Desde el primer contacto social, el tacto, los niños aprenden la idea de la comunicación, abriendo un camino, conscientes de su dependencia del resto de personas, que durará toda la vida. Este recorrido vitalicio está cimentado por las habilidades sociales. Si son capaces de asimilar la comunicación, pronto llegarán las primeras sonrisas, miradas, palabras, etc.
Ante todo, debe entenderse que este post no va dirigido a padres de niños con diagnostico de Trastorno del Espectro Autista (TEA). En este caso, es la función comunicativa la que se ve alterada y se debe afrontar de un modo especial, aunque algunos de los consejos pueden servir.
Los niños aprenden a comunicarse por imitación, por tanto, debemos ser conscientes de que aprenden el lenguaje de sus padres, tanto verbal como no verbal.
Como padres, hay que preguntarse: ¿Qué modelo de comunicación estoy ofreciendo?
Nuestra educación en casa o fuera de casa, en diversidad de situaciones, ¿es la correcta para un eficiente funcionamiento de la comunicación de un niño que nace sin conocimientos adquiridos?
Se debe dar un buen ejemplo y explicar razonadamente por qué se hacen las cosas. Por ejemplo, la causa del silencio en un momento dado por respeto, o el hecho de no mirar o señalar fijamente a personas desconocidas.
Es bueno exponerles a situaciones sociales, para que puedan adaptar su comunicación verbal y no verbal a los diferentes hechos que se les puedan presentar. La idea de evitar que se comuniquen porque son torpes es nociva. ‘’Dejamos al niño en casa para que no moleste’’. Paciencia y ejemplo, puesto que agravaríamos el problema si formamos a un niño con desconfianza ante la comunicación. ¡Los niños no nacen sabiendo actuar en sociedad!
Se les puede explicar los ejes básicos para adaptarse a las situaciones: informal – formal y privado – público.
En el ámbito privado – público hemos de evitar los ‘’porquesís’’ y explicar argumentando la causa del comportamiento en cada caso, por ejemplo, la diferencia del modo de sentarse en el sofá de casa y en clase. El ámbito privado influye notablemente en el público, es donde adquirimos hábitos. Si un niño se acostumbra a comer en casa groseramente, luego, fuera, no sabrá comer con educación. De este modo el hogar puede convertirse en una especie de ensayo del comportamiento público.
En el ámbito informal – formal deben entender, del mismo modo, la diferencia en el gesto y actitud entre estar en una comunión y una playa, por ejemplo. Aunque a nosotros nos parezca absurdo, no lo es, ya que tenemos adquirido ese conocimiento en el inconsciente, pero los niños deben entenderlo por primera vez, como nosotros lo hicimos, para usarlo a lo largo de la vida.
Las habilidades sociales más importantes a orientar en niños son:
- El contacto social: No tener miedo de las personas, ser cercano, establecer nuevas relaciones, sonreír, saber saludar, despedirse o presentarse. Deben practicar en casa como un juego para luego probarlo en público y que no se sienta incómodo.
- La conversación: Una buena conversación le abre muchas puertas. Se aprende también en casa. Enseñar a intervenir, a darse cuenta de cuándo molesta, a atender el lenguaje no verbal de la otra persona para saber si están siendo pesados, saber cuándo es oportuno o inoportuno intervenir o incluso saberse callar. Es importante escuchar cuando ellos nos hablan para que luego imiten.
- Respeto: Deben saber a no hacer ruidos ni gritar, a no poner música cuando no toca, y a entender la razón por la cual molesta. Conlleva multitud de comportamientos no verbales y se debe ensayar en casa cuidando los hábitos.
¿Cómo es la comunicación entre los padres? ¿Y la de sus padres con otras personas? Así será la de su hijo. Aunque parezca ausente, el niño está constantemente aprendiendo e imitando.
Para finalizar quiero recordar una pequeña anécdota personal que puede servir para reflexionar. Un día llegó tarde un niño a consulta y cuando le pregunté por la causa respondió: ‘’Por culpa de la inútil que llevábamos delante conduciendo«.
Antonio Ripollés, psicólogo en Red Cenit