Hace casi unos tres años que estoy inmersa en la maravillosa e intensa aventura de ser MAMÁ.
Como pedagoga; siempre me ha interesado la educación; por ello mi dedicación y mi constante formación para dar lo mejor a nivel profesional.
Cuando eres madre, que para mí está siendo el mayor aprendizaje de mi vida, en tu interior surgen tantas emociones y sentimientos encontrados, que por infinitas formaciones que uno tenga, en más de un momento no sabes cómo encajarlas con tu tesoro más valioso: tu propio hijo.
Han sido y están siendo meses de aprendizaje constante y, sobre todo, de reflexión acerca de lo que mi hija espera de mí, teniendo en cuenta que estamos inmersos en una sociedad que cada vez va más deprisa y que en muchas ocasiones no te deja mirar lo que realmente importa. Para mí, LA CONEXIÓN CON EL MOMENTO DEL AHORA está siendo mi fórmula de la crianza, mi visión actual de la vida.
Cabe mencionar; un gran libro que me acompaña y al que le tengo especial cariño; “Disciplina sin lágrimas” de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson que ha estado a mi lado desde que me formé en “Disciplina Positiva” hace algunos años. Desde entonces tuve claro que sería mi filosofía de disciplina: la crianza positiva
¿Qué es la disciplina afectiva para la crianza de nuestros hijos?
A grandes rasgos este libro trata sobre educar en el respeto y estimulo, pero también con límites claros y coherentes.
Uno de los conceptos que los autores utilizan para poder entenderlo mejor, es la “disciplina afectiva”.
La disciplina afectiva propone lograr que los niños cooperen y hagan lo correcto, (enseñanzas externas inmediatas), y por otro lado, ilustrar a los niños con el fin de desarrollar destrezas y capacidades para poder manejar con mayor facilidad situaciones exigentes, frustraciones y tormentas emocionales (enseñanzas internas a largo plazo)
Lo que tampoco nos enseñan cuando somos mamás es lo que realmente implica que podamos acompañarles: criar teniendo en cuenta las capacidades de su cerebro, la capacidad del niñ@ en cuanto al desarrollo, el temperamento en particular, el estilo emocional, para enseñarles a gestionar sus emociones, a controlar sus impulsos, a considerar los sentimientos de los demás, a pensar las consecuencias de sus actos. Todo ello con el fundamento de la disciplina sin lágrimas: conectar y redirigir.
¿Qué es la disciplina afectiva?
Mi palabra favorita, CONECTAR, significa que les ofrecemos atención, que les respetamos los suficiente para escucharles, que les ofrecemos apoyo, nos guste o no su manera de comportarse.
Esta conexión profunda y empática puede, y debe, combinarse con límites claros y firmes.
Se redirige cuando ya hayamos conectado y cuando ya hemos podido acompañarles para que se sientan mejor. Así podrán escucharnos y entender lo que le decimos; y es aquí, cuando les guiamos hacia una conducta más adaptada.
Hay que tener en cuenta que para llevar a cabo esta conexión y poder redirigirlos, el adulto que acompaña debe estar receptivo, ser intencional y tomar decisiones conscientes basadas en principios ya consensuados y pensados. Entonces, así, podremos actuar para que desde nuestra parte la disciplina sea menos una reacción que genera miedo y más una respuesta que crea destrezas.
Para ello hay que hacerse tres preguntas clave en el momento de educar desde la disciplina afectiva:
- ¿Por qué realiza tal acción / conducta?
- ¿Qué me gustaría enseñarle en este momento?
- ¿Cuál sería la mejor forma de enseñar la lección?
Está claro, por lo contario, que si vamos en piloto automático, somos reactivos en vez de receptivos, y no nos paramos a pensar en estas preguntas y a conectar, nuestra forma de educar será totalmente lo contario a lo que nos gustaría que fuese, y seguramente utilizaremos los castigos y las amenazas que suelen ser contraproducentes tanto para la construcción del cerebro como para conseguir que los niñ@s cooperen.
Para concluir; me gustaría recalcar que la clave es plantearse la disciplina de forma nueva, repensarla. Así criamos desde estrategias receptivas e intencionales del cerebro pleno. Nos paramos a pensar en sus necesidades. Las preguntas nos estimulan a ser conscientes de la edad y de la exclusividad individual de las necesidades.
Ahora sí, es el momento de pensar cómo podrías plantearlo desde tu filosofía de crianza!!
Además de realizarnos las tres preguntas anteriormente citadas, parémonos a pensar en nuestros principios y en nuestros valores para plantear las estrategias que corresponden a poder educar desde la conexión.
GRACIAS VIDA POR DISFRUTAR DE TI HIJA , GRACIAS FAMILIAS DE MIS NIÑO@S QUE ACOMPAÑO POR DEJARME FORMA PARTE DE VOSOTR@S.
APRENDO TODOS LOS DÍAS CUANDO CONECTO CON VOSOTR@S.
Vanessa Civera, pedagoga y terapeuta en RED CENIT