Muchas personas esperan con ansias las vacaciones de verano para poder disfrutar de esta época del año en la que los días son más largos y soleados y parece el momento perfecto para desconectar de la rutina y disfrutar. Sin embargo, para muchas otras personas, las vacaciones de verano también pueden significar más tiempo libre para enredarse en sus pensamientos. Al tener menos ocupaciones, nuestra mente puede empezar a divagar y preocuparse por cosas que mientras se mantenía entretenida no se paraba a considerar.
¿Por qué algunas personas tienden a sobrepensar en verano?
El sobrepensamiento, también conocido como rumiación, es la repetitiva y prolongada atención a los pensamientos de uno mismo, especialmente a los negativos o estresantes. En verano, son diversos los factores que contribuyen a que esto ocurra:
- Más tiempo libre: la falta de una rutina estricta nos deja más espacio para pensar, sobre todo, en aquellas cosas que nos preocupan o que están por solucionar.
- Menos distracciones: con menos trabajo, menos actividades programadas y, en definitiva, menos responsabilidades, nuestra mente tiene menos cosas en las que concentrarse fuera de nuestro interior.
- Expectativas sociales: la presión de tener que disfrutar al máximo el verano puede aumentar la comparación con otras personas y la insatisfacción con nuestros propios planes, alimentando así los pensamientos negativos.
¿Cómo podemos combatir el sobrepensamiento?
Para combatir el sobrepensamiento resulta útil un ejercicio estructurado que nos ayude a analizar y desafiar nuestros pensamientos de manera racional. A continuación, propongo un ejercicio sencillo para manejar estos momentos de rumiación:
Primer paso: EVENTO. Describe lo que ha pasado antes del pensamiento.
Por ejemplo, “he recibido un WhatsApp de un amigo cancelándome el plan de ir a la playa este fin de semana”
Segundo paso: PENSAMIENTO. Describe la creencia que te vino ante esa situación.
Por ejemplo, “mi amigo no quiere pasar tiempo conmigo porque soy muy aburrido”.
Tercer paso: EMOCIÓN. Describe qué emoción sentiste después de pensar eso.
Por ejemplo, “me sentí triste y desplazado”
Cuarto paso: REALIDAD. Escribe las cosas que sabes de forma objetiva.
Por ejemplo, “mi amigo mencionó que estaba pendiente de que su familia programara el día para reunirse con todos y se disculpó por la coincidencia. Hace una semana estuve con él y estábamos muy bien, no ha habido nada que le haya hecho cambiar su opinión sobre mí”.
Este ejercicio nos permite identificar y desafiar nuestros pensamientos automáticos negativos, confrontándolos con la realidad. A través de esta práctica, podemos reducir la intensidad de nuestras emociones negativas, evitar caer en ciclos de sobrepensamiento y conseguir un equilibrio entre la introspección y relajación en esta época del año.
Celia Fernández Jávega , es psicóloga en Red Cenit
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