La relación entre el cerebro y el intestino, conocida como el eje cerebro – intestino,  es una conexión en dos direcciones en la que el sistema nervioso y el sistema  digestivo se relacionan.

Pero vayamos al origen. Este romance surge en la fase embrionaria, cuando el sistema nervioso central (compuesto por el cerebro y la médula espinal) se forma a partir de las células de la cresta neuronal, las cuales se desplazan  a lo largo del embrión en desarrollo para  formar el sistema nervioso entérico en el intestino.   

El sistema nervioso entérico a su vez se conecta con el sistema nervioso central  a través del nervio vago, lo que permite una comunicación directa entre el cerebro y el intestino, asegurando que las señales nerviosas vayan del intestino al cerebro e intercambien información vital para el organismo.

Una vez aclarada esta relación podemos entender mejor cómo influyen estos órganos, el uno en el otro y cómo, pese a estar separados, su origen es el mismo.

Por otro lado, el sistema nervioso central produce neuro transmisores, siendo estos  los mecanismos que emplea el sistema nervioso para transmitir la información. Son la  base química del aprendizaje y la conducta, aunque ejercen diversas funciones dependiendo de sus características. Así pues, como ejemplo, el sujeto que presenta  una dificultad atencional tendrá una actividad inadecuada en determinados neurotransmisores como la  dopamina.

Veamos resumidamente algunos neurotransmisores y sus características:

  • Dopamina; regula el sueño, facilita la atención, interviene en el aprendizaje y está implicada en los procesos de motivación y recompensa.
  • Acetilcolina; interviene activamente en los procesos de aprendizaje, memoria y control de estrés.
  • Serotonina; regula el estado de ánimo, interviene en los procesos de ansiedad, regula las fases 3 y 4 del sueño (donde  tienen lugar  los picos más altos de producción de la hormona del crecimiento)
  • GABA; principal neurotransmisor inhibitorio del cerebro.

Como se puede apreciar,  los neurotransmisores son imprescindibles para procesar correctamente los pensamientos. El 90 %  de los receptores de serotonina se encuentran en el intestino, este también interviene en la liberación de cortisol. Es evidente que  cerebro e intestino trabajan juntos.

Y aquí interviene otro actor importante, el conjunto de  microorganismos que residen en nuestro intestino, llamado:  microbioma intestinal,  compuesto fundamentalmente por bacterias, las cuales participan  también en la fabricación de muchos de los precursores de los neurotransmisores, por lo tanto tienen un potente efecto sobre la salud y sobre los  procesos mentales.

En consecuencia y resumiendo todo lo que comamos influirá directamente en nuestro cerebro a través de  su impacto en las bacterias intestinales ya que  algunos alimentos promoverán  el crecimiento de bacterias útiles, mientras que otros las destruirán.

Como preámbulo para el próximo post,  en el cual especificaremos qué alimentos pueden mejorar los síntomas del TDAH, cabe señalar  que las investigaciones realizadas han demostrado que algunos alimentos y nutrientes ayudan en general  a controlar los síntomas del déficit de atención.

La dieta, el sueño, la actividad física y otros factores de estilo de vida influyen directamente en la microbiota.  La relación cerebro-intestino resalta la importancia de una salud integrativa donde ambos factores son fundamentales para un bienestar  general.

Lecturas recomendadas:

  • Neuroeducación y funciones ejecutivas
  • Lo que la comida le hace a tu cerebro

Amparo Ibáñez Orrico, es pedagoga en Red Cenit

SI NECESITAS ORIENTACIÓN O AYUDA PARA TU CASO PERSONAL, PUEDES CONSULTARNOS VÍA ONLINE (SECRETARIA@REDCENIT.COM); TELEFÓNICA (96 360 16 16 – 609 759 016); O PRESENCIAL (C/ GUARDIA CIVIL, 23 – VALENCIA)
POSIBILIDAD DE CONSULTA A TRAVÉS DE SKYPE (SOLICÍTANOS INFORMACIÓN SOBRE PRECIOS)