Entendemos la discalculia como una dificultad específica para el aprendizaje de la aritmética, inesperada, de base neurobiológica y probablemente genética.
La prevalencia escolar se sitúa entre el 3 y el 6,5% aunque varía según los estudios. Su etiología no está clara pero los estudios sugieren la existencia de algún componente genético que interviene en la aparición del trastorno. Estudios recientes muestran que no hay diferencia entre las habilidades para el cálculo entre chicos y chicas independientemente de que a nivel clínico consulten más niñas que niños.
De acuerdo con autores como Miller o Owen, del 20% al 60% de todas las personas con discalculia también tienen dificultades de otros tipos, como dislexia o TDAH.
El sujeto discalcúlico a lo largo de la vida será discalcúlico, pero será en los años escolares donde se manifestará más su déficit. En la edad adulta probablemente encuentre recursos para compensar sus dificultades (dependencia de la calculadora, memorización de distancias y cantidades básicas), y lleve una vida «normal». Seguramente no elegirá profesiones técnicas, y en ocasiones puede que le acompañe sintomatología afectiva debida a los años de escolarización.
Hay algunos signos de alarma que nos pueden hacer sospechar que nuestro hijo tiene discalculia y por tanto, sopesar la importancia de una valoración de las dificultades de aprendizaje y de una intervención posterior.
Durante la educación infantil y primeros cursos de primaria:
- Dificultad en la percepción de tamaños.
- Dificultades para comprender conceptos como «mucho, poco, el mayor».
- Dificultades en el desarrollo del conteo: desarrollo lento, dificultades para recordar la secuencia numérica.
- Dificultades para hacer la correspondencia de un número determinado y su magnitud.
- Dificultades para contar hacia atrás.
- Estrategias ineficaces para sumar en etapas iniciales o errores en el reconocimiento de símbolos (+, -).
- Errores en la escritura o en la lectura de números (leer/escribir 13 por 31).
- Errores de colocación de números en una recta numérica sencilla.
- Diferencia significativa entre el rendimiento en cálculo y otras áreas.
En edades posteriores:
- Uso de los dedos. Falta de automatización.
- No automatización de algunos dobles básicos (ej: el doble de 25 es 50).
- Dificultades para adquirir la mecánica de la operatoria (restas, divisiones…)
- Errores visoespaciales en el cálculo: dificultades en el sistema posicional, alineamiento de cifras.
- Dificultad en la lectura de números (sobre todo si tienen ceros como por ejemplo el 1004).
- Dificultades en áreas de estimación, redondeo o aproximación.
- Dificultades para convertir la información escrita de un problema en información visual o dibujo.
- Diferencia significativa entre el rendimiento en cálculo y en otras áreas (mucho tiempo y esfuerzo que no coincide con los resultados)
Frecuentemente el TDAH repercute en el cálculo. Suelen cometer errores por inatención (olvidar un número, copiar 5 en vez de 4 y llegar a un resultado erróneo). También suelen fallar en la resolución de problemas, puesto que contestan impulsivamente sin reflexionar ni monitorizar el proceso o resultado. Lo mismo puede suceder con la colocación de un número en una recta, cuando lo colocan sin reflexionar (no por un error conceptual). En problemas presentados oralmente suelen fallar por dificultades de memoria de trabajo, y suelen apoyarse en el uso de los dedos o simulando que escriben en la mesa. El concepto de número se halla preservado pero a veces los errores atencionales se pueden confundir con errores de esta índole. Así pues, es frecuente que cometan errores en una recta numérica, en tareas de ordenación, o incluso en el dictado de números por inatención.
Ante la presencia de estos signos de alarma, la intervención para mejorar la discalculia debe iniciarse de forma precoz e ir dirigida a tres ámbitos: el niño, la familia y la escuela.
Violeta Peláez, pedagoga y terapeuta en Red Cenit
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