El Análisis de la Conducta es la ciencia del comportamiento humano y reconoce el efecto de las consecuencias que siguen a una conducta y que pueden fortalecerla, o sea, aumentar la probabilidad de que sea cada vez más frecuente. Cuando la consecuencia de una conducta la convierte en más frecuente y la fortalece decimos que se trata del efecto/proceso de reforzamiento.

 

Empecemos a tratar el tema con una situación cotidiana clara y simple: una madre está cocinando y le dice a su hijo de cuatro años que se vaya a jugar al salón con sus juguetes y se porte bien, mientras ella cocina. La madre puede ver al niño desde la cocina y le mira de reojo cada diez minutos. Como el niño juega tranquilamente, ella rápidamente vuelve su mirada hacia la comida que prepara. A la media hora de estar jugando tranquilo el niño empieza a saltar en el sofá. Inmediatamente la madre sale de la cocina, se aproxima al hijo y le chilla: «¿Cuántas veces te he dicho que no saltes en el sofá?» Pero, ¡atención! El niño, sí ha seguido la orden de su madre y estuvo jugando y portándose bien durante media hora. Aunque, sin señal de atención y reconocimiento de su madre…O sea, el hecho de que el niño se ha portado bien durante media hora ha sido completamente ignorado durante todo este rato.

Pensemos ahora en la misma situación al revés ¿qué pasa en el primer minuto en el que el niño empieza a portarse mal? La madre deja todo lo que está haciendo para hablar con él. Es importante darnos cuenta de que, aunque la madre le riña, le está dando atención. La relación que el niño aprende de esta secuencia de acontecimientos es que cuando se sienta aburrido, jugando solo mientras sus padres estén ocupados, la manera de conseguir atención inmediata es hacer justamente lo contrario de lo que sus padres le pidieron que hiciera. Al igual que ocurre con los adultos, el niño aprende algunas relaciones sin ser consciente de ellas.

Debemos enfatizar que, tan importante o más que las conversaciones y órdenes de los padres, es la manera en la que éstos responden a los comportamientos del niño, sean los deseados o no.

Afortunadamente, el reforzamiento no sólo está relacionado con la conducta de desobediencia de los niños, también, es parte de aquellas actividades que nos hacen sentir placer. Es una herramienta muy eficiente a la hora de enseñar conductas nuevas o para fortalecer y aumentar la frecuencia de conductas en estado de aprendizaje. El reforzamiento es tan eficiente y tan «subconsciente» que no presupone que la persona se entere de que este proceso esté en acción. Eso explica porque muchas veces, nos comportamos de una forma sin entender por qué lo hacemos.

Y ahora, pensemos en el error de interpretación más común sobre el reforzamiento:   ¿Cuáles son las necesidades del ser humano? Comida es una de ellas, sensación térmica confortable, sueño y principalmente la interacción social.

¡El ser humano es un ser social! Por tanto, una inmensa variedad de nuestras conductas (incluyendo las de los niños) son mantenidas por reforzamiento social, como pueden ser: miradas, atención de los demás, continuidad de la conversación, sonrisas, elogios, comunicación positiva no verbal, afecto, etc. Además, el reforzamiento no se restringe sólo a la comida y al intercambio social, sino que muchas actividades que repetimos con asiduidad son en si mismas placenteras y, por tanto, reforzadoras. Es decir, las realizamos por el mero placer que sentimos al realizarlas, lo que es suficiente para que la actividad se realice de forma más frecuente y estable a lo largo del tiempo. Por ejemplo, nadie tiene que decirte que leas tu libro favorito; un bebé mueve un sonajero porque le agrada el sonido y el movimiento producido, tocamos nuestro instrumento favorito porque nos resulta placentero y cuidamos de nuestro jardín porque nos gusta verlo crecer y florecer.

Veamos como usar el refuerzo de la conducta en la enseñanza de nuestros hijos y además,  mejorar nuestras rutinas con ellos.

Debemos intentar organizar nuestra rutina, (y por supuesto la del niño), de forma que reforcemos las conductas positivas, es decir, aquellas que queremos que aumenten en frecuencia. Muchas veces la diferencia entre fortalecer conductas que deseamos que ocurran, en vez de aquellas que queremos evitar, está en alterar la secuencia de las acciones y de las consecuencias.

Volvamos al ejemplo inicial de la madre que cocina mientras su hijo juega solo. Un niño de cuatro años de edad no es capaz de estar privado de atención por mucho tiempo, y más aún, si ve a su madre tan cerca mientras está un poco aburrido jugando solo. Así que, la atención de la madre en este contexto es muy importante para el niño. Si nos anticipamos a la situación, podríamos conseguir que la atención y el refuerzo positivo siguiera a la conducta adecuada del niño de jugar solo y portándose bien. ¿cómo? cada cinco o diez minutos, cuando la madre vea que el niño se esta portando bien, podría darle un poco de atención en forma de contacto visual, conversación, sonrisa o elogio. Así, fortalecería mediante esta atención, la conducta de portarse bien mientras ella esté ocupada y muy probablemente evitaría que el niño se portara mal, saltando en el sofá.

El reforzamiento es la base de la Psicología Conductual y ha demostrado su eficiencia en numerosos estudios. Recordemos que para aplicar el reforzamiento siempre se parte de lo que más le gusta a cada individuo, lo que le resulta placentero.

¿Y a tu hijo qué cosas o actividades le gustan y puedes usar para fortalecer conductas que está desarrollando? piénsalo. Evidentemente tanto padres como educadores estaríamos de acuerdo en reforzar las conductas correctas y positivas de los niños, pongámoslo en práctica.

Naiara Minto de Sousa, psicóloga y colaboradora de Red Cenit