La exposición excesiva a las pantallas es algo que todos, en mayor o menos medida, sabemos que es negativo. Sin embargo, no podemos pretender apartar del todo a nuestros hijos de las nuevas tecnologías y las pantallas. Son los tiempos que corren y no podemos ignorar que están ahí y forman parte de nuestras vidas.


La verdad es que no sé si os sentiréis identificados conmigo, pero a veces, al llegar a casa, no tengo fuerzas ni para hablar. Muchas veces me siento fatal por desear que los niños ya estén dormidos, solo por tener un rato para mí y despejar la mente; como no, viendo la tele o navegando por mi móvil. El trajín del día a día es abrumador cuando tienes que preocuparte de ser competente  y responsable con la casa, el trabajo y la familia. Y creo que no soy la única que ha tirado de tele con sus hijos más de la cuenta, alguna vez, bajo esta excusa.


Para mí, como para la mayoría, el confinamiento fue bastante duro. En mi caso, el trabajo de mi marido es uno de los que se consideraron esenciales y durante esos días, bueno, meses, trabajó más que nunca y en las peores condiciones. Soportó mucho, por lo que cuando llegaba a casa agotado, tampoco podía pedirle mucho más de lo que era capaz de dar. Yo en ERTE, con un nene de 4 años, con una emergente dependencia generada por la extraña situación, y una bebita de 7 meses que requería atención constante. Recuerdo de esos tiempos, que ahora se ven tan lejanos en mi mente, y me sentía horriblemente mal por no poder atender a mí hijo como se merecía. Parece mentira que el tiempo se pasara tan rápido y tan lento a la vez. Todos los días me proponía algo para el día siguiente que al final no cumplía (seguir más las rutinas, jugar más con el niño, iniciar proyectos estimulantes con mi hijo), pero siempre acababa priorizando las necesidades de la pequeña frente a las suyas

Porque él era el mayor, yo le impuse la condición de ser responsable de sí mismo. Se me clavaba en la mente cada vez que le decía, «ahora no puedo que tengo que preparar la comida», «ahora tengo que dormir a la nena», «ahora tengo que darle de comer»,  «no juegues aquí que se puede llevar las piezas a la boca», o «ahora no puedo, ponte la tele o coge un rato el móvil». Durante ese período, fui creando un hábito muy insano del que, más tarde, me  arrepentí mucho: la excesiva exposición a las nuevas tecnologías y a las pantallas.
A ver, no me puedo fustigar; la situación me superó, al igual que muchas familias se sienten superadas en el día a día con sus respectivas situaciones.
Era el recurso fácil para suavizar los momentos de locura total y de desesperación que se daban continuamente dentro de mi dulce hogar. Al principio, no me sabía tan mal porque, «era una situación excepcional» ¿No? Pronto pasaría. Pero se convirtió en lo normal para él, y yo sin  darme cuenta, también lo fui integrando como algo cotidiano. Hasta que un día, lo comprendí.  Me avergüenza decir que mi hijo ya llevaba un buen rato viendo YouTube, porque yo necesitaba urgentemente dar una cabezadita. Mi hija llevaba una rachita un poco difícil por las noches, y quería aprovechar que se había dormido. Pero cuando desperté y vi el tiempo que había pasado, enseguida me apresuré a decirle que ya no podía verlo más. Mi hijo, lógicamente, se puso a llorar, y literalmente me dijo, «No me dejas ver YouTube y no tengo otra cosa que hacer». Ahí fui verdaderamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Mi hijo ya no jugaba como antes. Unos pocos meses atrás le faltaban horas del día para montar sus vías, diseñar su batalla de SúperZings o iniciar un motín en la comisaría de Pinypon Action, pero ahora sólo pensaba en ver vídeos de Dani y Evan.

En ese mismo instante, supe lo que tenía que hacer. Lo que yo, como terapeuta, recomendaría a una familia con la misma problemática de exposición excesiva a las nuevas tecnologías y las pantallas.

  • En primer lugar, consensuar el tiempo de uso para utilizar pantallas (tele,  teléfonos, tablet,…), incluyendo las posibles excepciones (por ejemplo al ver una peli, un viaje en coche, en la sala de espera de una visita al médico…). Y esa nueva norma, también debía ser para nosotros, los adultos (es necesario ser un buen modelo).
  • Crear una rutina estable donde se inserte ese espacio de tiempo de uso de pantallas; es decir, establecer en qué momentos del día se puede.
  • Ser firme y constante con nuestras decisiones.
  • Ir generando nuevos hábitos y eliminando los negativos; es decir, yo te quito lo que hasta ahora te había dado, no sin explicarlo claro (ya sea con palabras imágenes o ambas), pero a su vez, te doy otra rutina más sana que te va a gustar o al menos, yo la haré divertida (por ejemplo, dedicar más tiempo a jugar juntos, ayudarnos en la cocina o en la limpieza de la casa, hacer más divertido el momento del baño, cenar más pronto y leer algunos cuentos antes de dormir, crear el rato de juego en familia los fines de semana, organizar excursiones siempre que se pueda, etc.)

La verdad es que una vez que tenía claro lo que tenía que hacer, solo me quedaba preguntarme, ¿cuál es verdaderamente el tiempo recomendable para el uso de las nuevas tecnologías y las pantallas en los niños? Así que me puse a investigar.
Y encontré una numerosa recopilación  de evidencias científicas sobre los efectos nocivos del uso de las nuevas tecnologías y las pantallas en el desarrollo de los niños.

  • La exposición a pantallas  de televisión u otros dispositivos en niños menores de 2 años se asocia a un mayor riesgo de presentar un retraso del desarrollo del lenguaje, a un menor nivel de desarrollo cognitivo y a un mayor riesgo de retraso motor.
  • La exposición a las nuevas tecnologías y las pantallas en menores de 2 años está tajantemente desaconsejado. Ya  que los primeros años de vida representan un periodo crítico en cuanto al desarrollo y aprendizaje del lenguaje y de las habilidades lingüísticas. En estos primeros años, el cerebro está en completo desarrollo y necesita ser estimulado correctamente. Pero los niños, al pasar gran parte del día frente a una pantalla, pierden oportunidades de interacción social, de ser comunicadores activos y la oportunidad de ser corregidos y retroalimentados por parte de un hablante experto.
  • El riesgo de retraso en el desarrollo es exponencial al tiempo de exposición.
  • Las características de la exposición, con imágenes que cambian rápidamente, se han relacionado con problemas en el desarrollo de funciones ejecutivas como la atención, la resolución de problemas y el comportamiento impulsivo.
  • Existe una relación entre la exposición a las nuevas tecnologías y las pantallas, y los problemas de autorregulación como dificultades para calmarse, dormir y poner atención.
  • La exposición a las pantallas a edades tempranas se correlaciona con un peor rendimiento académico, mayor riesgo de  padecer déficit atencional, porque conducen a un pensamiento superficial y la desconcentración.
  • Asimismo, a medio plazo, se ha relacionado con una disminución del tiempo de actividad física, un mayor riesgo de padecer sobrepeso, y el riesgo de adoptar una actitud pasiva frente al mundo.
  •  El consumo excesivo de las nuevas tecnologías y las pantallas (superior a catorce horas a la semana) se correlaciona con dificultades de lenguaje a nivel comprensivo, específicamente para comprender la sintaxis en enunciados.
  • En la adolescencia, el uso excesivo de las redes sociales está relacionado con un mayor riesgo de padecer síntomas de depresión, de déficit de sueño, trastornos alimenticios, aislamiento social, ciber-bullying, o a estar expuestos a contenidos y contactos inapropiados o riesgosos.
  • A partir de los cuatro años, las computadoras y las consolas pueden ser un soporte ocasional de juego en familia, e incluso de aprendizajes acompañados. Pero a esta edad, visualizar contenido digital o jugar a videojuegos de forma individual, lo convierte rápidamente en un juego estereotipado, compulsivo y adictivo. Por el contrario, un correcto uso de estos dispositivos, con contenido educativo y con su cuidador pendiente, se asociaron positivamente en el lenguaje infantil.
  • En la edad escolar y en la adolescencia, el uso de estos instrumentos tecnológicos puede significar una gran variedad de oportunidades para el aprendizaje y para la socialización, si son utilizados bajo supervisión y asesoramiento de adultos responsables.

Por todo ello, según la Academia Americana de Pediatría, el tiempo recomendado de exposición a pantallas en niños son las siguientes:

Tiempo recomendado de exposición a las pantallas en niños

En fin, tras toda esta evidencia, solo me queda instaros a reflexionar sobre el tema. Espero con este artículo haber ayudado a que muchas dinámicas familiares cambien a mejor. Todo por el bien de nuestros peques.

María Vivó, es especialista en audición y lenguaje, y terapeuta en Red Cenit Valencia

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