¿De qué hablamos cuando decimos juego simbólico?

Aunque pueda parecer paradójico, el juego es algo muy serio. Es la ventana que permite a las niñas y niños comprender el mundo que les rodea y desarrollar toda una serie de habilidades que les permitirán adaptarse mejor al mismo. Y es que, el juego es la forma favorita que tiene nuestro cerebro de aprender.

El juego simbólico o de simulación es aquel en el que el niño es capaz de utilizar sus propias representaciones mentales para reproducir e imitar acciones. Cuando jugamos a las cocinitas, cuidamos de un muñeco o animamos unos animales de plástico, estamos poniendo mucha más carga mental que cuando sencillamente ponemos una pieza de puzzle en su lugar correspondiente. En el segundo caso, el juego se basa en las propiedades y posibilidades físicas del objeto. En el primero, la acción se alimenta de nuestra imaginación.

¿Por qué es importante intervenir en el juego simbólico en casos con TEA?

Los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) tienen dificultades para desarrollar el juego simbólico de forma espontánea, algo que en casos normotípicos podemos comenzar a ver alrededor de los dos años de edad. Aunque existen múltiples teorías al respecto, podríamos resumirlas en que, al parecer, el estilo de procesamiento de la información en las personas con TEA favorecería una preferencia por un tipo de juego más basado en los detalles y aspectos concretos del mundo, existiendo dificultades para desarrollar el pensamiento abstracto.

El juego simbólico es muy importante para el desarrollo de otras habilidades, como la comunicación social, el lenguaje y la comprensión del mundo en general. Por ello, en aquellos casos en los que el juego simbólico no se desarrolle de forma espontánea, es necesaria una intervención específica.

  1. Primeros pasos: el juego funcional
    Antes de jugar a las cocinitas, debemos fomentar que el niño juegue con objetos de una forma convencional, es decir, para lo que han sido diseñados socialmente hablando. Nos referimos a utilizar un peine para peinar el pelo o de hacer rodar un coche mientras hacemos “brum brum”.
    Este paso implica que el niño aprenderá determinadas acciones al observarlas en otras personas.Por ejemplo: Introduce diferentes objetos que el niño conozca de sus rutinas (bañarse, vestirse, comer), y haz de modelo mientras le ofreces un modelo verbal sencillo (“cepillar pelo”, “comer sopa”). Después, puedes invitar al niño a que lo haga sobre sí mismo y otras personas o muñecos; al principio deberás ayudarlo.
  2. ¡Continuamos!: damos vida a los muñecos y animales
    Este paso ayuda al niño a comprender que los muñecos representan personas o animales y lo que hacen. Podemos utilizar objetos que el niño conozca del paso anterior y hacer que los muñecos también coman por sí mismos, cojan el peine y se cepillen el pelo o se limpien la boca con la servilleta. Podemos introducir un personaje que le guste al niño en las diferentes rutinas para que vaya entendiendo esa animación en los muñecos disponibles.
    ¿Y si sólo le gustan los coches? ¡También lo podemos hacer! Por ejemplo, podemos hacer que un peluche o muñeco nos ayude a guardar los coches, a lavarlos o a ponerles gasolina.
  3. Imaginación al poder: la sustitución simbólica
    Este tipo de juego dota al niño de la capacidad de tratar objetos como si fueran otra cosa o a jugar con objetos invisibles (por ejemplo, coger de un plato vacío comida inexistente y comérsela o darle a otra persona, así como “hablar por teléfono” con un plátano).
    Si queremos trabajar este aspecto concreto, es buena idea comenzar con objetos realistas (por ejemplo, un vaso de plástico), y simular la acción (beber). Una vez la hayamos practicado, podemos inmediatamente volver a simular la misma acción con un objeto ambiguo (por ejemplo, para sustituir un vaso podemos utilizar un bloque cilíndrico de construcción).
    ¡Recuerda que el objeto ambiguo debería compartir alguna característica con el que pretendemos simular! (un palito de piruleta puede ser una cuchara para remover, un trozo de cartón pequeño puede ser una galleta, etc.)
  4. Jugando a las cocinitas: las combinaciones simbólicas
    Cuando todas las habilidades anteriores se hayan practicado durante un tiempo y hayamos conseguido cierto grado de espontaneidad, es el momento de desarrollar un juego más complejo y en varios pasos. En realidad, jugar a los médicos, a las familias o a los constructores no es más que una combinación de diferentes animaciones, sustituciones simbólicas y acciones funcionales sobre objetos que están ordenadas en base a una historia más o menos coherente. Como siempre, es recomendable simular escenas en varios pasos que conozca el niño (pueden corresponderse con rutinas de su día a día). Podemos ampliar su repertorio de juego a través de cuentos, vídeos de Youtube o historias sociales de elaboración propia.

El juego simbólico es muy beneficioso para el desarrollo de un sinfín de habilidades necesarias para la adaptación óptima al entorno.

¡Espero que estas sencillas pautas os sirvan para pasar muchos momentos divertidos juntos!

Cristina Galindo, es psicóloga y terapeuta en Red Cenit

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