En Red Cenit nos caracterizamos por tener equipos multidisciplinares  que ofrecen servicios especializados para poder abordar los diferentes problemas desde múltiples puntos de vista. Proporcionamos asesoramiento a los profesionales y a las familias sobre los diferentes métodos diagnósticos y enfoques de intervención mas adecuados para cada problema. En especial a los padres, si observáis algún problema o signo que os indique dificultades en relación al desarrollo del lenguaje y comunicación, no dudéis en acudir a Red Cenit, donde os ofreceremos las mejores opciones de tratamiento para cada caso.

Durante el período de la infancia, los niños aprenden a desarrollar diferentes habilidades, una de estas habilidades es el lenguaje. No obstante, existe un porcentaje de niños que al adquirir dicha habilidad, aparece lo que se conoce como dificultades en la fluidez del habla o disfemia.

La disfemia es un trastorno del habla caracterizado por la frecuente repetición o prolongación de los sonidos, sílabas o palabras o por frecuentes dudas o pausas que interrumpen el flujo rítmico del habla, (CIE-10, Clasificación Internacional de los Trastornos Mentales y del Comportamiento-O.M.S.). El origen o causa, es desconocido y multifactorial.

El lenguaje es el medio por el cual el niño expresa sus deseos, emociones y se comunica en multitud de situaciones. El niño requiere realizar movimientos rápidos de distintos órganos que intervienen en la producción del habla. Además por medio de él se relaciona con otros niños y adultos, aprende a escuchar, a mantener turnos, a seleccionar la palabra y la frase adecuada, a seguir la conversación, etc.; en definitiva a compartir con los demás. Por tanto es habitual que haga muchas faltas mientras está aprendiendo a hablar.

La mayoría de los niños adquieren esta habilidad sin que los padres casi se den cuenta, por la facilidad con que se desarrolla. Pero cuando existen problemas o el niño muestra esfuerzo al hablar, los padres lógicamente se preocupan mucho por verle pasarlo mal y frustrado al no conseguir comunicarse como desea. Cuando el niño le cuesta mantener la fluidez del habla, tiene dificultad en el flujo suave y fácil de las palabras al hablar. Si repite o prolonga un número inusual de veces el sonido o titubea demasiado tiempo entre dos palabras. Paralelamente, puede aparecer esfuerzo al hablar, bloqueos; tensión facial o en el resto del cuerpo. Cuando el niño ya lleva tiempo con dificultades puede desarrollar miedo a hablar y tender a evitar la comunicación.

Es habitual que los niños pequeños (entre los 2 y los 5 años) no tengan una fluidez total, hasta que aprenden a organizar las palabras y las frases. En ocasiones estas variaciones están relacionadas con la tensión que experimenta el niño en situaciones determinadas. Por ejemplo, puede hablar más entrecortado cuando está enfadado o si quiere algo que sabe que no le vas a dar.

La evolución es muy variable, puede llegar a desaparecer después de un periodo de tiempo, porque hay una tendencia a que las disfluencias disminuyan, especialmente en los niños pequeños. Sin embargo, en algunos casos puede mantenerse la dificultad hasta la edad escolar o la edad adulta. Una atención temprana ayuda a evitar que el problema se afiance.

No obstante existen unas señales de alarma, que si aparecen, es necesario consultar con un logopeda:

– Prolongar sonidos

– Repetir más de dos o tres veces sonidos o sílabas

– Bloquearse o atascarse al hablar

– Observar tensión o esfuerzo claro al hablar

La detección temprana de la tartamudez en un niño pequeño es vital para su futuro. Es común, escuchar a los papás comentar que han consultado al pediatra o algún otro referente importante y han recibido el mensaje de “no se preocupen, hay que esperar”. Es muy importante realizar una consulta preventiva con un terapeuta del lenguaje especializado. Lo peor que podemos hacer es “esperar”, ya que cuanto más cerca del inicio del síntoma se intervenga, mejor será el resultado. El diagnóstico es de suma importancia.

Actualmente, existen métodos de diagnóstico modernos que permiten diferenciar los errores normales de la fluidez, de las expresiones indicadoras del inicio de una disfemia; a partir del diagnóstico se pueden establecer distintos tipos de tratamiento y/o de intervención: si es necesario intervenir directamente con el niño, (intervención directa), o hacerlo a través de sus padres, (intervención indirecta), forma que, habitualmente se utiliza en niños pequeños. La intervención profesional temprana tiene por objetivo restablecer la fluidez antes de que las estructuras del lenguaje se consoliden con disfluencias.

Se suele decir que la disfemia es “un elefante azul, en el centro del salón y que nadie lo ve”. Muchas veces los padres no hablan, hacen como que no pasa nada, pero esta actitud no ayudará a que los bloqueos o repeticiones desaparezcan de nuestro hogar. Tampoco es bueno, hacer de la disfluencia el centro de nuestra atención, de nuestras conversaciones, porque llegaríamos a obsesionarnos, angustiarnos… y lo transmitiríamos a nuestro hijo.

Los extremos siempre son malos, aunque no siempre es fácil, deberíamos buscar el equilibrio, comunicarnos con nuestro hijo: hablar de lo que siente, de lo que le sucede y decirle que vamos a buscar ayuda… En los niños pequeños, el juego suele ser nuestro mejor aliado, en lugar de hablar, podemos: cantar, hablar en susurro, etc. Estas sencillas estrategias pueden ayudar al niño a que se encuentre cómodo un día que no tenga mucha fluidez.

Para poder ayudar a nuestros hijos, debemos sentirnos seguros, confiados y relajados. Es inevitable, sentir culpa, angustia, nerviosismo ante el habla de nuestro hijo, sentir preocupación por su futuro… Pero también sabemos que esto no lo ayuda a él ni al resto de la familia. Los niños lo absorben todo, son como esponjitas, lo que realmente sentimos, es lo que perciben, es imposible engañarlos. Para nuestros hijos pequeños, todo está relacionado con EL AFECTO. Por esto el juego, el contacto físico, el abrazo o la mirada son aspectos de vital importancia.

No hablamos de “niños tartamudos”. El 5% de los niños tienen disfluencias entre los 2 y 5 años y al existir la posibilidad de remisión del 80% no podemos ni debemos catalogarlos o colgarles un cartel, con la carga psicológica que esto implica. Es por ello que hablamos de niños que hacen disfluencias, que repiten, que se bloquean.

 

“La tartamudez no es una discapacidad, sino una capacidad diferente” (J.R. Quintero) 

Lara Beltrán, Logopeda y Terapeuta de Red Cenit Castellón