Siempre me he sentido  atraída por todo aquello que tiene que ver con los procesos de enseñanza y especialmente con los de aprendizaje y las dificultades que en algunos casos se presentan. Este es el motivo por el cual en su día me decliné por estudiar  Pedagogía, con la intención de  poder acompañar y ayudar  a  aquellos niños que se quedan más rezagados dentro del ámbito escolar y que necesitan contar con una serie de estrategias que les permitan lograr  sus metas, sin que se vea afectada su autoestima. Pero de eso ya hace algún tiempo  y como  los tiempos cambian y  la investigación amplia los horizontes del conocimiento, atraída  por todo aquello que tiene que ver con el desarrollo de mi actividad profesional me gustaría  hablar sobre una disciplina relativamente nueva  que  implementamos en nuestras sesiones de terapia, la Neuroeducación.

En primer lugar nombraremos  la  Neurociencia, que es como el paraguas bajo el que se  engloban otras disciplinas y que  explica como los diferentes componentes del sistema nervioso interactúan entre sí y con el entorno para poder explicar la conducta humana. Entre esas disciplinas encontramos la Neuroeducación, que consiste básicamente en saber cómo funciona el cerebro y aplicarlo a los procesos de aprendizaje. La Neuroeducación se define como una disciplina que establece lazos entre la educación  y la  neurociencia, con el objetivo de  optimizar los aprendizajes.

Teniendo en cuenta la idiosincrasia cerebral de cada niño podemos adaptarnos de forma más flexible  a sus necesidades ¿Y esto cómo lo logramos? Basándonos   en las posibilidades que nos ofrece la neuroplasticidad, es decir la capacidad que tiene nuestro cerebro de hacer nuevas conexiones neuronales y cambiar. Esto nos permite:

  • Mayor eficacia. Si conocemos el cerebro de una forma especializada, sabremos cómo este se puede aplicar al aprendizaje y, por tanto, beneficiará en la asimilación de contenidos.
  • Consolidación de los conocimientos adquiridos. A partir de la neuroeducación, se pueden crear estímulos al alumnado que mejoren el recuerdo.
  • Priorizar las habilidades al conocimiento. Además del contenido es necesario utilizar diferentes estrategias de aprendizaje, a través de la experimentación .
  • Prevención de problemas en el aprendizaje. Adaptar y corregir pautas, con el objeto de eliminar el fracaso escolar.

Uno de los aspectos más importantes que refuerza el vínculo entre el funcionamiento del cerebro y la mejora del aprendizaje es el estudio sobre las estrategias cognoscitivas. Estas estrategias hacen referencia a las actividades mentales que desarrolla la persona durante el proceso de aprendizaje.
Podemos distinguir dos tipos de componentes cognitivos de las funciones ejecutivas:

  • Estructurales (inhibición, planificación,flexibilidad temporal, toma de decisiones, fluidez y razonamiento,…)
  • Auxiliares  (memoria de trabajo, memoria funcional, atención,…)

Además de los componentes anteriores llamados también “fríos” se encuentran los emocionales o denominados “calientes”  que suponen la capacidad para regular las emociones (autoconciencia, empatía, adaptación social,…) No olvidemos que emoción y cognición son dos caras de una misma moneda.

El cerebro humano y especialmente la corteza externa permiten la realización de todas estas funciones mentales distribuidas sobre su córtex. Por encima de ellas las funciones ejecutivas ejercen de centro logístico responsable de dirigir la actividad mental, actuando del mismo modo que un director de orquesta, sincronizando y optimizando la actividad mental para lograr un aprendizaje más eficiente. Cuando las funciones principales funcionan correctamente se mejoran otras áreas, del mismo modo que una locomotora al desplazarse hace que se pongan en marcha los distintos vagones de un tren. Y cuando estas funciones, no tienen un funcionamiento correcto, es necesaria ayuda profesional para trabajar las áreas más necesitadas.

Amparo Ibáñez Orrico, es pedagoga en Red Cenit

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