Sin duda, en los últimos años el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, (en adelante TDAH), parece haberse puesto de moda pero, ¿sabemos realmente de qué estamos hablando?
Tras años de experiencia, sabemos que la respuesta es NO. Estos niños suelen ser tachados,  en los distintos ambientes en los que se desenvuelven, de vagos, impertinentes, maleducados…Los padres tienen la sensación de no poder con su hijo, de no ser buenos padres, de no saber educarlo, sensación que se ve reforzada por los comentarios que reciben desde su entorno.

La propia nomenclatura, Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, da lugar a confusiones.
A todos nos viene a la cabeza el niño que trepa por los muebles, que no para quieto, que es incansable, y si bien esto es cierto en ocasiones, no todos los niños TDAH manifiestan estos síntomas, es decir, no tienen por qué mostrar hiperactividad para ser niños con TDAH. Hay niños, que siendo movidos o no, son calificados de molestos, vagos, despistados,  lentos en sus tareas en algunas ocasiones pero no en otras, irregulares en su rendimiento, que si quisieran podrían hacer más y/o mejor lo que hacen, que se precipitan en aquello que hacen o dicen sin tener en cuenta las consecuencias que de ello se deriven…, y un sinfín más de etiquetas y calificativos que, lejos de ayudarle, no hacen sino empeorar su evolución en detrimento de un adecuado desarrollo socio-emocional, ya que se etiqueta al niño pero no se solucionan sus problemas, pudiendo desencadenar esto en futuras comorbilidades, ya sean de tipo externalizantes, (problemas de conducta) o de tipo internalizantes (problemas de ansiedad, depresión), a las que se añaden, en un alto porcentaje de casos, los problemas de aprendizaje.

Una vez que tenemos claro que no todos los niños con TDAH tienen por qué ser movidos, debemos saber que dentro de este trastorno se distinguen tres subtipos:

  1. TDAH-I. Subtipo Inatento. Presenta problemas atencionales. No son niños molestos y suelen pasar desapercibidos en los primeros años. Suelen olvidar libretas, no presentan sus trabajos aunque los hayan hecho, parecen sordos, etc. Las principales quejas suelen ser debidas a sus despistes, falta de atención y concentración.
  2. TDAH-HI. Subtipo Hiperactivo-Impulsivo. Presenta problemas de impulsividad acompañada de una actividad y movimiento excesivo sin un objetivo claro, definido o productivo. No ven el peligro y suelen atraer los accidentes.
  3. TDAH-C. Subtipo Combinado. Presentan tanto problemas atencionales como de impulsividad e hiperactividad.

Para entender la amplia sintomatología que engloba al TDAH y las consecuencias que se manifiestan en la vida diaria, es importante comprender que se trata de un déficit en el desarrollo del autocontrol, de la autorregulación, lo que se refleja en el deterioro de la voluntad del niño o  de su capacidad para controlar y regular su conducta y mantener en su mente las metas y consecuencias futuras. Dicho de otro modo, no es capaz de mantenerse atento a las explicaciones que se le dan porque su atención se dirige hacia otro foco y él no es capaz de autorregularse y redirigir esa atención hacia la explicación, puede no ser capaz de autocontrolarse e inhibir el impulso irrefrenable de lanzar un lápiz, levantarse o soltar una gracia en el momento inapropiado, porque entre otras cosas su visión del futuro también está distorsionada y en ese momento lo que más le reconforta es manifestar esa conducta impulsiva, aún sabiendo que puede recibir un castigo.

Las investigaciones han demostrado que las manifestaciones sintomatológicas del TDAH se producen como consecuencia de alteraciones localizadas a nivel, principalmente, del lóbulo frontal y más concretamente en la corteza prefrontal, donde se sitúan los procesos mentales superiores que dirigen nuestros pensamientos, acciones y emociones y que son conocidas como funciones ejecutivas. Estas funciones ejecutivas son las que nos guían a través de diversos procesos cognitivos interconectados.
El fallo de estas funciones, o de alguna de ellas, da lugar a dificultades para concentrarse, atender, planificar, organizar, anticipar, mantener pequeñas cantidades de información en la memoria para solucionar problemas o seguir instrucciones…, dificultades para inhibir conductas o pensamientos inadecuados, problemas de flexibilidad cognitiva dificultándoles la posibilidad de ser capaces de  “cambiar el chip”, problemas para autorregular las emociones, para automotivarse y conseguir activarse para desarrollar conductas guiadas por reglas, intentando conseguir los objetivos planificados y a su vez ser capaces de  evaluar la eficacia de dichas conductas y las posibles consecuencias y, en función de ello modificarlas si fuera preciso.

Con esta información en mente, puede resultar más fácil entender de qué forma, el déficit en el desarrollo de la autorregulación en las personas con TDAH se manifiesta de diferentes maneras a lo largo del día y en las distintas situaciones.

Podemos entender entonces como estos niños, como el resto de niños, no disfrutan con los castigos, con las amenazas, las notas negativas en las agendas, las llamadas continúas de atención…, sencillamente no consiguen autorregular su comportamiento para que sea efectivo y socialmente aceptable en todas las ocasiones en las que ello se requiere.

Hemos visto pues, que las manifestaciones sintomatológicas a nivel conductual están avaladas por  un sustrato neurobiológico a nivel de la corteza prefrontal, principalmente. Por tanto, no estamos hablando de modas, no estamos poniendo excusas estamos tratando realidades, una realidad que afecta principalmente al niño y a los que rodean al niño, al que debemos dejar de etiquetar para pasar a  actuar, ayudándole,  proporcionándole las herramientas necesarias que le permitan manejar sus dificultades de la forma más efectiva posible.

 

Paqui Moreno, psicóloga y terapeuta en Red Cenit