«Brandon parecía estar siempre frustrado, enfadado y triste. La gente que le conocía le veía como un chico brillante, pero lo cierto es que llevaba guerreando con los estudios ya desde el jardín de infancia. Brandon quería jugar con otros niños y participar en actividades de grupo como el fútbol y el béisbol, pero cuando probaba a hacer este tipo de cosas se sentía raro y fracasado. Su madre había notado algo diferente en él desde que era un bebé y al compararlo con sus otros dos hijos más mayores, así que habló con el pediatra y le transmitió sus inquietudes. Sin embargo, la respuesta del médico fue rotunda: Brandon era un chico perfectamente sano con el desarrollo normal de un chico de su edad. Algunos miembros de la familia sugirieron que quizá lo que al niño le hacía falta era un poco más de mano dura y disciplina, pero la madre percibía que había muchas cosas del comportamiento de su hijo que estaban fuera del control del niño. Solía tropezarse con las cosas, romper juguetes y desparramar comida por la mesa o el suelo, pero nunca parecía hacerlo a propósito y tendía a sentirse más bien avergonzado de que le pasaran esas cosas…» A. Jean Ayres.
Algunas incapacidades son más evidentes que otras, cuando un niño es ciego, sordo o sufre parálisis muscular, la gente tiene un conocimiento general básico y está en cierto modo familiarizado con el problema. Pero, hay algunas incapacidades que pasan desapercibidas porque son casi “invisibles”.
¿Qué quiere decir integración sensorial?
La integración sensorial se define como el acto de organizar las sensaciones para su uso. Es decir, a través de los sentidos obtenemos datos sobre las condiciones físicas de nuestro cuerpo y del medio que nos rodea. Así, el cerebro organiza todas estas sensaciones para que la persona pueda moverse, desenvolverse y aprender a comportarse de manera productiva.
El ser humano está naturalmente predispuesto a adaptarse a las sensaciones pero, para que el cuerpo pueda generar una respuesta adaptativa es necesario que el cerebro organice primero las sensaciones que recibe tanto del propio cuerpo como de su entorno. Un niño actúa de forma adaptativa cuando su cerebro organiza sensaciones de forma adecuada y eficiente.
Hay niños a los que todo les sale bien en casa, o al menos, lo suficientemente bien para que el problema pase inadvertido, aunque, en el colegio presentan grandes dificultades para superar los desafíos del aprendizaje.
Desde siempre los educadores han llamado a la lectura, la escritura y la aritmética las tres destrezas «básicas», siendo como son, tres procesos altamente complejos. Solo pueden desarrollarse con éxito a partir de una base sólida de integración sensorial adecuada. Un problema de integración sensorial «menor» en una etapa temprana de la infancia puede convertirse en una barrera infranqueable cuando el niño empieza a ir al colegio.
En el colegio, el niño tiene que enfrentarse a muchas «pequeñas» tareas que sin una buena integración sensorial pueden ser un mundo:
– Aprender a atarse los cordones de los zapatos.
– Sostener las tijeras con una mano.
– No romper la mina del lápiz.
– Pasar de una actividad a otra.
– Reconocer las señales de Stop de camino a la escuela, etc.
– También competir en algún deporte con otros niños con destrezas sensomotoras mucho más desarrolladas.
– Prestar atención en una habitación llena de gente, cuando apenas es capaz de atender a lo que le dice la maestra estando a solas con ella.
– Hacer cosas con más rapidez cuando la única manera de que le salgan bien es haciéndolas despacio.
– Recordar instrucciones de dos cosas que deben hacer al mismo tiempo, como «guarda el libo y saca el lápiz», cuando retener solo una es ya casi irrealizable, etc.
El niño no sabe hablar de lo que le pasa, y tampoco puede entender qué le pasa, ya que, el problema ocurre a nivel de procesos cerebrales que están fuera del alcance del conocimiento y del control conscientes.
Es inútil decirle que se controle o que intente concentrarse más. Tampoco las recompensas, tales como regalar caramelos o estrellas de campeón, o los castigos ayudan al cerebro a organizar mejor las sensaciones.
Una disfunción en la integración sensorial es una carga demasiado pesada para cualquiera, cuanto más para un niño. Además el cuadro sintomático de cada niño con anomalías en la integración sensorial es distinto al de los demás.
Cada niño con integración sensorial insuficiente muestra un conjunto de síntomas distinto, incluso los niños normales muestran algún signo en uno u otro momento.
¿Dónde o cómo identificar dichos síntomas o signos?
– Problemas de integración vestibular. Se encuentra en el oído y está relacionado con el equilibrio y el control espacial.
– Problemas de Praxis o planificación motriz. Cuando intentan hacer algo nuevo o de una forma diferente a la habitual.
– Problemas de inseguridad gravitatoria. Respuesta de miedo inusual a los movimientos o la altura.
– Defensa táctil. Disfunción que se caracteriza por un sentimiento de rechazo o aversión hacia ciertos aspectos relacionados con el tacto.
– Problemas de percepción visual.
– Trastornos del procesamiento auditivo.
En próximos artículos hablaremos más a fondo de estos signos y/o síntomas típicos. Sobre cómo identificarlos y sobre el enfoque terapéutico más adecuado ante las dificultades de integración sensorial.
Quizás como padres, nos resulte algo difícil detectar si nuestro hijo padece un problema en la integración sensorial, pero con la ayuda de terapia y de padres tolerantes capaces de entender a sus hijos y de darles el apoyo que necesitan, todos los niños pueden superar estas dificultades.
Raquel Herrero, psicóloga y terapeuta en Red Cenit