Esta vez hablaremos del juego por excelencia, donde la actividad lúdica del niño cabalga entre la fantasía y la realidad; donde se entremezcla  la ficción con la simulación de los roles, la representación con la canalización de las emociones; donde el niño visualiza la realidad dentro de su imaginación. Todo esto es propio del juego simbólico y es en torno a los 2 años de edad cuando se inicia, tiene su punto culminante a los 4-5 años y se dilata hasta los 6-7 años.

 

Esta modalidad de juego pasa por varias fases. En la primera etapa observamos cómo el niño inmerso en sus juegos, cambia incesantemente de una cosa a otra, y de un modo espontáneo y aislado empieza a imitar algunas acciones cotidianas, en ausencia del modelo, o sea que la imitación en estos momentos empieza a ser diferida.

Es con la llegada de las primeras palabras cuando el niño puede representar lo real a través de los primeros símbolos y signos, a su manera es capaz de evocar situaciones, personas u objetos ausentes.

Se dan los juegos de “hacer como si”, que son acciones que simula en su propio cuerpo, en ausencia del objeto, por ejemplo hace como que come de un plato vacío, como que se peina, duerme, bebe.

Luego imita acciones sencillas que ve hacer a los demás en su entorno, como llamar por teléfono y conversar balbuceando, imitar a la madre como barre, lee, etc.

Le sigue la proyección simbólica. La aparición de otros participantes en su juego, los muñecos u otros objetos, son agentes pasivos y receptores de sus impulsos emocionales; serviría como ejemplo cuando hace dormir al peluche, o cuando abraza o pega al muñeco (cariño-odio). El paso siguiente será conceder al muñeco un papel más activo al poner una taza, un biberón en la mano del muñeco para que beba, en vez de ser el niño quien le dé de beber. Continúa avanzando en el proceso de descentralización, (superar su egocentrismo), cuando atribuye expresiones verbales y emociones al muñeco o cuando representa en su juego, fragmentos de un cuento que le han leído o cuando escenifica algo que ha visto en la televisión. Todas ellas son acciones lúdicas de ficción, dadas de forma individual y también  en paralelo (2-3 años de edad).

Cabe destacar que el gran avance en el juego simbólico o de ficción  es cuando se da una sustitución del objeto real por algo ficticio y es aquí donde podemos observar el nivel de imaginación y creatividad que tiene el niño, hecho que nos demuestra el desarrollo de su inteligencia. Ejemplo de ello sería simular que un simple palo sea una jeringuilla cuando juega a curar como el médico, o si juega a comprar algo, utiliza un trozo de papel como si fuera dinero, o que una cuchara sea un micrófono para cantar. En estos momentos es donde los símbolos adquieren significado, dándoles vida. Por tanto podremos decir que hay juego simbólico  cuando hay juego de ficción sin objeto, sustitución de objetos, atribución de propiedades ficticias. Su imaginación está en fase emergente y activa, cualquier objeto común puede convertirse en lo que ellos sean capaces de crear en sus mentes, hecho que les ayuda a desarrollar todo su potencial creativo.

Hacia los 3-4 años de edad, el juego simbólico empieza a ser colectivo. Se inicia una etapa donde cada vez el niño dedica más tiempo a compartir con los demás, se torna más participativo, el juego adquiere un carácter socio-afectivo, aparece el interés por el juego de roles, pero se caracteriza por una asimilación deformante de la realidad, donde no hay papeles bien definidos, ni establecidos a priori, pues se confunden y se invierten. Son papeles que el niño, con su fantasía, modifica y transforma de acuerdo a sus necesidades, para dominar, a su manera, los papeles sociales y es mediante este tipo de juego como aprende, a ponerse en el lugar de los demás y a representar situaciones y mucho más,  que de otro modo no serían capaces de vivir.

De los 4 a los 7 años, los escenarios lúdicos evolucionan.  El pensamiento y el juego del niño se tornan cada vez más complejos; la combinación de varias acciones simbólicas, las integra en un mismo juego; les da una secuenciación, un orden, donde cabe la previa planificación del juego, indicativo de que el niño ya es capaz de contar con un plan que dirige su acción. Los juego de roles,  (peluquero, bombero, maestro, médico, mamás y papás, indios y vaqueros, princesa, Superman, etc.), se perfeccionan; se da un ajuste progresivo a la realidad, se diferencian papeles, hay reparto de roles, acciones y objetos desde el comienzo del juego, donde cada jugador tiene su papel (medico, enfermera, paciente). Se muestra un interés por la historia del juego, (muñecos de dedo, marionetas, títeres, teatrillos etc.), pues lo que importa en esta fase es la representación, que tiene un principio y un fin bien marcado, con un acercamiento cada vez más elaborado y más próximo a la realidad.

Por todo ello, cuando observamos que un niño, dada su edad, carece de este tipo de juego, hay que preguntarse ¿Qué ocurre? ¿Cómo puedo ayudarle a que tenga juego simbólico?

Hay mucho de lo que hablar dentro de este tema. En próximos artículos explicaré los beneficios de esta modalidad de juego y cómo influye el juego simbólico en niños que padecen Trastorno del Espectro Autista (TEA)

Pilar Espinosa, psicóloga y terapeuta en Red Cenit