Todos en algún momento de nuestras vidas o incluso en algún momento a lo largo de la semana o del día necesitamos regular nuestro estado de ánimo, pero, ¿lo hacemos? Les pedimos a los niños, muchas veces a edades muy tempranas, que lo hagan, pero, ¿somos capaces nosotros, como adultos de hacerlo? Estaría bien parar y reflexionar un momento antes de seguir.

Muchos de los/as niños/as con los que trabajamos tienen dificultades en entender sus diferentes estados de ánimo y mucho más en saber cómo responder frente a las situaciones que les producen ansiedad, miedo, enfado, etc. Les damos estrategias para poner en práctica y poder afrontarlas con éxito, pero, ¿realmente son eficientes? ¿adecuadas a sus edades? ¿válidas para llevarlas a cabo dependiendo del diagnóstico? Voy a intentar esclarecer alguna de estas dudas.

Cuando nos planteamos trabajar las emociones, la primera opción que encontramos por la red y en muchos libros es trabajar con los típicos termómetros de las emociones. Cuando pones esto en Internet, lo más común, básico y sencillo que encontramos es un termómetro en el que los colores fríos, (morado, rosa,  azul),  están relacionados con estados anímicos de bajo nivel, es decir triste-contento y eso está bien. Y los estados más eufóricos, como muy contento, nervioso, enfadado o furioso,(eso está mal), van relacionados con los denominados colores calientes. ¿Y eso por qué? ¿Todos nos medimos con el mismo termómetro? ¿Siempre está bien que yo esté contenta? ¿Está mal que me enfade? ¿En qué quedamos? ¿Trabajamos las emociones, o las intentamos manipular?

En mi trayectoria trabajando con personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), normalmente cuando realizo la pregunta ¿cómo estás? o ¿cómo te sientes?, las respuestas son bien o contento/a. Mi reflexión al respecto es que como están acostumbrados/as a tener que hacer las cosas bien y a estar contentos, saben que con esa respuesta, seguramente se libren de más preguntas.

Reflexionemos al respecto. Si alguien te contesta estoy bien o contento/a, la respuesta más común es me alegro. Si alguien responde estoy mal o triste, la respuesta más común es ¿por qué?  ¿qué te pasa o qué te ha pasado?

Así pues, y retomando con el inicio,  no creo que debamos utilizar los mismos termómetros con todas las personas ni las mismas tácticas. Tal y como siempre he recalcado, cada persona es un  mundo y tenemos que conocer muy bien las características, intereses y personalidad de cada uno, a parte del diagnóstico, y a la vez, utilizar la empatía y  pensar si nosotros/as somos capaces de llevar a cabo aquellas técnicas que estamos aplicando.

No se trata de asociar caras ajenas o siluetas de caras a estados anímicos o a emociones.  Tampoco relacionar estas emociones a colores comunes para todos/as, ni generalizar si está bien o mal estar contento/a o triste, todo depende de cada situación. Todos tenemos derecho a enfadarnos o a estar tristes y a relacionar estas emociones con el azul o con el morado si es lo que a nosotros nos sugieren estos colores.

Así pues, para finalizar, os dejo una técnica que me funciona muy bien, sobre todo con los más peques, que todavía no están estigmatizados con estereotipos en torno a las emociones.

Por ejemplo, un día que el niño/a se ha visto envuelto en una situación que le ha producido tristeza, (lo podemos presuponer  por la información recogida por el entorno y por lo que él nos cuenta), le hago que se dibuje a si mismo en esa situación. Una vez ha realizado el dibujo, le pido que piense en el color con qué lo relaciona y que pinte el dibujo de él mismo en esa situación y de ese color.

Así empiezo a explicarles que vamos a ir dibujándonos en diferentes situaciones y pintándonos para realizar el termómetro de las  emociones de: (el nombre del niño)

Un día que por lo que nos cuentan en el cole, se ha enfadado, reviso con él que ha ocurrido y me narra la situación, y cuando está contándome el momento más fuerte en el que él ha explotado, cojo papel y lápiz y le hago dibujarse. Después le pido que piense en un color que él relaciona con ese momento, (le pido que no sea el que relacionó con la pasada), lo pinta y le ponemos nombre a la emoción y a la situación.

A partir de ahí y de muchos dibujos más a lo largo de las diferentes situaciones que va viviendo, vamos elaborando su propio termómetro de las emociones.

Tengo comprobado con esto que les es mucho más fácil relacionar una situación que viven a un dibujo de ellos mismos en una situación concreta, que son capaces de revivir y de saber si la situación que han vivido es más parecida a la del supermercado, a la del colegio o a la de la peluquería que relacionarlo a una imagen que no va con ellos.

Espero que os sirva como ejemplo práctico, pero ya sabéis,  lo más importante es aprender de todos los materiales y/o pautas, métodos y/o metodologías para obtener buenos resultados adaptándolos a los intereses y motivaciones de la persona con la que lo  vamos a aplicar.

Carmina Forment Dasca, colaboradora en los centros de Red Cenit de Castellón y Valencia