En artículos anteriores hablábamos del juego funcional o de ejercicio, propio del estadio de desarrollo sensorio motor (de 0 a 2 años) y hoy hablaremos de un tipo de juego curioso e interesante que podemos propiciar dentro de este mismo estadio.
Es una propuesta de juego y aprendizaje que fue creada por la maestra Elinor Goldschmied (1910-2009 Reino Unido) donde los materiales utilizados en dicho juego no tenían que ser juguetes.
Sabemos que en la primera infancia, cualquier experiencia se convierte en juego y es jugando como se realizan la mayoría de los aprendizajes. Juego y aprendizaje forman un todo indisoluble. Cuando los niños no se inhiben ante lo desconocido, y se guían libremente por sus motivaciones internas, muestran un comportamiento de investigación que sólo hay que impedir si supone una conducta de riesgo y ante este impulso exploratorio, lo que debemos hacer los adultos, es facilitar su progresiva autorregulación.
También, sabemos que de 6 a 12 meses el niño ya permanece sentado, ya gatea y puede que empiece a dar sus primeros pasos. Es en este intervalo de tiempo es cuando conviene proponer este tipo de juego llamado “El Cesto del Tesoro”. En este momento evolutivo el niño empieza a realizar acciones para conseguir un fin. Se interesa por todo lo que les rodea y explora lo que tiene a su alcance, a través de los sentidos, del pensamiento y de las emociones que siente, inicia el descubrimiento de su entorno, se acerca hacia los objetos, los agarra, maneja y observa, se los mete a la boca, los lanza y vuelve a buscarlos.
Actualmente el mercado ofrece infinidad de juguetes cerrados y de un solo objetivo, son en general juguetes de plástico, pobre en cuanto a su percepción sensorial y limitados en posibilidades de experimentación y hallazgos. Con esta propuesta de juego, nos interesa que el niño descubra otros elementos presentes en la naturaleza, objetos hechos preferentemente de materiales naturales, muchos de uso casero, presentes en nuestra vida diaria, que pueden convertirse en importantes estímulos para el desarrollo del niño en este momento, y que están guardados en un gran cesto.
¿Qué tipo de objetos son los más adecuados en este sentido?
Objetos de tipo vegetal, animal, mineral, objetos manufacturados a partir de elementos naturales, como pude ser de madera, el metal, de goma, piel, papel, cartón, tela etc. Todos ellos aportan diversidad de formas, tamaños, volúmenes, temperatura, peso, y un gran abanico de colores, texturas, sabores, sonidos donde cada uno tiene su olor y su sabor que le caracteriza. A modo de ejemplo los objetos podrían ser: frutas como los limones, naranjas, manzanas, verduras como un pepino, una zanahoria; piedras, esponjas, brochas, cepillos, peine, cucharas de madera y de metal, castañuelas, pinzas, cuencos, anillas, maza de mortero, llaveros, coladores, embudos, flaneras, pelotas, fundas de gafas, lazos, ovillos de lana, recortes de tela, rodillos, frasco de perfume, flores de tela, pomos, tubos de cartón, papeles, espejitos, huevo de madera, piña piñonera seca, un tapón de corcho, una tapadera metálica de un bote, una concha, mimbres, cosas de piel, botes vacíos para meter o sacar otros objetos.
En definitiva, el contenido del cesto es seleccionado inteligentemente por el adulto, teniendo en cuenta la higiene, la ausencia de peligros como aristas y pinchos, así como, el tamaño de los objetos sin riesgo de ser tragados o con la seguridad de ausencia tóxica.
La actividad se lleva a cabo en un espacio acogedor, amplio, seguro y libre de otros estímulos, tranquilo. Consiste en situar en el suelo “un cesto con base plana y sin asas” que estará lleno de objetos de tal forma que el niño/os sentado a su lado, pueda acceder fácilmente para que escoja uno, y más tarde otro, para que los explore sensorialmente, a través de sus sentidos, su pensamiento y de sus emociones. Con el objeto en sus manos el niño se concentra hacia el interior, en una actividad de reflexión, interrogación y construcción de pensamientos, parece preguntarse ¿qué es esto? Poco a poco va descubriendo las características del objeto e integrando la información que le proporciona. Percibe el interior, el exterior, el espacio vacío, el peso, la longitud, el brillo, debajo, encima, el fondo y como observa otros objetos aprende a diferenciar, encuentra parecidos y diferencias, al sacudir escucha sonidos con tonos distintos en unos y ausencia de sonidos en otros etc. Dichos descubrimientos alimentan su cerebro poniendo en marcha sus neuronas ya que en los primeros meses de vida las neuronas se conectan con gran rapidez y las capacidades en potencia del niño, se desarrollarán solo si llegan los estímulos necesarios desde el entorno.
Por tanto, el objetivo primordial del juego es descubrir características y cualidades de las cosas a través de los cinco sentidos, propiciando así la capacidad de concentración, de descubrimiento y de desarrollo lógico gracias al sinfín de sensaciones que experimentan. Mejorar la coordinación oculomanual pues ojos, boca y manos tienen que trabajar coordinados, es una secuencia que se pone en marcha: con la mirada (mirar) dentro del cesto para ver lo que contiene; el gesto (señalar) hacia lo que les resulta más atractivo; conocer su propio cuerpo tomando conciencia del movimiento (ir hacia) con la coordinación necesaria para acercarse y alcanzar el objeto, fomentando así su autonomía personal.
Por otro lado, cuando ponemos a dos niños próximos alrededor del cesto, puede que no solo se interesen por explorar el objeto sino por lo que hace el otro. El hecho de estar cerca hace que se miren, se toquen e intercambien balbuceos o ruidos. A la vez que disfrutan de la compañía del otro, generando una esfera de complicidad muy interesante de observar por parte del adulto, pues estaríamos viendo pinceladas incipientes de socialización, comunicación y lenguaje.
La persona adulta debe estar cerca, pero no para intervenir, solo para acompañar, para que se sienta seguro. Puede responder con su mirada dando confianza y aceptación si el niño le busca a través del contacto visual. Sin interferir en la actividad del niño, participa de su descubrimiento y con una sonrisa le da a entender que le interesa. Solo interactúan cuando el niño lo solicita con movimientos y balbuceos para resolver una situación necesaria. Hay que dejar que el niño actué según sus gustos porque la autonomía y confianza se empiezan a sembrar en este periodo de vida.
Pilar Espinosa García, psicóloga y terapeuta en Red Cenit.