En los últimos años, especialmente tras la pandemia, hemos observado un notable incremento de adultos que vienen a nuestro centro por sospecha de TDAH. Tras la valoración neuropsicológica, estas sospechas terminan con un diagnóstico tardío confirmado en un altísimo porcentaje de los casos evaluados.

Los  números hablan por sí solos: hemos pasado de diagnosticar a 11 adultos que nunca habían recibido dicho diagnóstico, en 2019; a diagnosticar a 69 durante los meses de enero a octubre de 2024.

Hemos observado también, como cada vez son más las mujeres que dan el paso para encontrar respuestas a sus dificultades. Los porcentajes de casos diagnosticados se han ido equilibrando durante estos años. En 2019, el 63.36% de TDAH confirmados por primera vez, fueron hombres, frente al 36.36% que eran mujeres. En 2024 hemos detectado un 53.62% de hombres y un 46.37% de mujeres.

Cada vez la población está más concienciada de lo que es el TDAH, pero todavía queda mucho camino por recorrer. La mayoría de las personas han oído hablar de él, pero no saben a qué hace referencia en realidad y, lo cierto, al menos así lo creo, es que la confusión comienza con el propio nombre ya que lleva a malos entendidos o confusiones:

– “No tengo TDAH porque soy tranquilo, yo no soy hiperactivo”
– “Cuando algo me interesa presto atención y puedo concentrarme en ello incluso durante horas, no tengo problemas de atención”.

El TDAH es algo más que los 18 síntomas enumerados en DSM-V-TR y que fácilmente se pueden encontrar por internet por lo que no me detendré en ellos.

Debemos aprender a ver más allá del DSM, ya que pasan por alto muchos matices importantes sobre cómo es en realidad la vida con TDAH. No hablan de  los problemas con la motivación, la hiperconcentración, la desregulación emocional, la sensibilidad al rechazo, la gestión del tiempo y de las tareas o de los problemas con la memoria, especialmente con la memoria de trabajo, entre otros.

Hay otra serie de síntomas comunes que van asociados al trastorno pero que, tal vez por desconocimiento,  no nos den las pistas de que aunque se sea una persona tranquila, aunque se sea capaz de prestar atención cuando algo interesa, el TDAH está ahí. Y por supuesto, teniendo presente que esto ocurre en diferentes ambientes o situaciones y que se repite a lo largo del tiempo, creando un creciente malestar que desemboca y genera en numerosas ocasiones graves  problemas de autoestima y ansiedad.

Algunos de los síntomas no recogidos en el DSM-V:

  • Hiperconcentración, que resulta muy útil cuando se encara una tarea necesaria o importante pero, que es un problema cuando se dedica a tareas no relevantes o innecesarias.
  • Dificultades con la memoria prospectiva (esencial para acordarnos de recordar algo que debemos hacer más tarde) y que repercuten directamente con el seguimiento de objetivos, con las relaciones familiares y personales,…, dando la impresión de que las buenas intenciones son temporales y pasajeras, que es dejadez, charlatanería.
  • Memoria de trabajo más limitada, encargada de retener durante un corto periodo de tiempo información necesaria para llevar a cabo distintas tareas o actividades cognitivas.
  • Dificultades para automotivarse.
  • Dificultades con la percepción y la estimación del tiempo, “mente sin reloj”.
  • Olvidar pequeños pero importantes detalles.
  • Sensibilidad extrema al rechazo o la crítica, lo que provoca reacciones desproporcionadas a los ojos de los demás, pero que coincide de pleno con lo ellos sienten. Esta forma de desregulación emocional es lo que se conoce como “disforia sensible al rechazo” y pueden acabar desarrollando una coraza para que nadie les pueda criticar, pueden evitar situaciones sociales e incluso pueden desarrollar fobia social.
  • Sentimiento de fracaso, de no alcanzar los objetivos potenciales, independientemente de cuánto haya logrado la persona. Éxitos fugaces, fracasos duraderos, por tanto se centran en  lo negativo ignorando lo positivo, algo que menoscaba la autoestima.
  • Actuar de forma precipitada sin predecir las consecuencias, algo que les crea innumerables problemas.
  • Procrastinación crónica o dificultades para iniciar las tareas, intrínsecamente relacionado con los problemas de motivación.
  • Simultanear varios proyectos no acabando ninguno.
  • Intolerancia al aburrimiento.
  • Impaciencia, baja tolerancia a la frustración.
  • Tendencia a preocuparse innecesaria e interminablemente.
  • Sentimiento de inseguridad.
  • Labilidad afectiva e intensidad emocional. Es como si no tuviesen el pedal del freno y el del acelerador y funcionasen con el botón del turbo y además de forma inconsistente y aleatoria.
  • Problemas crónicos de autoestima.

Convivir con el TDAH puede ser duro e incluso frustrante, es como convivir con un cerebro que no actúa como tú quieres. Pero lo realmente importante es saber que lo que ocurre no es culpa de nadie. Nada tiene que ver con el egoísmo, la holgazanería o la dejadez, simplemente  se trata de un cerebro que funciona de manera distinta.                 

Paqui Moreno. Psicóloga y Coordinadora de Funciones Cerebrales Superiores en Red Cenit Valencia


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