Conducta: modo de ser del individuo y conjunto de acciones que lleva a cabo para adaptarse al entorno.
Sacudir una cuerda, correr por la calle, tocar las paredes, comer demasiado rápido, no comer alimentos concretos, tener rabietas inexplicables, morder el brazo a alguien… Estos son algunos ejemplos de conductas disruptivas en niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA)
Tanto familias, como profesionales de centros educativos, entre otros, acuden a nosotros para pedir pautas de actuación ante dificultades en diversas áreas como pueden ser; alimentación, autonomía, comunicación… A todas estas dificultades, les llamamos problemas de conducta y normalmente se dan debido a la consecuencia directa de las dificultades adaptativas y los problemas a nivel comprensivo y expresivo de comunicación que presentan nuestros chicos y chicas.
Normalmente relacionamos las palabras conductas disruptivas, problemas de conducta o intervención conductual con niños que pegan, que se pegan, que golpean o que “agreden o se agreden a sí mismos”. Pero NO debemos asociar la palabra “agresivo o agresión” a personas con TEA debido a que normalmente estas conductas no se presentan por ser “agresivos”, hay que buscar cuál es la causa de dicha conducta e intervenir sobre ella. Sabemos que las causas pueden ser muy diversas y debemos tener en cuenta las dificultades en sensorialidad, inflexibilidad, comprensión, expresión, interacción, inhibición…
El problema viene sobre todo en niños a partir de 9 años. Estos niños han presentado problemas de conducta anteriores que no se han trabajado porqué o bien, se achacan al trastorno que presenta o no se observan como tales. Esto no debería ser así, hay que tener en cuenta que cualquier dificultad adaptativa y cualquier aspecto que dificulte la calidad de vida de estos niños y de todas las personas que están a su alrededor, es un problema de conducta y nosotros los profesionales, debemos intentar modificarlo mediante una intervención directa en el área y cuanto antes, mejor.
Así pues, tal y como citan Laura Escribano y colaboradores en los documentos de la mesa del congreso de AETAPI “Proyecto Arcade” 2000-2002. “Si desde pequeños intentamos educar en la comunicación y en la negociación evitaremos muchos problemas y dotaremos de recursos a las personas que, por falta de interacciones adecuadas, pueden presentar conductas desafiantes”.
En estos dos documentos se marcan pautas de actuación e intervención en conducta que deben ser observadas para realizar una correcta intervención. Además, por supuesto, de muchos otros métodos creados, así como, de todas las metodologías en vigor hoy en día para tratamiento e intervención conductual en TEA.
En nuestro equipo, utilizamos el enfoque proactivo: “Podemos enseñar a un niño con TEA a pedir ayuda si no le gusta estar manchado y quiere lavarse las manos después de pintar. Así, nos estaremos anticipando a que tenga que presentar una conducta disruptiva para que le hagamos caso”.
También, el enfoque reactivo: “Son todos aquellos mecanismos que ponemos en funcionamiento cuando la conducta ya ha ocurrido, es muy corriente escuchar la frase «Cuando haga X ¿qué hago?”.
Así pues, tal y como hemos comentado al inicio del artículo, el primer paso cuando se detecta un problema de conducta es realizar un registro de conductas para observar la frecuencia y duración en el tiempo de estas, incluyendo: fecha, hora, conducta presentada, consecuencias utilizadas y observadas en diferentes contextos con diferentes personas y las observaciones pertinentes.
Una vez realizados estos registros tomados durante unos días, se reúnen los profesionales que están en contacto con la persona y se hace un análisis funcional de la conducta a partir de los registros. Si de estos, se observan más de una conducta pendiente de modificar, se tiene que empezar a trabajar únicamente sobre una de ellas, empezando por la mas problemática.
Para buscar la causa, las personas que se reúnen deben conocer muy bien a la persona que presenta los problemas de conducta y se debe redactar un listado de motivadores o reforzadores muy potentes. A la hora de redactar la causa se han de tener en cuenta una gran cantidad de variables como son: personales, interpersonales, ecológicas, físicas, metodológicas, organizativas y psicomédicas.
Una vez realizado todo este estudio, se pasa a redactar el lenguaje tanto corporal como verbal en cada una de las fases que presenta una conducta disruptiva. A partir de este análisis, se elabora un listado de estrategias comunes a realizar todos los profesionales, incluida la familia, que están en contacto con la persona en cada una de las fases: (desencadenante, intensificación, explosión y recuperación). Estas estrategias se redactan para intentar evitar que pase a la siguiente fase y frenar o actuar ante la conducta.
A partir de este análisis y dadas tanto las estrategias como las pautas oportunas, se elabora el plan de intervención en donde se detallan: la formulación de hipótesis, los objetivos pragmáticos, la intervención, el plan de acción, el cambio esperado, los responsables del plan, la duración de este y la fecha de verificación. Cada quince días aproximadamente y dependiendo de cada caso, nos reunimos los profesionales que estamos llevando a cabo el plan de intervención junto con la familia. Supervisamos, comentamos, revisamos y ajustamos el plan de intervención para lograr los objetivos más adecuados para cada uno de nuestros pequeños héroes.
Es importante recordar que una buena intervención siempre tiene que ir ligada a una buena coordinación y esto, hará que los resultados sean generalizados y así los aprendizajes totalmente funcionales.
Carmina Forment Dasca, coordinadora de tratamiento TEA y TEL en Red Cenit.
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