Las emociones, esas grandes aliadas, o por el contrario, esas frustrantes ganas de tenerlas siempre bajo control.
Las emociones influyen sobre nuestra propia conducta y determinan las diferentes posibilidades y caminos a seguir ante una determinada acción.

Al igual que sucede con cualquier aprendizaje, las emociones nos ayudan a afrontar la vida, y su comprensión y control pueden resultar imprescindible para nuestra integración en la sociedad. Goleman, uno de los principales autores que habla sobre inteligencia emocional, la define como “la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, para motivarse y gestionar la emocionalidad en nosotros mismos y en las relaciones interpersonales”.

En la etapa infantil se adquieren multitud de aprendizajes y la inteligencia emocional es una de ellas, sentando las bases de aprendizajes futuros.

En muchas ocasiones nos encontramos con niños que no saben manejar sus emociones, frustrándose ante los fracasos, mostrándose irascibles o irritados cuando no consiguen lo que quieren, etc. Esto ocurre porque carecen de experiencias previas que le permitan crear estrategias para poder desenvolverse mejor ante esas situaciones. Por eso es tan importante que los niños aprendan a gestionar y tener un control de sus emociones. Aquí os dejo una serie de principios para ayudarles a fomentar la inteligencia emocional:

  1. Ser consciente de nuestros propios sentimientos y los de los demás.

Muchos niños que tienen problemas de conducta, también los tienen a la hora de identificar sus sentimientos adecuadamente. Confunden enfadado con furioso, irritado con triste, orgulloso con satisfecho, y muchos otros. Una vez somos capaces de reconocer nuestros sentimientos, nuestra posibilidad de controlarlos es mucho mayor. Lo mismo ocurre al ser consciente de los sentimientos de los demás, si no sé cómo se sienten los demás, la oportunidad de tener una interacción positiva con ellos será menor.

  1. Mostrar empatía y comprender los puntos de vista de los demás.

Esto incluye una escucha activa y la interpretación de pistas no verbales. La habilidad de establecer lazos de empatía resulta crucial para los padres cuando tratan con sus hijos y para los niños es vital afrontarla como una aptitud social positiva.

Los niños de corta edad tienden a considerar el mundo en términos de sus propios deseos y necesidades. A medida que crecen, en torno a los 7 u 8 años, se vuelven más capaces de negociar y ser tolerantes.

  1. Hacer frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta y regularlos.

Nuestras respuestas instintivas al conflicto, normalmente las conductas de lucha o huida, no son efectivas a la hora de enfrentarse a los problemas de hoy en día. Por ello, debemos utilizar cuanto sabemos acerca de las perspectivas y sentimientos propios y ajenos para ayudarnos a controlar mejor nuestros impulsos.

  1. Plantearse objetivos positivos y trazar planes para alcanzarlos.

Como padres, es recomendable  mejorar a la hora de fijar y planear nuestros objetivos, sobre todo porque esperamos que así lo hagan nuestros hijos. El mejor modo de lograrlo es a través de la observación de nuestras propias reacciones, mediante un seguimiento de aquello que hemos intentado hacer, de los resultados de esos intentos, y de que podemos mejorarlos, todo ello a través de una variedad de situaciones.

  1. Utilizar las dotes sociales positivas a la hora de manejar las relaciones.

Además de ser consciente de los sentimientos y hacer gala de autocontrol, de orientación hacia un objetivo y de empatía, es importante saber tratar de forma efectiva a los demás. Ello implica dotes sociales como la comunicación y la resolución de problemas. Hay que saber escuchar y aportar respuestas constructivas.

  1. Desarrollar su comunicación.

Hablar con los niños, hacerles preguntas, razonar, jugar, poner ejemplos… es algo imprescindible en su educación. Debemos favorecer continuamente el que puedan expresarse, poner en voz alta su opinión y sus sentimientos, que aprendan a dialogar.

  1. Enseñar la escucha activa.

Desde muy pequeños deben saber guardar silencio mientras los demás hablan, pero no solo eso, debe ser una escucha activa. De ahí que sea recomendable hablarles despacio, frente a frente y terminando las frases con un “¿has entendido?”, “¿estás de acuerdo con lo que he dicho?”.

  1. Permitir la expresión de emociones

Para fomentar la inteligencia emocional es esencial que podamos facilitar a nuestros hijos la confianza apropiada para que pongan en voz alta aquello que les preocupa, que les haga felices pero también infelices. El hogar y la escuela van a ser esos primeros escenarios donde se va a desarrollar su vida. Si les ofrecemos comodidad para que se puedan expresar y comunicar, también lo harán a medida que crezcan y en el resto de contextos.

Saber comunicarse y reconocer emociones propias y ajenas es, sin duda, imprescindible para que vayan madurando poco a poco y alcancen una solvencia adecuada para integrarse en la sociedad y ser felices en ella. Nosotros podemos darles esa oportunidad a través de la educación para fomentar la inteligencia emocional.

Una de las premisas más importantes y que debemos tener en cuenta es que “todos los sentimientos son adecuados”, mientras que unas reacciones son más adecuadas y otras, por el contrario, no lo son tanto.

Una de las herramientas más utilizadas para la enseñanza del autocontrol, base de la inteligencia emocional, es la técnica del semáforo. Esta herramienta ayuda a desarrollar el dominio de los impulsos:

para, piensa, actúa


Rojo: Respira lenta y profundamente. Formula el problema y di cómo te sientes.
Amarillo: ¿Qué es lo que puedo hacer? ¿Funcionará?
Verde: Lleva a la práctica la mejor de las alternativas. ¿Ha funcionado?


Virginia Román, es logopeda en Red Cenit Valencia