Todos y todas percibimos la particular relación que las personas tienen con la comida y la influencia de las emociones en el proceso de comer. Seguro que has escuchado más de una vez: “cuando me siento mal me apetece comer chocolate…” (dulce), “si estoy preocupado/a por algo me es imposible comer…”. La conducta alimentaria muchas veces se ve influenciada por factores emocionales.

Si en alguna ocasión te has dado cuenta que abres la nevera en busca de algo para comer cuando estás triste, enfadado/a o con alguna emoción intensa o desbordante, o bien te encuentras ingiriendo mucha comida en un periodo muy breve de tiempo, es posible que lo que estés llevando a cabo sea una ingesta condicionada por la emoción. No es hambre física lo que está apareciendo, es hambre emocional.

¿Sabes cuál es la diferencia entre al hambre física y el hambre emocional?

HAMBRE FÍSICA

  • Aparece de forma gradual
  • Se satisface con cualquier alimento
  • Notas cuando estás saciado
  • No causa sentimientos de culpa

HAMBRE EMOCIONAL

  • Aparece de forma impulsiva
  • Te apetecen alimentos ricos en azúcar y grasa
  • Comes mucha más cantidad de lo habitual
  • Puede ocasionar sentimientos de culpa al acabar

El hambre emocional puede usarse como forma de suprimir o apaciguar las emociones desagradables como el estrés, la ira, el miedo, el aburrimiento, la tristeza y la soledad. Estas emociones pueden ser fuertes desencadenantes para que algunas personas coman, sin tener hambre, alimentos que reciben el nombre de “reconfortantes o placenteros”. En ese momento, la persona busca en la comida calmar estas sensaciones hasta percibir un alivio físico y mental

Comer por razones emocionales desencadena un estilo de afrontamiento basado en el apetito, provocando que, en muchas ocasiones, cuando se acaba de comer, se generen sentimientos de culpa, tristeza y vacío.

Este comer emocional nos introduce en un círculo vicioso, en el cual la comida nos proporciona una sensación de alivio inmediato, pero a su vez es insuficiente porque en un corto período de tiempo nos genera de nuevo un malestar intenso. De modo que, volveremos a ingerir alimentos reconfortantes para volver a calmar ese malestar.

¿Qué podemos hacer frente al hambre emocional?

  • Diferenciar el “hambre física” del “hambre emocional”.
  • Identificar nuestras emociones y aprender a gestionarlas adecuadamente.
  • Aumentar las actividades agradables que no estén relacionadas con la comida.

Si percibes que estás utilizando la comida para afrontar tus problemas emocionales, y además, no sabes controlar la situación, pide ayuda profesional.

Noelia Mata Galve, Psicóloga Clínica, en Red Cenit Valencia


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