Trastorno de ansiedad por separación.
«…Tina tenía entonces 10 años. Sus problemas empezaron el primer día de clase, en el que se escondió en el sótano y lloró todo el día. Después sólo iba a la escuela si su madre le acompañaba y se quedaba a comer. Durante tres meses se quejó de dolor de cabeza y de tripa. Admitió que lo que le pasaba era que le molestaba irse de casa, porque tenía la impresión de que algo malo iba a pasar. Además decía sentirse mal cuando no veía a todos los miembros de su familia…» FUENTE: DSM-IV, libro de casos.
Los miedos son parte del desarrollo evolutivo de una persona. Previenen contra posibles peligros en cada uno de los momentos del desarrollo de la persona. Por eso, la mayoría de miedos se dan en la infancia y la adolescencia, y están en consonancia con las habilidades disponibles para hacer frente a los posibles estímulos que los provocan y con las capacidades cognitivas existentes. Durante la infancia temprana suele aparecer el miedo a la separación de los familiares cercanos o de las figuras de apego manifestándose de esta manera la ansiedad.
El temor ante la ausencia de las personas ligadas afectivamente a uno mismo, supone un mecanismo de protección ante peligros del entorno si su intensidad es moderada, sin embargo, si la ansiedad es desproporcionada y/o supera a lo esperado para el desarrollo evolutivo del niño, puede constituir una alteración psicopatológica, llamada trastorno de ansiedad por separación (TAS).
En el trastorno de ansiedad por separación (TAS) se da una ansiedad excesiva e inapropiada para el nivel de desarrollo del sujeto (generalmente, un niño o adolescente), relacionada con la separación de las personas a las que está afectivamente ligado. Existe además un malestar clínicamente significativo o un deterioro de la vida social, académica (laboral) o de otras áreas importantes del funcionamiento de la persona.
No hay que confundir la ansiedad por separación con el miedo a los extraños. Un niño puede temer a estos últimos incluso estando cerca de su madre o en sus brazos, mientras que la ansiedad por separación se da aunque no haya extraños. Naturalmente, los dos miedos pueden acumularse.
El TAS puede iniciarse antes de los 6 años, pero también en cualquier momento antes de los 18; la edad de comienzo más frecuente es entre los 7 y 9 años. Puede aparecer tras algún evento estresante y suele durar varios años.
Algunos de los factores asociados al origen del trastorno son:
– No haber sido expuesto a una separación paulatina de los padres, quizás por un exceso de sobreprotección de estos y por vivir encerrado en el círculo familiar.
– Experiencias traumáticas de separación (hospitalización, muerte de uno de los padres, divorcio o separación de estos).
– Las figuras de apego refuerzan positivamente, de un modo abierto o sutil, las conductas de dependencia y búsqueda de contacto del niño.
– Que los padres, y especialmente las madres, sufran o hayan sufrido algún trastorno de ansiedad (especialmente trastorno de pánico o TAS) o algún trastorno depresivo, constituyen factores de riesgo para los hijos.
Se pueden asociar diversos factores de mantenimiento, como por ejemplo:
- Ansiedad anticipatoria a la separación, y durante la misma factores de tipo somático y cognitivo: malestar físico, expectativas de que algo malo va a ocurrir o de que no se va volver a ver a los seres queridos, etc, favoreciendo todos estos, la conducta de apego al ser querido/progenitor…
- Reforzamiento positivo de las conductas de apego mediante atención, consuelo.
- Reforzamiento negativo: Prevención de la ansiedad y de posibles estímulos temidos en el ambiente por medio de las conductas de apego.
- Consecuencias negativas del trastorno: no querer ir a la escuela, resentimiento de los padres y conflictos familiares por el requerimiento constante de atención por parte del niño, estado de ánimo deprimido…
Debemos ser conscientes de la importancia que tiene lograr una detección precoz para evitar problemas de depresión y fobias en la infancia, así como, las probabilidades de sufrir otros trastornos de pánico en la etapa adulta.
Pero, ¿qué ocurre con aquellas conductas que pueden aparecer durante el TAS y nos pueden ayudar a realizar un diagnóstico temprano?En el próximo artículo comentaremos algunas de ellas.
María Vicente Monserrat, psicóloga y terapeuta en Red Cenit.