Inteligencia Emocional, claves para valorar su importancia en el desarrollo de los niños.

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Podemos pensar que si un niñ@ es inteligente cognitivamente, también lo será emocionalmente y viceversa, pero es necesario que sepamos que esto no tiene porqué ser así.

La Inteligencia Emocional es un término relativamente nuevo, al que cada vez se le está dando más importancia en el ámbito de la educación y la psicología, más concretamente cuando estas actúan sobre los niños y niñas en desarrollo.

El término de Inteligencia Emocional fue desarrollado por Howard Gardner y su Teoría de las inteligencias múltiples, aunque su gran difusión fue gracias a Daniel Goleman y un libro que tal vez muchos de ustedes conozcan, La inteligencia emocional. Desde entonces, cada vez nos suenan más palabras como autoestima, autoconcepto, habilidades sociales…

Para aquel que aún no sepa de qué estamos hablando, la Inteligencia Emocional se podría definir como la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien nuestras emociones, tanto en nosotros mismos como en nuestras relaciones. Es decir, ser inteligente emocionalmente consiste en cambiar nuestra relación con las emociones para construir una vida más armoniosa, rica y llena de sentido.

Hay cinco habilidades esenciales que forman la Inteligencia emocional:

  • La autoconciencia: identificar los pensamientos y sentimientos propios, y notar como influyen en nuestras acciones y decisiones. Pongamos el ejemplo un niño que está muy enfadado con su hermano porque le ha quitado su juguete y siente deseos de pegarle, pero se da cuenta de que la rabia está influyendo en su comportamiento y que luego se va a arrepentir cuando le haga daño a su hermano.
  • La autoconciencia social: identificar y comprender las emociones y sentimientos de los demás, desarrollando empatía y siendo capaz de ponerse en su lugar. Siguiendo el ejemplo anterior, sería cuando este niño es capaz de ponerse en el lugar de su hermano, entendiendo que si le pega le hará daño y su hermano se sentirá triste.
  • La autogestión: dominar nuestras emociones para que no interfieran en nuestras tareas diarias, así como hacer frente a los posibles obstáculos que puedan aparecer. Por ejemplo, cuando el niño del ejemplo es capaz de controlar su rabia, y aunque esté enfadado, consigue dominar sus emociones y no llegar a agredir a su hermano.
  • Toma de decisiones responsables: ejecutar y evaluar las soluciones positivas a los problemas, y considerar las consecuencias a largo plazo que puedan generar, para uno mismo y para los demás. Por ejemplo, el niño toma la decisión de no pegarle a su hermano, teniendo en cuenta que a largo plazo él se arrepentirá y su hermano llorará y estará triste.
  • Habilidades interpersonales: rechazar presiones negativas de otras personas y solucionar los conflictos que surjan, con el fin de mantener unas relaciones sanas y gratificantes para nosotros y los demás. En el ejemplo que seguimos, el niño es capaz de resolver el conflicto sobre el juguete con su hermano estableciendo unos tiempos para que lo use cada uno, haciendo que ambos estén de acuerdo con la solución.

Por sus propias características, la Inteligencia emocional es un aspecto básico para trabajar con todos los niños, pero de una forma especial y concreta con aquellos que padecen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Cada segundo del día, nuestro cerebro está recibiendo informaciones sobre la percepción, el trato y la regulación de las emociones, y estas informaciones a su vez influyen en otros procesos psicológicos muy importantes en estos niños como son la atención, la memoria o el lenguaje verbal y no verbal.

Otra de las causas por las que es muy importante trabajar la Inteligencia Emocional, es porque diariamente todas las personas actuamos desde lo que llamamos el “piloto o modo automático”. Este término más propio de los pilotos de aviones o trenes, también se aplica en el ámbito emocional, y consiste en una forma de actuar, pensar y sentir de forma automática, sin ser realmente conscientes de lo que hacemos o sentimos. Por ejemplo, puede ocurrirles que sus hijos o ustedes se hayan levantado con mal pie, o hayan tenido un mal día en el colegio o en el trabajo, y que de forma automática juzguen y discutan con toda la gente a su alrededor, sin pensar en las emociones que nos están influyendo en estos casos.

Las emociones tienen una gran influencia en nuestras relaciones, y es por esto que después de todo lo explicado en el artículo, usted haya podido ser consciente de que no ser inteligente emocionalmente puede traer grandes problemas relacionales. En el caso en concreto de los niños con TDAH, esto puede suponer déficits en las relaciones con sus compañeros de colegio, con sus profesores, e incluso con sus familiares más cercanos.

Por todo esto, en los niños que suelen tener deficiencias en cuanto a la inteligencia emocional se deben trabajar o mejorar una serie de aspectos:

  • Conocer y expresar los sentimientos
  • Técnicas de expresión y relajación
  • Técnicas y habilidades para mejorar la autoestima
  • Actividades para mejorar el autoconocimiento
  • Técnicas de comunicación no verbal

Por la amplia importancia demostrada de la inteligencia emocional, las instituciones educativas y terapéuticas no pueden dejar de lado este innovador aspecto, porque tan importante es trabajar el desarrollo intelectual (cognitivo), como el aspecto emocional.

En definitiva, se trata de dotar a los niños que aún están aprendiendo y formándose ( es decir, su desarrollo evolutivo y vital está en pleno desarrollo), de las habilidades sociales y técnicas para saber relacionarse, expresarse y así lograr positivamente tanto sus metas personales como las laborales.

Por todas estas razones debemos apostar por la educación intelectual Y emocional, para lograr que los ñiños se eduquen de forma completa y lleguen a ser grandes individuos en todos los sentidos, dando la debida importancia a las emociones propias y las de los demás.

“Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”, Aristóteles.

Victoria Fuster, psicóloga y terapeuta de Red Cenit.