El primer juguete que posee el niño son sus padres, pues la familia es el primer contexto natural de juego y tiene para el niño un valor extraordinario e insustituible. No podemos pensar que jugar con nuestro hijo  es una pérdida de tiempo. Todo adulto tiene capacidad para  jugar, el modo de recuperar esta capacidad es jugando y sacando “el niño” que todos llevamos dentro.

El juego para los niños es la forma de expresión y comunicación donde se crean vínculos afectivos, emergen emociones, se propicia la autoestima a la vez que se fomenta tener recuerdos importantes que puedan perdurar en su memoria.

Las Pautas a seguir por el adulto para influir de manera positiva en el juego del niño son:

  • No olvidar que el protagonista principal en el juego es el niño
  • Hacer  posible un  espacio de juego, facilitar un ambiente tranquilo, acogedor y seguro donde no haya peligro.
  • Proporcionar  el juguete o  juego apropiado a su nivel de desarrollo haciendo una elección adecuada.
  • Acompañar y compartir la actividad lúdica como tiempo de disfrute y de juego espontáneo.
  • Utilizar un lenguaje sencillo y claro pero no infantil
  • Dejar al niño que actúe de forma independiente para que vaya adquiriendo autonomía, a medida que su edad y sus capacidades lo permitan.
  • Respetar las preferencias de juego de cada niño evitando imponer un juego o actividad.
  • Facilitar el contacto con otros niños para compartir juego.
  • Ayudar a resolver los conflictos que surgen durante el juego.  Es decir, se trata de enseñar también a los pequeños a resolver los conflictos,  llegar a acuerdos, a negociar o a compartir etc.
  • Observar el comportamiento del niño en el juego para conocerlo mejor y saber que le motiva más. Ver si mantiene una actitud atenta y concentrada, si hace un uso correcto del material, si termina lo que empieza,ver qué relación tiene con los compañeros de juego, si respeta las reglas del juego, si acepta perder, si es dependiente de otros niños o por el contrario tiende a ser líder etc.
  • Propiciar que la rutina diaria sea en  cierta forma  especial y motivadora, incluso  podemos hacer que tenga intencionalidad educativa, o sea que el niño aprenda algo todos los días.

No olvidemos como pauta excepcional, cuál debe ser nuestra Actitud. La  actitud de  acompañar al niño en el juego  es de vital importancia y crea la diferencia. No es lo mismo que un niño esté en el parque con su mamá sentada en un banco conversando con otras mamas,  a crear un espacio donde  el niño se sienta reconocido por la mirada de su mama y de los adultos que le acompañan. No se trata de dirigir la experiencia sino de participar con su presencia, como un compañero simbólico de juego.

El lenguaje empleado por el adulto en momentos de juego, puede ser decisivo, pues  este le hace comprender y asimilar mejor. Imaginemos que el niño se asusta  en una caída inesperada y le invade  una emoción  que lo desborda en su capacidad de comprensión. En este preciso momento nuestro lenguaje pone palabras a su miedo. Parece que prestamos el lenguaje al niño o ponemos en palabras lo que el niño todavía no puede hacer por sí mismo.

La mayor parte de las veces nuestra actitud es ajustada, pero en otras ocasiones puede distorsionar o dirigir excesivamente la experiencia  del niño. Por ello es necesario silenciar nuestra mente, nuestros prejuicios, ideas, modelos y evitar el lenguaje innecesario siempre que no exista un peligro eminente.

Nuestro acompañamiento y palabras  tienen que servir para crear un puente entre su comprensión y sus emociones pensando siempre en favorecer su experiencia no en obstaculizarla. Cuando un niño se siente escuchado y respetado durante el tiempo que haga falta, le enseñamos a ser capaz de  respetar. Si no pierde su conexión innata con sus experiencias al sentir será capaz de identificar su alegría, su tristeza, su rabia,  viviendo sus emociones  de forma  espontánea  y natural

En definitiva, FACILITAR propiciando un espacio y  un ambiente estimulante, divertido y agradable. COMPARTIR y  acompañar porque  es imprescindible  ser y estar en el aquí y ahora, en una actitud de apertura emocional para poder vibrar con su sintonía. ENRIQUECER  a través de diversidad de  propuestas de juego pero sin imponer. ANIMAR para fomentar la autoestima y la autonomía en el juego. OBSERVAR no sencillamente mirar o vigilar.

Pilar Espinosa García  psicóloga y terapeuta en Red Cenit.