Seguro que hemos escuchado la frase “No dejes que lo perfecto sea enemigo de lo bueno”. Si nos referimos al ámbito del trabajo con niños podemos decir “No dejes que lo perfecto sea enemigo de lo mejor”. Es una frase que nos puede ayudar mucho a cambiar la forma en que enfocamos las cosas.
Siempre debemos aspirar a mejorar las habilidades que a los niños les cuesta un poquito desarrollar, (mejorar el contacto visual, su interacción social, su lenguaje, su intención comunicativa, etc.), pero eso no quiere decir que debamos obsesionarnos con eso. Es muy común que cuando empiezan a verse resultados positivos en la terapia, se quiera más y más y más. Eso está bien, pero la impaciencia y la desesperación por conseguir todo ya, nos lleva a querer conseguir las cosas de una manera rápida en poco tiempo. Si no lo alcanzamos, nos frustramos y es ahí cuando en vez de observar lo positivo, vemos sólo lo negativo. Todo lleva su tiempo y poco a poco se construyen las cosas. Cuando un niño empieza a decir sus primeras palabras, queremos que diga ya frases bien construidas; cuando las dice, queremos que se le entienda perfectamente; cuando se le entiende, queremos que se dirija a otros niños y hable con ellos, etc.
No hay que confundir mejorar con buscar la perfección de nuestros hijos. Lo primero nos ayuda a marcarnos objetivos de trabajo, valorando lo positivo que se ha conseguido y siendo conscientes de que todo lleva su tiempo, aceptando que el niño es perfecto ya, tal y como es y no necesita ser más perfecto, sino mejorar. Lo segundo, nos lleva a obsesionarnos, a obstinarnos en obtener todo ya y olvidar los avances que ha tenido. Ni nosotros mismos somos perfectos, ¿por qué exigir a los niños que lo sean?
Como adultos impacientes y exigentes, no apreciamos lo bueno conseguido. Nos creamos unas expectativas tan altas, que pretendemos que en ese momento o en ese día salgan palabras o en un mes hable articulando correctamente y se le entienda de manera perfecta. Pero puede que esas expectativas sean demasiado altas para el niño, por eso los objetivos que nos marcamos tienen que ir pasito a pasito, objetivos pequeños y, sobre todo, valorando los pequeños avances que haya habido. Es de suma importancia que se trabaje desde casa con las rutinas diarias para obtener mayores avances sin olvidar que todo lleva su tiempo.
Valorar lo positivo, enfocarse en los pequeños o grandes avances conseguidos y seguir mejorando día a día, esa es la clave, porque hay que luchar por el progreso, no por la perfección.
¿Creéis que los padres somos muy exigentes? ¿Buscamos la perfección de nuestros hijos??
M. Amparo Parreño, logopeda en Red Cenit en Valencia