La modificación de conducta podría definirse, de manera sencilla, como la aplicación sistemática de principios del aprendizaje y de la psicología experimental con el objetivo de eliminar, disminuir o cambiar conductas que no son adaptativas. Por conductas no adaptativas entendemos aquellas que conllevan sufrimiento, insatisfacción, malestar o problemas a la persona, o que le impiden alcanzar los objetivos. Estos problemas no son considerados como normales o anormales, sino como déficits o excesos comportamentales.

Frecuentemente a la modificación de conducta se la ha tachado de manipuladora o de deshumanizada, pero lo cierto es que gracias a ella, mejora la calidad de vida de las personas que la necesitan y de aquellos que le rodean.

Ejemplos evidentes de sus efectos positivos son el avance que se observa en niños con autismo que consiguen comunicarse, discapacitados cognitivos que mejoran su autonomía, la superación de drogodependencias, problemas de conducta, fobias, ansiedad…

Hay muchas técnicas de modificación de conducta como por ejemplo el tiempo fuera, la economía de fichas, la extinción y otros sistemas de manejo de contingencias, que se emplean con frecuencia en niños y que son realmente eficaces, pero ¿por qué fallan en muchas ocasiones?

La respuesta es obvia. Muchas veces en consulta los papás nos comentan que han usado el tiempo fuera o la extinción o los programas de fichas pero que no han obtenido los resultados esperados.

En general, el fracaso a la hora de obtener resultados y cambiar esas conductas parte del desconocimiento de los principios que deben regir los procesos de cambios. En Internet podemos encontrar mucha información al respecto, pero son los especialistas quienes realmente conocen dichos principios y su interrelación con otros procesos y funciones que deberían tenerse en cuenta.

Incluso se venden tableros de economía de fichas, que para casos leves o cuando realmente el problema no lo es, pueden funcionar. Pero cuando los problemas son reales, no solo no ayudan, además será más complicado modificar aquello que se pretendía porque se provocan aprendizajes erróneos que pueden incluso agravar la situación.

Dos ejemplos del mal uso de esta técnica de modificación de conducta los podemos observar en estos dos ejemplos sacados precisamente de Internet:

Gráfico de recompensas

Doy por hecho que Alex, María y Laura son hermanos, y todos sabemos que aunque eduquemos a nuestros hijos de la misma forma, cada uno tiene sus propias particularidades. No tiene sentido exigirle a todos lo mismo, y con ello me refiero a que tal vez lo que para uno pueda ser un suplicio (por ejemplo leer), para otro pueda ser un placer.

Observamos que ninguno de ellos ha conseguido una estrellita por acabar los deberes o preparar la mochila, pero podrán obtener igualmente el premio estipulado aunque no consigan ninguna estrellita en estas dos tareas.

Si a lo largo del día han pedido las cosas por favor y han dado las gracias varias veces, pero otras tantas no lo han hecho, ¿qué hacemos?, ¿ponemos estrellita? ¿no la ponemos?¿la ponemos un día sí pero al siguiente no, dependiendo de nuestro humor?

Comportarse bien, ¿a qué se refiere?, ¿buenos modales en la mesa?, ¿dar la mano por la calle?, ¿no pegar a su hermano? ¿no gritar? ¿hacer las cosas al primer aviso?…¿qué quiere decir comportarse bien?

Todo programa de fichas debe disponer de un amplio abanico de reforzadores, en este caso sólo se observa un reforzador diferente para cada niño. No queda delimitado cada cuánto o cuántas veces puede disfrutarse del refuerzo. En este caso si Alex por ejemplo cumpliese con 7 tareas cada día, en una semana podría tener 3 coches de juguete, y todo ello sin hacer los deberes que es algo que suele preocupar a los papás. Y peor aún, ¿qué pasa si se sacia de coches y ya no se siente motivado para conseguir la recompensa?

Los programas de economía de fichas, debido a su aparente simplicidad, se ponen en práctica desconociendo los principios conductuales que los rigen. Veamos otro ejemplo:

Tablero de puntos

Lo habitual en este tipo de tableros es que se exija alguna/s conducta/s y si al acabar la semana ha conseguido la cantidad estipulada, se gana la recompensa. Vamos a pensar que se le pide que se cepille los dientes después de desayunar, y si lo hace 4 veces durante la semana, el domingo tendrá su premio.

Empieza el lunes motivado y lo hace, el martes no lo hace pero sí lo hace miércoles, jueves y viernes. Ya tiene su premio, ¿se cepillará los dientes el sábado y el domingo aunque ello no le suponga ninguna ganancia? Muchos podrían pensar que lo lógico sería entonces decirle que tendrá su premio si realiza la conducta durante toda la semana. Pero entonces puede ocurrir que la haga el lunes, el martes, el miércoles pero falla el jueves, ¿para qué la va a hacer el viernes y el sábado si ya no va a conseguir su premio? Y, si se ha esforzado durante tres días, ¿por qué no se le premia por ello?

El objetivo final de todo programa de modificación de conducta es conseguir que las conductas se generalicen, es decir, que se produzcan sin reforzadores. Para ello durante su desarrollo habrá cambios en el programa  y éste deberá desvanecerse de forma progresiva, y desde luego, todo bajo la supervisión de un profesional especializado.

Paqui Moreno. Psicóloga y Coordinadora de Funciones Cerebrales Superiores en Red Cenit Valencia


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