En la infancia, cualquier tipo de experiencia, hasta la que supuestamente es insignificante, llega a ser un estímulo que favorece al desarrollo cerebral del niño. La práctica del juego promueve las conexiones de las neuronas en la corteza prefrontal del cerebro. Sin experiencia de juego, esas neuronas no promocionan.
Hay estudios de resonancia magnética que nos muestran como la actividad lúdica modifica la estructura neuronal de la corteza prefrontal, y sobre todo dentro de esta actividad, es el juego libre el que cablea mayormente y neuronalmente el cerebro. “Los niños necesitan dedicar suficiente tiempo al juego libre, (exento de reglas externas, entrenadores, etc.)” afirman expertos investigadores en este campo, de la Universidad de Lethbridge, Canadá.
En este cerebro que aprende jugando y que tiene una enorme capacidad de plasticidad neuronal, se activan un conjunto de hormonas que trabajan en “pro” del desarrollo cerebral del niño y son las siguientes:
- La dopamina que motiva y estimula a los músculos para el movimiento y la repetición; impulsa la imaginación; y crea el estado propicio para la creatividad, potenciando así el proceso de aprendizaje.
- Mientras el niño juega también se estimula la segregación de la acetilcolina, un neurotransmisor involucrado en el funcionamiento de las funciones motoras, neuroendocrinas y sensoriales, que favorece la capacidad de concentración, el desarrollo de la atención y el pensamiento lógico, a la vez que activa la memoria, (la formación de recuerdos), y el aprendizaje a largo plazo.
- Por otro lado, la serotonina es el neurotransmisor que se encarga de reducir la ansiedad y el estrés, equilibrar y regular el estado de ánimo y el sueño, y que desempeña un papel fundamental en el control de la temperatura corporal entre otros.
- Y en la misma línea, las encefalinas son sustancias que tienen la responsabilidad de disminuir la tensión neuronal; la que provee al niño de tranquilidad y alegría.
- A su vez, se incrementa la producción de endorfinas, las cuales se encargan de promover el estado de bienestar, reducir el dolor y potenciar algunas funciones del sistema inmunitario. Las endorfinas y encefalinas, hacen que se mantenga un estado de calma y felicidad en el niño.
En conclusión, diremos que cuando los niños juegan la estructura bioquímica de su cerebro se activa:
- Estimulando el desarrollo de la corteza prefrontal, que se le conoce como el centro de control ejecutivo del cerebro ya que tiene la función de regular el resto de las funciones cerebrales. La actividad lúdica modifica la estructura neuronal de la corteza prefrontal, creando nuevas redes y fortaleciendo algunas ya existentes. La corteza prefrontal es el centro de la racionalidad y es donde se desarrollan funciones cognitivas tan importantes como el pensamiento y el lenguaje.
- Fortaleciendo las conexiones neuronales, pues a medida que crece estas conexiones se hacen más fuertes y se ramifican en redes más complejas, que son las que le permitirán al niño, desarrollar al máximo sus habilidades cognitivas.
- Contribuyendo a la formación del cerebro social, el cual regula la interacción social positiva. Investigadores de la Universidad Estatal de Washington, encontraron que el juego no solo ayuda a desarrollar las habilidades cognitivas sino también las sociales. En dicha investigación, los expertos hallaron que mientras se juega, se activa la neo corteza y se modifican aproximadamente un tercio de los más de 1.200 genes relacionados con el lenguaje y la comunicación.
Tal vez debemos reflexionar sobre la importancia de conocer las necesidades del niño para poder amoldarnos y motivar mayormente su cerebro y su cuerpo.
Ya la metodología Montessori lo tiene en cuenta. María Montessori recomendaba no interrumpir a los niños mientras jugaban libremente, como proceso por el cual repasaban los aprendizajes y los consolidaban, ya que al mantener el interés y la motivación, el cerebro aprende de forma más natural y por tanto le es más fácil retener la información; al estar más perceptivo el cerebro crea relaciones con otros aprendizajes adquiridos anteriormente.
Pilar Espinosa, psicóloga de Red Cenit Valencia