Hoy en día no nos sorprende en absoluto caminar por la calle y ver a la mayoría de personas pendientes del móvil, inclinando la cabeza sin mirar hacia delante por ir pendientes de la pantalla, incluso sentadas en algún banco con un amigo, en silencio por estar con el teléfono. La interacción humana cada vez es más pobre. Ya no existen los cruces de miradas, ni el contacto humano tan cercano que existía antes.

Es cierto que las tecnologías nos facilitan mucho la vida porque podemos contactar fácilmente con otras personas, pero también generan gran adicción.

La nomofobia es un término novedoso que consiste en tener un miedo irracional a no poder usar el teléfono móvil, ya sea por no llevarlo con nosotros o por tenerlo fuera de cobertura o batería. Según datos del Instituto Psicológico Desconect@, se trata de un trastorno que podrían estar sufriendo hasta 8 de cada 10 españoles.

La nomofobia afecta especialmente a adolescentes y preadolescentes, ya que son los que han nacido en esta “época digital” en la que todos estamos “hiperconectados”. Asimismo,  el rango de edad de individuos más afectados oscila entre los 12 y los 23 años. Se trata de una etapa de riesgo ya que se busca la aceptación de ciertos amigos para identificarse como parte de un grupo. Algunos expertos, apuntan que las chicas tienen un índice más alto de riesgo para sufrir nomofobia. La explicación a esto es que los lazos emocionales que establecen las mujeres por teléfono son más fuertes. Hay psicólogos que están poniendo nombre a este tipo de relaciones, llamándolas “relaciones líquidas”, en las cuales los jóvenes en lugar de expresar todas sus emociones y sentimientos de forma verbal y cara a cara, lo hacen a través de una pantalla o de emoticonos.

Son cada vez más los adolescentes que presentan cierta ansiedad ante la posibilidad de quedarse sin batería o no llevar el móvil consigo, lo cual supone una dependencia al teléfono móvil preocupante. Del mismo modo puede afectar a las relaciones personales, ya que muchas veces (aunque de forma inconsciente), se practica el llamado “phubbing”, es decir, ignorar a la otra persona cuando se debería estar hablando con ella, a causa del uso del móvil.

El cerebro de alguien que presente nomofobia reacciona de la misma forma que reaccionaría el de un adicto a las drogas o al alcohol, activando los mismos circuitos cerebrales y liberando las mismas sustancias responsables de la necesidad de volver a “consumir”.

Algunos de los síntomas más representativos y a los que se recomienda estar atento son:

  • Revisar el móvil de manera compulsiva para comprobar las notificaciones
  • Mostrar enfado excesivo si se queda sin señal, por ejemplo, si falla la wifi, o si se le limita el uso del teléfono móvil en ciertas situaciones como vacaciones con la familia, tiempo de estudio…
  • Dormir con el dispositivo muy cerca, pegado a la cama, en el suelo, debajo de la almohada, dentro de la cama.
  • Malestar por no poder consultar el Smartphone de forma constante
  • Ponerse nervioso cuando alguien no contesta a un mensaje
  • Llevar encima cargadores portátiles cuando salen a la calle por miedo a quedarse sin batería.
  • Presentar insomnio, pues la ansiedad constante de revisar el teléfono no deja a la persona descansar bien. En numerables ocasiones, muchas personas sacrifican horas de sueño para estar conectados. Según The App Date, el 75% de los españoles no apagan su smartphone cuando se van a dormir.
  • Bajo rendimiento escolar
  • No poder disfrutar de su tiempo de ocio sin tener el Smartphone en la mano, ya que cualquier actividad que no tenga relación con su teléfono le parece aburrida
  • Problemas de socialización

Realmente, todos estamos expuestos en mayor o menor medida a la nomofobia. Pero… ¿cómo podemos evitar esta adicción en los adolescentes? Algunas estrategias son:

  1. Actuar como modelo: lo que nuestros hijos ven, es lo que aprenden. Por tanto, si ven en sus figuras de referencia un uso excesivo del móvil, habrán aprendido desde pequeños que es algo normal, por lo tanto, debemos intentar no utilizarlo demasiado delante de ellos. (Este artículo: «Desengánchate del móvil y engánchate a tus hijos«, puede servirnos de referencia
  2. Restringir el tiempo de conexión y establecer una “dieta tecnológica” adaptada a su edad: la tecnología no debe usarse a cualquier edad y menos sin establecer horarios de uso. Es de gran ayuda establecer horarios de desconexión del móvil en comidas, reuniones familiares y horas de sueño. También debemos intentar callar esa vocecita interna que nos dice “es que el pobrecito va a ser el único de su clase sin móvil” o “claro, todos sus amigos hablan por ahí y él no va a poder, entonces igual lo excluyen”…
  3. Psicoeducar: hacerles entender la importancia de un buen manejo de la tecnología, cuidando los aspectos positivos de las nuevas tecnologías así como los usos indebidos o patológicos.

Otros consejos son:

  • Alejarte del teléfono cuando se está en casa
  • Apagar el teléfono por las noches y dejarlo fuera de la habitación
  • Borrar del teléfono cosas que no sean imprescindibles y que mantienen atado a él, como un videojuego o alguna red social.
  • Instalar una aplicación de suspensión. Hay una app muy llamativa (Forest) en la que programas el tiempo que tú decidas (10, 15, 30 ó 60 minutos o más) y no puedes utilizar el móvil hará que crezca un árbol. Por supuesto, mientras más árboles tengas en tu jardín virtual, mejor.

Virginia Domínguez, Psicóloga en Red Cenit

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