Desde que un bebé nace, su cerebro va construyendo poco a poco circuitos y redes neuronales que forjarán los cimientos para todos los aprendizajes que adquirirá a lo largo su vida. De alguna forma, las estrategias y formas de aprender que desarrollamos en nuestros primeros años de vida marcarán nuestro destino, ya que son la base sobre la cual se construirán todos nuestros aprendizajes y habilidades. Es por esto que la Atención Temprana es fundamental para que los niños con necesidades especiales desarrollen al máximo sus capacidades, aumentando así su autonomía, calidad de vida y oportunidades.

Un claro ejemplo son las personas con Síndrome de Down (SD). En cuestión de 20 años la Atención Temprana ha aportado evidencias suficientes como para convertirse en algo imprescindible para ellos. Basta con contrastar una persona con SD nacida hace 40 años con otra nacida hace 20. La mayoría de personas con SD de más de 40 años son y han sido siempre altamente dependientes y su nivel cognitivo se encuentra gravemente afectado. Sin embargo, cada vez hay más jóvenes con SD que estudian y acaban carreras, además de ser muy autónomos o incluso independientes. Y la gran diferencia no ha sido otra que la Atención Temprana.

No obstante, es cierto que la Atención Temprana está en constante evolución, y cada vez se va profundizando y estudiando más a fondo las diferentes vías de aprendizaje y neurodesarrollo, con el fin de mejorar y ser lo más efectiva posible.

Una de estas áreas que está en plena expansión y cada vez es más conocida es la Integración Sensorial. Sólo con observar los principios básicos de la neurociencia, (y del sentido común), concluimos que, si bien es cierto que si no percibo un estímulo es imposible que aprenda nada de él, (un sonido por ejemplo), puede ocurrir que lo perciba pero no lo integre, (una palabra), puedo haber percibido el estímulo perfectamente, (el sonido de la voz diciendo la palabra), pero si no presto atención e integro el significado de esa palabra, si no la comprendo y le doy un sentido, tampoco sacaré un aprendizaje de ella a pesar de haberla percibido.

Es como cuando estamos leyendo y de repente nos damos cuenta que llevamos un rato sin enterarnos de nada, porque la cabeza estaba en otra parte. Tus ojos han seguido leyendo, y tu cerebro estaba despierto, no ha sufrido ningún daño, simplemente la información se ha perdido por el camino porque se ha “cruzado” otra información que ha reclamado tu atención y ha hecho que dejaras de integrar el contenido de tu lectura.

Lo mismo puede ocurrir con nuestros sentidos. A la hora de funcionar con nuestro propio cuerpo dependemos de cómo y qué tan fuerte lo sintamos. Y no sólo de cómo lo sintamos, sino también de cómo de bien lo integremos. La gran diferencia entre un acróbata del Circo del Sol y la mayoría de nosotros es que ellos se pasan muchas horas al día estirando y contrayendo sus músculos, enviando así información al cerebro sobre cada milímetro de cada músculo. Han integrado perfectamente cómo funciona su cuerpo y saben moverlo con gran precisión, midiendo exactamente la fuerza que emplean en cada movimiento. Sus cuerpos están esculpidos y tonificados y su postura está perfectamente alineada. Sin embargo, una persona más bien sedentaria apenas mueve sus músculos, apenas los siente y, por lo tanto, su cerebro apenas los conoce e integra cómo están. Y de ahí las malas posturas. Si mi cerebro no integra la musculatura de mi espalda porque apenas la ejercito, no se da cuenta de que hay músculos “desactivados” y, por lo tanto, no los activa y acabamos encorvados. Por eso las personas que hacen Pilates con frecuencia, de manera casi inconsciente mejoran la postura y van más rectas, porque a base de estirar y contraer de forma adecuada y consciente sus músculos, su cerebro los integra y los “toma más en cuenta” activándolos de forma automática cuando nota que empiezan a desactivarse.

Llegados a este punto, podemos hallar la diferencia entre la simple estimulación, (por ejemplo movernos al caminar de forma automática y poco consciente) y la integración de estímulos, (movernos realizando estiramientos conscientes, a través de los cuales integramos nuestro cuerpo y aprendemos a utilizarlo mejor).

Con este ejemplo, (y el de la lectura) podemos comprender que la puerta de entrada de cualquier aprendizaje no sólo son nuestros sentidos, (vista, tacto, oído, gusto, olfato, nuestros músculos y articulaciones…), sino también la capacidad de integrar de forma consciente y efectiva la información que nos llega a través de ellos. Esa es la primera fase de desarrollo, lo primero que hace un bebé cuando nace, sentir e integrar lo sentido para aprender poco a poco cómo funciona el mundo y ellos mismos.

Y es que muchas veces, al no construirse correctamente los cimientos a nivel neurológico de los que hablábamos al principio del artículo, todas las habilidades posteriores se ven alteradas. ¿Cómo vamos a pedirle a un niño que escriba, cuando apenas puede caminar sin tropezarse constantemente por tener dificultad para integrar su cuerpo y moverlo de forma coordinada y precisa? ¿Si apenas tiene consciencia de cómo funcionan sus manos o no sabe coordinar su mano derecha con la izquierda y no puede sujetar el papel con una mano mientras con la otra intenta escribir?

Si para cualquier persona es beneficioso entrenar la capacidad de integrar de forma consciente y organizada los estímulos para poder funcionar de forma más efectiva en nuestro día a día, cuánto más para un niño cuya capacidad de integrar los estímulos se ve dañada o alterada; es poco sensible o híper-sensible a los estímulos y eso, además, le genera ansiedad y rechazo ante muchas situaciones diarias, perdiéndose en ambos casos muchísimas oportunidades de aprendizaje.

El enfoque de la Integración Sensorial lo que aporta es la forma de entrenar y modificar el cerebro para “agudizar” la capacidad de integrar los diferentes estímulos de forma consciente y adecuada, para poder elaborar respuestas adaptadas a cada situación, aprovechando detrás de cada pequeño desafío diario la oportunidad de aprender y crecer.

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María Tudela, es terapeuta ocupacional en Red Cenit