Desde muy pronto, Veva supo que algo era distinto en su hija Inés. No fue una corazonada vaga ni un miedo sin forma: fue una certeza silenciosa, nacida de la comparación inevitable con su hermana melliza. Esa intuición, afortunadamente, no cayó en saco roto. Alguien la escuchó a tiempo.

Recibir un diagnóstico temprano de autismo no borra el miedo, pero sí abre una puerta a la comprensión. A veces, ese diagnóstico llega justo a tiempo para acompañar mejor, para entender antes, para aliviar culpas y dar respuestas.

Hoy, Veva comparte su historia. Nos habla del camino recorrido junto a su hija preadolescente, de lo que significa criar a una niña neurodivergente en una sociedad que aún no termina de mirar con los ojos bien abiertos. Y sobre todo, nos habla del amor que se transforma, que se adapta, que aprende a mirar el mundo desde otra perspectiva.

“Ser madre de una niña autista me ha enseñado a ver el mundo de otra manera”

¿Cómo comenzó todo?

— «El diagnóstico llegó relativamente pronto. Al tener mellizas, las diferencias en el desarrollo eran evidentes desde el principio. Cuando Inés tenía apenas ocho meses, ya lo habíamos comentado con el pediatra. Por suerte, nos escuchó y nos derivó al neuropediatra, aunque la espera fue larga: siete meses. A los 15 meses ya nos orientaban hacia un posible diagnóstico de TEA (Trastorno del Espectro Autista), pero la confirmación llegó años después»

¿Cómo lo viviste?

— “Fue un golpe duro. Sentimos miedo, incertidumbre por su futuro… Pero también fue un alivio ponerle nombre a lo que estábamos viviendo. Nos permitió dejar de culparnos, de pedirle cosas que no podía dar. Comenzar con terapias y fue como empezar a respirar de nuevo.”

¿Crees que el autismo se detecta con más dificultad en niñas?

— “Sí. En las niñas hay mucho más camuflaje. Aprenden a copiar, a encajar, a no llamar la atención. Y eso hace que pasen desapercibidas. Detectarlo requiere mucha experiencia por parte de los profesionales.”

¿Inés camufla sus dificultades?

— “Totalmente. Ella puede controlarse, regularse, «actuar» de una forma que el entorno espera. Pero después necesita un espacio donde poder ser ella, donde no tenga que hacer ese sobreesfuerzo teniendo un coste emocional altísimo.”

¿Te han dicho alguna vez eso de “no se le nota” que es autista?

— “Muchas veces. Sé que lo dicen con buena intención, pero duele. Porque no ven el trabajo diario detrás: las terapias, el acompañamiento constante en casa, en el cole, en cada espacio. Mi hija ha trabajado más de lo que muchas personas se imaginan, sin siquiera saberlo.”

¿Qué consecuencias crees que tiene este «masking»?

— “El autismo no tiene una sola cara. Y cuando no se ve, cuando se minimiza, se pierden oportunidades. No es lo mismo recibir apoyo a los 15 meses que a los 7 años. Hay un tiempo de desarrollo que, si se pierde, no se puede recuperar del todo.”

¿Qué ha significado para vosotros ponerle nombre a lo que le pasaba a Inés?

— “Fue duro, claro, y difícil de encajar. Pero también fue un momento de paz y alivio. Ponerle nombre a lo que pasaba nos liberó. Nos permitió ayudarla de verdad.”

¿Qué avances has notado desde que se confirmó el diagnóstico, tanto para tu hija como para la familia?

— “Mi hija no sería la niña que ha podido llegar a ser si no fuera por todo lo que ha trabajado. Porque sabiendo lo que tiene, se entienden comportamientos y se le ayuda a gestionarlos. El diagnóstico temprano permitió empezar antes con las terapias, ajustar su entorno a lo que necesitaba.”

¿Qué apoyos ha recibido Inés?

— “Desde que se detectó un retraso madurativo que ya nos avisaba de ese diagnóstico de TEA ha tenido sesiones de terapia ocupacional, sesiones de audición y lenguaje, psicopedagoga todas las semanas (tanto sesiones individuales como en grupos reducidos donde trabaja habilidades sociales). Todo esto en centro privado.”

¿Y en el sistema educativo?

— “En el colegio público contaba con audición y lenguaje, pedagogía terapéutica y educadora. También hemos tenido reuniones periódicas con tutores y orientadores del centro. Como madre, una siempre desea más atención, pero ha habido una buena coordinación.”

¿Cómo ha cambiado vuestra vida desde el diagnóstico?

— “Nuestra vida al principio se volvió del revés. Demasiados médicos, pruebas, terapias, … todo debía hacerse cuanto antes y de forma que a ella le afectara lo menos posible. Ya con el diagnóstico bastante bien, con sus terapias, su colegio y un día a día sin cambios importantes que se le pudiera adelantar para que supiera siempre qué actividades tendría, hace la vida más sencilla.

Hemos aprendido a mirar distinto. A respetar sus tiempos, a anticipar, a validar emociones que antes no sabíamos cómo manejar. “

¿Qué le pedirías a la sociedad respecto al autismo en niñas?

— “Siempre pedimos más concienciación, pero es difícil si no tienes un caso cercano, esto implica más escucha, más formación y menos prejuicios. Que no se queden con la imagen del autismo clásico. Las niñas autistas existen, aunque no siempre encajen en la idea que la sociedad tiene del TEA.

Creo que se debería estudiar los casos leves a cualquier edad. Aunque sólo cuente la experiencia como madre, soy consciente de muchos casos que no se tratan o que no se les da la importancia que merecen por la falta de información.

¿Crees que falta información o empatía en los entornos sociales y escolares?

— “Creo que en los centros de temprana edad (infantil de primer o segundo ciclo, incluso primaria) se debería estudiar cada caso de cada niño en particular. El futuro de esos niños sería muy diferente si se hiciera así.”

¿Qué consejo o mensaje darías a otras madres y padres que están empezando este camino con sus hijos o hijas?

— “Me habría gustado que alguien me dijera que no llorara tanto. Que lo estaba haciendo bien. Que cada pequeño paso, cada esfuerzo por entender y acompañar, ya era un gran avance. El primer paso, aunque duela, es reconocer que tu hijo necesita ayuda. Y desde ahí, todo puede empezar a cambiar.”

Entender la neurodiversidad es mucho más que poner etiquetas: es reconocer que hay múltiples formas de sentir, de aprender, de habitar el mundo. Y todas merecen ser valoradas.

El diagnóstico temprano le dio a Veva —y sobre todo, a Inés— la oportunidad de crecer conociéndose, aceptándose y construyendo su identidad desde la verdad. Pero no todas las niñas tienen esa suerte. Muchas camuflan. Imitan. Se esfuerzan por encajar hasta el agotamiento. Y en ese esfuerzo silencioso, su mundo interior queda relegado, confundido o incluso dañado.

Por eso es urgente visibilizar el autismo en femenino. Escuchar a quienes viven realidades distintas. Apostar por una sociedad más empática, informada y libre de prejuicios. Porque comprender la neurodiversidad no es solo una cuestión de justicia: es un acto profundo de humanidad.

Gracias Veva e Inés por enseñarme tanto en este camino compartido.

Marian Sirera Conca, Pedagoga en RED CENIT Valencia 


SI NECESITAS ORIENTACIÓN O AYUDA PARA TU CASO PERSONAL, PUEDES CONSULTARNOS VÍA ONLINE (SECRETARIA@REDCENIT.COM); TELEFÓNICA (96 360 16 16 – 609 759 016); O PRESENCIAL (C/ GUARDIA CIVIL, 23 – VALENCIA).
POSIBILIDAD DE CONSULTA A TRAVÉS DE SKYPE, ZOOM, GOOGLE MEET, etc. (SOLICÍTANOS INFORMACIÓN SOBRE PRECIOS)