Si creéis en mí, puedo ser un héroe! La autoestima en los niños con TDAH.

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La autoestima que cada uno posee a lo largo de la vida nos condiciona en positivo o en negativo según sea esta. Y si en algún momento de nuestras vidas es crucial nuestra autoestima, es en la infancia y adolescencia. En los niños con Trastorno por déficit de atención (TDAH) no se encuentra, en la gran mayoría de casos, en el nivel deseado y necesario para poder afrontar todos esos retos que día a día les van surgiendo. Los mensajes negativos que van recibiendo a diario de todo su entorno son muchos, y poco a poco la autoestima se va viendo afectada.

Cuando trabajamos con un niño con TDAH son muy diversos los frentes que debemos abordar en el tratamiento: atención, planificación, autocontrol, dificultades en el aprendizaje, etc. Pero, ¿Y la autoestima?, ¿Se sentirá seguro realizando todo este entrenamiento si tiene una baja autoestima?

La respuesta es más que evidente. Cuando la autoestima de un niño se ve afectada, una de las principales manifestaciones consiste en tener una inseguridad a la hora de realizar sus tareas y actividades, por ello, la dificultad del entrenamiento aumenta. En el mismo sentido, al realizar este entrenamiento, el alumno va mejorando y teniendo cada vez más éxito en sus actividades, lo que conlleva a la vez, un refuerzo de su autoestima. Esto crea una relación circular en la que, el entrenamiento específico de TDAH y la mejora de la autoestima deben ir siempre cogidos de la mano.

Un concepto muy influyente en la autoestima que me gustaría explicar, es el que conocemos en psicología y pedagogía como el Efecto Pigmalión.

Este concepto hace referencia  a la influencia que ejercen las expectativas que se tiene de una persona a la hora de conseguir una meta. Es decir, si creemos que podrá conseguir realizar con éxito una tarea, la probabilidad de que lo haga es mayor, y por el contrario, si creemos que fracasará, esta opinión puede que influya en sentido negativo. Es por esto, que los comentarios, observaciones y actitudes que mostramos frente a nuestros  niños día a día, les transmiten un mensaje sobre lo que las personas de su alrededor pensamos que puede conseguir, pudiendo determinar que crean que no lo conseguirán, o que por el contrario, se sientan capaces de superar todo lo que se propongan.

Ahora bien, ya conocemos algunas de las causas que pueden colaborar a tener una baja autoestima pero, ¿cómo podemos detectar si nuestro hijo o nuestro alumno tiene una baja autoestima? Pues bien, a continuación señalaremos alguna de las formas de expresión de la baja autoestima.

–       Necesidad compulsiva de llamar la atención: suelen interrumpir y reclamar la atención de los demás para que los demás se fijen en lo que está haciendo y así lograr que le confirmen que son importantes.

–       Necesidad imperiosa de ganar: creen que para ser queridos por los demás deben ser siempre los primeros y mejores que los demás.

–       Temor excesivo a equivocarse: el temor a no tener éxito les paraliza, por lo que prefieren decir “no sé” cuando se les pregunta si no están cien por cien seguros.

–       Actitud insegura: son niños que confían poco en sí mismos. Muestran inseguridad a la hora de mostrar sus trabajos, por lo que tienen temor a hablar en público y un excesivo sentido del ridículo.

–       Ánimo triste: en algunos casos, pasan desapercibidos ya que aparecen como niños tranquilos, pero al observarlos más detenidamente muestran generalmente una apariencia de tristeza, les cuesta sonreír y no muestran demasiado entusiasmo en comparación con sus compañeros por las actividades que se les proponen.

–       Necesidad compulsiva de aprobación: son niños y niñas que quieren ser constantemente aprobados por todos. Necesitan reconocimiento por cada logro y están buscando permanentemente la atención de los adultos, dependiendo de ellos su aprobación personal.

Una vez hemos detectado una baja autoestima es necesario una evaluación y una intervención por profesionales cualificados, pero…

¿Qué podemos hacer para que esto no ocurra?

Existen ciertas pautas que podemos aplicar en nuestras casas y en nuestras aulas para conformar una autoestima más alta:

–        Al conocerlas dificultades que se puede encontrar un niño con estas características es más fácil identificar los esfuerzos y elogiarlo cuando realice alguna cosa bien hecha. Hace falta que lo felicitemos y le reconozcamos sus éxitos, por pequeños que sean, y siempre teniendo en cuenta el grado de esfuerzo que para él ha supuesto.

–       Ofrecer un mayor grado de confianza en él y en sus competencias. Poco a poco ir ofreciéndole mayor número de responsabilidades, aunque requieran de supervisión.

–       Evitar la acusación, la ridiculización y la falta de respeto. Es conveniente cuidar las palabras que utilizamos cuando estamos enfadados y expresar nuestro descontento de forma asertiva y razonada.

–       Debemos generar un clima emocional cálido, participativo e interactivo tanto en casa como en el colegio, y valorando cada una de las aportaciones que realicen.

Por último, es muy importante saber que la autoestima global se conforma de diversas áreas (área social, área escolar, área familiar y la imagen corporal) y dependiendo de la edad del niño, unas adquieren más importancia que otra. Por ello, debemos trabajar todos conjuntamente y en la misma dirección, tanto desde la escuela como desde el entorno familiar para así poder ayudar a nuestros niños a tener una autoestima adecuada.

Todos necesitamos que alguien crea en nosotros. Detrás de las grandes personas siempre hay grandes madres, grandes profesores, grandes hermanos… que han creído en ellos. No les juzguemos, no dudemos de ellos, simplemente CREEAMOS EN ELLOS.

 La satisfacción de la necesidad de autoestima conduce a sentimientos de autoconfianza, valía, fuerza,

capacidad y suficiencia, de ser útil y necesario en el mundo.  Abraham Maslow.

Enrique Suay, psicopedagogo y terapeuta en Red Cenit