exploran los objetos, golpeándolos y lanzándolos para investigar si se rompen, qué ruido producen, a qué velocidad bajan o dónde llegan. En las pantallas esto no ocurre así, las cosas no siguen las normas de la naturaleza. En ellas, se pueden presentar multitud de estímulos de forma simultánea. Los niños no pueden aprender cómo funciona el mundo viendo una pantalla. Hasta esa edad su cerebro no entiende los símbolos que la pantalla representa, no tienen un equivalente en el mundo real. (Dr. Carlos González).
Hasta los 5 o 6 años el cerebro necesita aprender a integrar los 6 sentidos de los que disponemos. Cuando un niño/a utiliza un dispositivo electrónico únicamente usa 2 sentidos: la vista y el oído. No podemos contar el tacto porque se toca siempre lo mismo: la pantalla.
No nos podemos olvidar de que son terriblemente adictivas, pues como estamos viendo en la actualidad, muchos jóvenes y adultos sufren de adicción al teléfono, a las redes sociales,… El cerebro potencia la novedad y las novedades digitales pasan a una velocidad asombrosa y es entonces cuando se genera la falta de capacidad de atención.
Ofrezcamos a nuestros hijos/as tiempo de calidad: leer, contarles cuentos, cantar o jugar, les ayudan con su desarrollo intelectual.
“El tiempo sedentario tiene que convertirse en tiempo de calidad. Leer un libro con su hijo, por ejemplo, les puede ayudar a desarrollar sus habilidades de lenguaje”, explica Willumsen. “Un niño al que se le da una tablet para que esté quieto mientras está sentado en el cochecito no está recibiendo lo mismo”, explica. (Dr. Juana Willumsen, coordinadora de la OMS).
Espero que ahora no te falten ganas de echarte las manos a la cabeza cuando leas un titular así.
María Gallego Ruiz, es psicóloga en Red Cenit