Parece que  la sensación constante de  preocupación es intrínseca a la condición de madre o padre. Nuestras preocupaciones comienzan ya desde el embarazo ¿irá todo bien?, ¿tendrá algún problema? Y continúan a lo largo de toda la vida.

Es un clásico que los padres, sobre todo los primerizos, nos agobiemos pensando en si lo estamos haciendo bien, si le estimulamos lo suficiente, si tiene el peso y la talla correctos, pero sobre todo, si está teniendo un desarrollo infantil adecuado. Pues si hay algo que nos  preocupa realmente a los padres, es ver como nuestro hijo no hace las mismas cosas que otros niños de su edad.

“¿Aún no dice nada?”

“¿No debería andar ya?”

Estos son ejemplos de comentarios o preguntas que generan un alto nivel de ansiedad, especialmente si son sobre aspectos en los que ya presentábamos preocupación.

Cuantas veces se nos ha despertado la curiosidad al ver en el parque a un niño con la misma talla de nuestro hijo, pero con unas habilidades comunicativas o motoras claramente superiores, y no nos hemos podido resistir a la pregunta “¿Cuánto tiempo tiene?”.

Algunos padres, ante la respuesta, se sienten aliviados, pero en otros casos, ésta cae como un plomo ardiendo y activa nuestra más angustiosa preocupación, y más aún, cuando vas comprobando que ocurre lo mismo con el resto de niños de su edad.

No obstante, no toda la preocupación que sentimos está justificada. Presentar un cierto retraso en el dominio de algunas habilidades no  siempre indica que nuestro hijo tenga un retraso o trastorno del desarrollo.
No todos los niños tienen un mismo ritmo, ni desarrollan sus habilidades en un momento específico. Por ejemplo, algunos bebés comienzan a decir sus primeras palabras a los 9 meses, mientras que otros no lo hacen hasta los 18. En ambos casos, los bebés están dentro del rango de lo que se considera normal. Sin embargo, si resulta que su hijo sí presenta una alteración,  detectarla lo antes posible es de suma importancia para conseguir los apoyos y servicios adecuados, y así ayudarle a compensar ese déficit.

Es por esta razón, que considero fundamental que, además de los pediatras, que son los encargados de detectar lo antes posible las alteraciones en el desarrollo, los padres poseamos unos mínimos conocimientos sobre el desarrollo infantil para conocer los signos de alarma en el desarrollo infantil, pues, a pesar de que cada niño se desarrolla a su propio ritmo, no alcanzar ciertos logros importantes, puede ser una señal de que algún aspecto del desarrollo de nuestro hijo, o varios, no se están desarrollando como corresponde, y por tanto, es necesario prestar una atención especial y llevar a cabo un seguimiento.

Por ello, os presento a continuación  los SIGNOS DE ALARMA en el desarrollo infantil, (esta información es una recopilación de contenidos de varias guías de desarrollo infantil), que nos ayudarán a determinar cuál es el punto de inflexión en el que una madre o un padre no deben perder tiempo y consultar con su pediatra lo antes posible:

Si a los 2 meses…

  • Presenta un llanto raro (por ejemplo, un llanto muy agudo y corto)
  • Presenta un llanto excesivo e irritabilidad persistente
  • No responde a los ruidos fuertes
  • No se calma con la voz de la madre
  • No sigue con la vista a las cosas que se mueven
  • Presenta desviación permanente o intermitente de uno o ambos ojos
  • Presenta movimientos oculares anómalos, sin dirección y sin ritmo
  • No sonríe
  • Escasa reacción ante caras o voces familiares.
  • No fija la mirada en la persona que le mira de cerca.
  • No mueve la cabeza hacia el lado.
  • No se lleva las manos a la boca
  • No puede sostener la cabeza en alto cuando empuja el cuerpo hacia arriba estando boca abajo
  • Mantiene las manos cerradas de forma permanente con dedo pulgar incluido en una o ambas manos

Si a los 4 meses…

  • Duerme mucho y no reclama atención
  • No sigue con la mirada las cosas que se mueven
  • No le sonríe a las personas que tiene delante
  • No mantiene firme la cabeza cuando lo sientan
  • No realiza arrullos o gorjeos
  • No se lleva las cosas a la boca
  • No empuja con los pies cuando le apoyan sobre una superficie dura
  • Tiene dificultad para mover uno o los dos ojos en todas las direcciones

Si a los 6 meses…

  • No trata de agarrar cosas que están a su alcance
  • No demuestra afecto por quienes le cuidan
  • No se da la vuelta cuando lo llaman suavemente
  • No reacciona ante los sonidos de alrededor
  • No se ríe ni hace sonidos de placer
  • No presenta vocalizaciones recíprocas
  • No produce sonidos vocales (“a”, “e”, “o”) ni balbucea
  • Tiene dificultad para llevarse cosas a la boca
  • No rueda en ninguna dirección para darse vuelta
  • Se ve rígido y tenso con los músculos
  • Se ve sin fuerza como blandito

Si a los 9 meses…

  • No se sostiene en las piernas con apoyo
  • No se sienta solo
  • No aparece el balbuceo (“mama”, “baba”, “papa”) o imitación vocálica.
  • Deja de balbucear (un niño con discapacidad auditiva puede balbucear a la misma edad que cualquier niño, sin embargo, al no oírse, pierde el interés en el juego vocal y deja de hacerlo)
  • Se muestra aislado del ambiente, impresiona diferente a otros bebés
  • No presta atención a canciones o cuentos
  • No responde a sonidos familiares (teléfono, timbre, etc.)
  • No comprende palabras simples (no, agua, mamá, etc.)
  • No vocaliza en respuesta a lo que se habla
  • No juega a nada que sea por turnos como “me toca a mí, te toca a ti”
  • No responde cuando le llaman por su nombre
  • No parece reconocer a las personas conocidas
  • No mira hacia donde usted señala
  • No pasa juguetes de una mano a la otra

Si  al año…

  • No gatea
  • No puede permanecer de pie con ayuda
  • No busca objetos que ha visto esconder
  • No dice palabras sencillas como “mamá” o “papá”
  • No aprende a usar gestos sencillos (saludar con la mano, decir “no” con la cabeza)
  • Presenta de forma frecuente o intermitente bizqueo de uno o ambos ojos.
  • Se lleva libros u objetos muy cerca de los ojos
  • Pierde habilidades que había adquirido

Si a los 18 meses…

  • No camina solo
  • Se muestra más rígido
  • No sabe para qué sirven las cosas familiares
  • No copia lo que hacen las demás persona
  • No señala cosas para mostrárselas a otras personas
  • No utiliza palabras aisladas para comunicarse
  • Utiliza gestos en lugar de palabras para comunicarse
  • No comprende órdenes sencillas de una etapa
  • Presenta falta de interés por el entorno y por las personas que lo cuidan. No se da cuenta ni parece importarle si la persona que le cuida se va a o regresa
  • Juego estereotipado, ausencia de juego imaginativo
  • Pierde habilidades que había adquirido

Si a los 2 años…

  • No extraña
  • No imita gestos
  • Presenta un número inusual de berrinches por frustración
  • Posee un vocabulario expresivo inferior a 10 palabras
  • No se aprecian combinaciones de al menos 2 palabras, (por ejemplo, “pupa mano”) más allá de los 30 meses
  • No sabe qué hacer con cosas comunes como por ejemplo un cepillo, el teléfono, el tenedor, o la cuchara…
  • No imita acciones o palabras
  • No sigue instrucciones simples
  • No reconoce partes de su cuerpo reconoce conceptos como arriba/abajo, dentro/fuera, etc.
  • Exhibe conductas autolesivas
  • Presenta un respuesta exagerada o inusual ante ciertos estímulos, (sonidos, texturas, contacto físico)
  • Presenta comportamientos repetitivos
  • Camina con las puntas de los pies
  • Pierde el equilibrio con frecuencia
  • Pierde habilidades que había adquirido

Si a los 3 años…

  • No realiza acciones propias de juguetes sencillos, (tableros de piezas para encajar, rompecabezas sencillos, girar una manija,…)
  • Posee un vocabulario expresivo inferior a 100 palabras
  • Babea o no se le entiende cuando habla
  • No usa oraciones para hablar
  • Repite expresiones verbales como un eco (ecolalia)
  • No se le entiende la mayoría de cosas que dice
  • No entiende instrucciones sencillas de dos pasos
  • No comprende preguntas sencillas.
  • No conoce su edad, su sexo o su nombre completo
  • No es capaz de contar hasta 3
  • No da respuestas razonables a preguntas sencillas “¿qué haces cuando tienes hambre?”
  • Persisten problemas de confusión léxica (sustituir una palabra por otra)
  • No imita ni usa la imaginación en sus juegos
  • No presenta interés por jugar con otros niños ni con juguetes
  • No mira a las personas a los ojos
  • Se cae mucho o tiene problemas para subir y bajar escaleras
  • Pierde habilidades que había adquirido

Si a los 4 años…

  • No puede saltar en el mismo sitio
  • Tiene dificultades para hacer garabatos
  • No realiza juego imitativo ni muestra interés en los juegos interactivos o de imaginación
  • Ignora a otros niños o no responde a las personas que no son de la familia
  • No puede vestirse
  • No controla esfínteres al menos una vez por semana
  • No puede relatar su cuento favorito
  • No sigue instrucciones de 3 partes
  • No entiende lo que quieren decir “igual” y “diferente”
  • No usa correctamente las palabras “yo”, “tú”
  • Habla con poca claridad
  • No interviene en juegos grupales o imaginativos
  • Pierde habilidades que había adquirido

Si a los 5 años…

  • No expresa una gran variedad de emociones
  • Es demasiado retraído y pasivo
  • Se distrae con facilidad, tiene problemas para concentrarse en una actividad por más de 5 minutos
  • No le responde a las personas o lo hace solo superficialmente
  • No puede distinguir la fantasía de la realidad
  • No juega a una variedad de juegos y actividades
  • No comparte ni espera su turno
  • No puede decir su nombre y apellido
  • No demuestra habilidades de memoria
  • No usa correctamente los plurales y el tiempo pasado
  • No habla de sus actividades o experiencias diarias
  • No dibuja
  • No puede cepillarse los dientes, lavarse y secarse las manos o desvestirse sin ayuda
  • Pierde habilidades que había adquirido

Ante cualquier señal de alarma en el desarrollo infantil debemos consultar con el pediatra y con especialistas en trastornos del neurodesarrollo.

María Vivó, es especialista en audición y lenguaje, y terapeuta en Red Cenit Valencia